Había una personalidad famosa de la televisión y gurú de autoayuda que claramente se había hecho un “trabajito” hacía poco (una especie de cirugía plástica para recuperar su juventud). Sí se ve un poco más joven, pero su rostro ahora luce casi inhumano (una máscara permanente y distorsionada, una versión caricaturesca de su ser anterior). Para mí, es la imagen del cambio sin profundidad: una alteración torcida, desconectada de los problemas más grandes de su humanidad, una mutilación. El resultado de eliminar la edad con un bisturí es una advertencia sobre las balas de plata y los remedios mágicos. En este libro no ofrezco ninguna de esas dos cosas. Sin embargo, busco ayudarte a lograr una transformación distinta, más suave, más cuidadosa, menos violenta o contundente, pero probablemente más profunda y satisfactoria. Ese tipo de cambio sucede en el contexto de otras experiencias humanas, incluyendo la de permanecer igual, aunque cada hueso de tu cuerpo anhele cambiar.
4. Desatar el nudo de la invariabilidad . Cuando aceptas que la invariabilidad es algo humano, también aceptas algo más: no ves tu resistencia al cambio como una anomalía. Si quieres contemplar la transformación, tienes que soltar la creencia refleja de que el cambio tiene y debe suceder ahora. Es importante que te deshagas de la idea de que algo está mal contigo si no cambias. Contemplar el cambio significa observar todas las opciones, incluso la invariabilidad.
No vas a realizar el importante trabajo de contemplar la transformación si inclinas la balanza hacia el cambio, viéndolo como la única conclusión correcta, y la invariabilidad como un callejón sin salida. Debes darle a la invariabilidad el peso y la seriedad que merece. No hay nada que contemplar si no lo haces.
Eso significa que la invariabilidad (la fuerza que de manera frustrante detiene ese cambio aparentemente positivo que quieres lograr) no es un enemigo en realidad. Conocerte de verdad a ti mismo significa percibir esa parte tuya que siempre encontrará razones para permanecer igual. Cuanto más conozcas esa parte, menos probable será que “sufras la derrota”, parafraseando a Sun Tzu. 19
De todas las formas en que las diez razones para no cambiar pueden ayudarte, ésta es la más importante: la invariabilidad se considera como algo razonable, y al juzgarla así tienes una mejor probabilidad de cambiar .
Comprender las razones para permanecer igual te amarra al cambio como la única opción legítima. La invariabilidad está en tu vida para siempre, y por buenas razones. Como leerás, proviene del amor a ti mismo y, desde ahí, de tu deseo de protegerte de algunos sentimientos horribles.
Al ser una expresión de tu amor propio, con frecuencia la invariabilidad parece demostrar lo contrario (detener cambios importantes, interponerse en tu derecho inalienable de crecer). Sin embargo, la invariabilidad no está separada de ti. Y en definitiva no busca lastimarte, aunque es posible que en efecto te hiera de formas serias. Pero no coloques la invariabilidad en la misma caja que los defectos. Ése es un lugar incorrecto para ella. La invariabilidad merece tu afecto, ya que proviene de una parte cariñosa de ti. Si la rechazas y la exilias de tu conciencia, no serás capaz de contemplar la transformación.
Lo cual, como mencioné anteriormente, significa que no podrás cambiar.
Noticia de última hora: los humanos no somos máquinas (¡por lo menos hasta ahora!). Si somos tratados como máquinas, todos de la misma forma y con tanta simpleza que un manual de instrucciones sirva para cualquier falla, no sólo actúas de forma inhumana con respecto a tus necesidades, sino que las intervenciones que usas no funcionarán.
No servirán porque la fuente del cambio reside en la parte humana de ser tú (justo en cómo experimentas e interpretas el mundo), no en la mecánica de la acción inconsciente y robótica.
Transformarte requiere que lleves a cabo el trabajo completo y con frecuencia doloroso de hacer cambios en un ser humano real, pensante, sintiente y autónomo. Eso no es fácil, ni por asomo. Y se ha vuelto más difícil en un mundo en el que cada vez más se trata a la gente como objetos.
DE LAS PERSONAS A LA MÁQUINA:
LA PÉRDIDA DE LA CONTEMPLACIÓN
Hace más de cuarenta años, el gran psicoanalista y crítico social Erich Fromm escribió acerca de la amenaza creciente de una sociedad que prefiere “tener” a “ser”. 20En el mundo de “tener”, no sólo estás orientado a obtener más cosas, sino que tu hacer (cómo te comportas, miras, razonas) es un signo de tu utilidad como cosa , como un dispositivo por medio del cual tú y otros pueden alcanzar metas. De hecho, a Fromm y a otros pensadores de las décadas de 1950, 1960 y 1970 les preocupaba algo que hoy en día parecería pintoresco: “el conformismo”. Estos pensadores temían un mundo futuro en el que todos intentarían actuar y verse como los demás. También les preocupaban muchas otras cosas que veían surgir en el siglo xx: una amplia tendencia a encajar en la sociedad o en un ideal provocaban que la gente descuidara su propia y única humanidad, y la volvía cada vez más ciega o desdeñosa de la humanidad única de cada individuo. El término para dicho fenómeno, cuando la gente se desconecta de sí misma y de los demás, es alienación , que Fromm definió como “un modo de experiencia en el que la persona se experimenta a sí misma como un extraño”. 21
Las preocupaciones acerca del conformismo y la alienación formaron parte de un periodo de treinta años como parte del Zeitgeist , que se decodificó en la generación beat, el movimiento feminista, los movimientos antibélicos y de derechos civiles, e incluso en la serie de televisión El vecindario de Mr. Rogers y la base filosófica central de Martin Luther King. Se expresó en películas sobre solitarios y rebeldes, desde Doce hombres en pugna y El graduado , hasta Atrapado sin salida .
Pero los tiempos están cambiando. Un Banana Republic en cada esquina, las Kardashian en todas las pantallas, la serie Vestido de novia , liposucción, criolipólisis, bótox (todo esto ahora tan accesible como el champú); la presión para etiquetarte a ti mismo como si fueras un producto no sólo aceptado, sino celebrado; todos los libros, videos y canales de YouTube que dan instrucciones sobre cómo moldearte a ti mismo bajo cierto ideal; y, lo más evidente, una campaña presidencial triunfante, basada en gran medida en deshumanizar descaradamente a otras personas. ¿Estás de acuerdo conmigo en que eran acertadas las advertencias de los pasados humanistas sobre que la gente se “cosifica”?
El mundo del “tener” parece haberle ganado la batalla cultural al mundo del “ser”, tanto que ahora vivimos en una especie de amnesia colectiva, en la que ya no reconocemos que hay una opción más humana, más conectada que comprar y vender cosas (o comprarnos y vendernos a nosotros mismos como cosas ). En este clima, nos obsesionamos con nuestro empaque o apariencia y descuidamos los contenidos de nuestro ser.
¿Y esto qué tiene que ver con el cambio personal? En el mundo del tener tendemos a abordar el cambio personal como si fuera un artículo en un estante de Home Depot, y nos juzgamos por nuestra uniformidad y utilidad. ¿Eres una podadora de pasto hermosa y bien aceitada?, ¿o estás oxidado y corroído por dentro y fuera? En este mundo consumista, el cambio personal significa que arreglas aquello que posees e intercambias : ¡un cuerpo nuevo!, ¡una nueva habilidad!, ¡una nueva actitud!, ¡un nuevo tú!
Cómo cambiamos recuerda un momento en el cual una audiencia muy amplia y general leía libros como el de Fromm. Era una época en la que pensadores profundos como Rollo May, 22Martin Buber, 23Paul Tillich 24e Ivan Illich 25se unieron a Fromm para escribir libros para el público acerca de alcanzar su potencial por medio de actos de valor, no siguiendo instrucciones paso a paso. Era un tiempo en el que se leía en todo el mundo el libro El significado de la ansiedad de May, 26que describía la ansiedad como una parte importante de la experiencia humana (y no como lo hacemos hoy en día: como una enfermedad que se pueda curar con el poder de una píldora).
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