A Max y Rebecca
Supongamos, por ejemplo, que estoy escalando los Alpes y he tenido la mala suerte de estar en una posición de la cual sólo puedo escapar por medio de un salto terrible. Como no he experimentado algo similar, no tengo evidencia de mi capacidad de lograrlo con éxito; pero gracias a la esperanza y la confianza en mí mismo estoy seguro de que no fallaré y le doy a mis pies las agallas de ejecutarlo, lo cual sería imposible sin esas emociones subjetivas. Pero supongamos que, por el contrario, las emociones de temor y desconfianza preponderan; o supongamos que... Siento que sería inmoral actuar bajo un supuesto no comprobado por la experiencia (y luego titubeo por tanto tiempo que al fin, exhausto y tembloroso, me lanzo a un momento de desesperación, pierdo el punto de apoyo y caigo al abismo)… Así pues existen casos en que la fe fabrica su propia comprobación. Cree y acertarás, ya que te salvarás a ti mismo; duda, y también acertarás, ya que perecerás.
William James
No hay esperanza sin temor, ni temor sin esperanza.
Baruch Spinoza
Introducción
El poder infinito de la invariabilidad
Entré a una librería y le pregunté a la encargada: “¿Dónde está la sección de autoayuda?” Ella respondió que, si me lo decía, perdería su propósito.
—George Carlin
Estás ansioso por cambiar. Sabes que de muchas maneras eso te beneficiará. Tu vida será más fácil, más feliz, más exitosa; al final, alcanzarás la pose perfecta, perderás la barriga cervecera, organizarás mejor tu tiempo, saldrás de casa y conocerás a la pareja perfecta, darás ese paso tan esperado hacia una nueva carrera. El cambio te hará sentir orgulloso, elevará tu autoestima, alineará tu vida con tus valores, traerá plenitud y un espíritu de logro. Eso planeas. Estableces un horario diario, empleas la ayuda de un aliado de confianza, fijas recordatorios en tu teléfono, te compras un diario para registrar tus logros. Esta vez lo conseguirás.
Y entonces… nada. No concluyes, no avanzas. Por mucho que desees cambiar, simplemente no lo haces.
Si esto te resulta familiar, entonces quizá conoces el sentimiento que surge cuando un amigo o pariente bienintencionado sugiere unas cuantas cosas “fáciles” para lograr ese cambio: “¿Por qué no sólo bebes menos, comes menos, haces más ejercicio, entras a Tinder?”. Lo cual siempre suena sospechosamente parecido a “¿Cuál es tu problema? ¿Por qué no puedes ?”.
Cuando alguien sugiere que el cambio personal es fácil y que sólo requiere un poco de conocimiento o habilidad, por lo regular tiene buenas intenciones. Pero también está omitiendo un punto muy importante. Por desgracia, muchos expertos también lo olvidan.
Suelen presentarnos programas de autoayuda bienintencionados, como si varias tácticas prescritas funcionaran para todos. Sin embargo, para la mayoría de la gente el cambio no es un asunto de seguir instrucciones. Estrictamente no hay respuestas simples para una transformación personal. Como hemos aprendido durante más de un siglo de pensamiento psicoterapéutico, el cambio no es tan superficial como hacer lo que un experto dice o aprender nuevas habilidades.
La verdadera autoayuda es sólo eso: ayudarte a ti mismo. Es un acto de liderazgo y dirección personal . Ciertamente precisa de considerar el consejo y las ideas de otras personas. Pero dejarte llevar por la corriente (seguir el consejo más novedoso, como si fuera a incentivar mágicamente que cambies) no es comprometerte con la autoayuda. No obstante, ayudarte a ti mismo requiere que de verdad asumas con valentía el timón de tu propio camino. De hecho, de todos los comportamientos que adoptas en la vida, el cambio es el que más te enfrenta cara a cara con la responsabilidad de lograr que tu vida funcione.
Por eso el cambio no es fácil ni simple. Conforme forjas tu propio camino, transformarte suele ser arduo y puede dejarte vulnerable: el simple acto de intentarlo te vuelve repetida e incómodamente consciente de que el éxito y el fracaso de tus acciones sólo te pertenecen a ti mismo.
Este viejo chiste entraña mucha sabiduría: ¿Cuántos terapeutas se necesitan para cambiar un foco? Uno, pero el foco tiene que querer cambiar . Sin importar a cuántos expertos sigas, a cuántos terapeutas o consejeros veas, ni cuántos amigos y familiares te apoyen, sólo tú eres responsable del cambio.
Soledad y responsabilidad… ambas son palabras que no necesariamente acogemos con entusiasmo, y rara vez están presentes en los libros y programas de televisión que garantizan que el éxito es cuestión de seguir pasos hacia un yo “más delgado”, “más dichoso”, “más poderoso” (aunque en el fondo sepamos que son promesas vacías). No obstante, nuestra responsabilidad con nosotros mismos radica en el núcleo de cualquier transformación personal. Por eso, el cambio es difícil; nunca fácil . Conforme te acercas a él, también te aproximas a sentimientos y experiencias que comúnmente tratamos de evitar (como la ansiedad de ser artífice de tu propio destino) y te alejas de sentimientos y experiencias que por lo regular parecen atractivas, como el confort, la sensación de certidumbre, evadir las responsabilidades, culpar a otros y llevar una rutina indolora que te adormezca.
Las amables pero mal informadas sugerencias de tus amigos y familiares, así como las instrucciones de los expertos “fáciles de seguir, paso a paso”, ignoran la existencia de fuerzas muy reales y poderosas que evitan que cambies. Éstas no representan debilidad o pereza, sino que son dificultades con las cuales todos lidiamos constantemente.
Y éste es el factor decisivo: la fuerza en nuestro interior que está feliz de mantener el statu quo gana la batalla con más frecuencia que cualquier transformación. Por eso no cambiamos, a pesar de nuestros anhelos y de toda la evidencia que indica que deberíamos hacerlo.
Considera el uso de drogas y alcohol. Hoy en día, el tratamiento para las adicciones en Estados Unidos es una industria de 35,000 millones de dólares, 1con más de un millón de miembros activos de Alcohólicos Anónimos. 2Sin embargo, sólo treinta por ciento de las personas con un hábito adictivo lo supera con éxito. 3
Analicemos otro ejemplo: gastamos más de 30,000 millones de dólares al año matándonos para estar en forma, 4pero setenta y tres por ciento no alcanza sus metas de aptitud física. 5La industria de la pérdida de peso amasa 66,000 millones de dólares al año, 6pero sesenta y nueve por ciento abandona la dieta. 7¿Y qué pasa con esas almas valerosas que logran ser fieles a la col rizada y a la quinoa? Ochenta por ciento vuelve a subir el peso que perdió. 8
¿Qué ocurre con los propósitos de año nuevo? Noventa y tres por ciento de las personas que los formula, los rompe. 9
La fuerza que nos impulsa a seguir igual no sólo evita que alcancemos esas grandes metas de bienestar y hábitos (como hacer más ejercicio, llevar una dieta o dejar un vicio peligroso) o propósitos personales más profundos que implican un crecimiento como ser humano (como una mayor satisfacción en tu trabajo y tu vida amorosa, o incluso perseguir un propósito mayor). Esa fuerza también está presente en pequeños detalles de la vida. ¿Cuántas veces te has dicho que necesitas apagar el televisor y leer más, poner más atención a tus hijos, ordenar menos comida a domicilio o poner los platos en el lavavajillas y no en el fregadero?, ¿y cuántas veces has realizado estos pequeños cambios durante una o dos semanas, sólo para volver al punto donde empezaste? Te apuesto que ocurre así la mayoría de las veces. Permanecer igual es la norma, no la excepción; sin importar el tamaño o la seriedad de la meta.
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