Tradición universitaria inglesa
Es selectiva para esculpir en cultura al gentleman, miembro y conductor de la sociedad. Su eje fundamental es la formación de la persona y se le denomina universidad educativa y tutorial. Uno de sus principales inspiradores fue John Henry Newman (1801-1890), cuyos conceptos educativos en torno a su visión de una formación permanente del ciudadano en la libertad y la autonomía, a través de la educación liberal —recogidos en su clásica obra The idea of a university—, se han tornado paradigmáticos. Se establecen las tutorías, que son la piedra angular del sistema pedagógico inglés. Estas han generado una cultura universitaria típica, caracterizada por tres elementos: primero, una cultura científica y académica que valora la novedad y el cambio; segundo, una cultura en la cual se prepara al estudiante para desempeñar un papel protagónico en el proceso —pensar por sí mismo, tomar la iniciativa, discutir con los pares—; y tercero, dejar que el estudiante actúe casi siempre a su arbitrio, lo cual se considera una oportunidad para que este logre sus cometidos formativos.7
Tradición universitaria norteamericana
Heredera directa de la tradición universitaria inglesa. A principios del siglo XX introduce la tradición universitaria alemana, gracias a la reforma basada en el informe Flexner que consagró la investigación como una misión fundamental de la universidad norteamericana —“la universidad que no investiga, no es una universidad”—. Cinco rasgos la identifican: el modo de ser democrático, la búsqueda del progreso, su organización empresarial, su talante innovador y una investigación puesta al servicio de la sociedad.8 Así la describe Ojeda (2013):
El sistema es altamente selectivo y competitivo, tanto para los estudiantes, como para los profesores y las propias instituciones. Las instituciones compiten entre sí, seleccionan a sus alumnos, éstos a sus universidades y sus materias, por lo que, a su vez, seleccionan a sus profesores, los cuales también compiten por sus alumnos y por acceder o permanecer en la universidad en la que desempeñan su papel docente e investigador. Esta alta competitividad dentro y fuera de la universidad propicia su calidad, su mejora continua y la eficiencia del servicio que debe prestar a la sociedad. (p. 94)
Se le podría cuestionar que ello atenta contra la igualdad de oportunidades, la equidad y la justicia social; sin embargo, todo lo anterior ha gestado una tradición universitaria innovadora, que se manifiesta en unas estructuras más complejas, una mayor internacionalización, estándares de calidad, mayor flexibilidad, mayores orientaciones mercantiles y competitivas y un peso focalizado en la producción de nuevos conocimientos —por ejemplo, patentes—, en coordinación con las empresas privadas y con premios a los académicos. Siguiendo el pragmatismo y la eficacia norteamericana, su universidad ha fraguado un ideal de formación que se preocupa por la educación de la persona, impulsando la investigación y la innovación y persiguiendo ser útil y servir a la sociedad. Finalmente, vale la pena anotar que la universidad norteamericana goza de gran autonomía, pues se aproxima mucho a la independencia con respecto al Gobierno Federal, rigiéndose por sus propios estatutos. La universidad es la que toma la iniciativa con responsabilidad, crea, concibe y ofrece.
Tradición universitaria rusa
Pariente por descendencia directa de la tradición universitaria francesa, con un posterior cruce sanguíneo con la tradición universitaria alemana. En el inicio, con la influencia de Catalina la Grande, luego moldeada en la fragua mental del marxismo-leninismo después de la Revolución de Octubre. Su rasgo distintivo vendrá a ser el que las universidades se articulan como brazos del aparato estatal, convirtiéndose en un instrumento funcional imprescindible para la formación ideológica, política, científica y profesional. Las universidades latinoamericanas recibieron su influjo, tanto por los cuadros ideológicos y políticos formados en la Universidad de la Amistad de los Pueblos, Patricio Lumumba de Moscú (fundada en 1960), como por todos los becarios que se formaron a nivel de pregrado y posgrado en los distintos institutos por áreas científicas de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), y que posteriormente regresaron a trabajar en las universidades, principalmente estatales.
No se ha estudiado su aporte y contribución a la consolidación de la tradición universitaria latinoamericana. Sin embargo, vale la pena destacar que su ideal de formación comporta un fuerte componente político, compromiso revolucionario de transformación social, con una militancia partidista operativa y eficaz. Junto a esto se alinean la disciplina y rigurosidad académica, la unión entre teoría y práctica, el conocimiento contextual, la fusión entre estudio y trabajo, y los valores de la denominada “nueva sociedad soviética”, con su correspondiente “nuevo hombre socialista”, quienes encarnarían los ideales comunistas capaces de materializar el sueño más preciado y esquivo de la humanidad: la sociedad de los iguales.9
Para comprender el ideal de formación rusa, sus logros, limitaciones y fracasos, son fundamentales dos libros: el primero de la bielorrusa, Premio Nobel de Literatura, Svetlana Aleksiévich, El fin del ‘Homo sovieticus’ (2015), y el segundo del cubano Leonardo Padura, El hombre que amaba a los perros (2011). Remito simplemente a su lectura, ante la imposibilidad de citarlos in extenso, dados los límites de espacio propios de este escrito. El análisis de sus planteamientos, bajo el ropaje del estilo periodístico el uno, y del estilo de novela histórica el otro, requerirían por sí solos un ensayo.
Tradición universitaria latinoamericana
De nuevo planteamos algunas preguntas: ¿existe realmente una tradición universitaria típica de Latinoamérica? Si la respuesta es positiva, ¿qué hay de común?, ¿qué hay de diferente?, ¿dónde se encuentra la novedad con respecto a las otras tradiciones universitarias?, ¿es posible hablar de un ideal de formación propio de la universidad latinoamericana?, ¿cuáles son sus rasgos distintivos? Dejemos que estas inquietudes guíen la reflexión. Ciertamente, después de más de cinco siglos de inserción e inculturación de la institución universitaria en la multiplicidad de territorios y pueblos latinoamericanos, podemos afirmar que existe una tradición propia que exige ser valorada y recreada.
Como examinábamos en el apartado anterior, la tradición universitaria latinoamericana aflora como fruto maduro del diálogo entre la tradición fundante del ciclo colonial de los siglos XVI y XVII, producto de la herencia universitaria española (Salamanca); la tradición clásica europea del ciclo republicano de los siglos XVIII y XIX, producto de la herencia universitaria francesa (París), alemana (Berlín) e inglesa (Oxford, Cambridge); y la tradición moderna del siglo XX, producto de la herencia universitaria norteamericana (Harvard, Princeton) y rusa (Moscú). De ese diálogo intertradiciones, de esa conversación decantada entre esas tres tradiciones es que van apareciendo a lo largo de los siglos las distintas fundaciones universitarias en los países de nuestro continente. En Colombia, en particular, debemos precisar que existe un pluriverso universitario estatal y privado, donde cada universidad tiene su impronta particular. Unas más cercanas a una tradición que a otra; otras, de corte más ecléctico, se funden todas en una especie de nueva creación.
Al menos provisionalmente, podemos señalar tres rasgos que despuntan como características propias de la universidad latinoamericana. El primero, una clara toma de conciencia, que se traduce en una praxis cotidiana del irrenunciable diálogo permanente con sus fuentes —tradiciones, autores, escuelas de pensamiento, innovaciones —, originadas en otras latitudes. Una especie de diálogo intercultural universitario, entre el patrimonio de la humanidad recibido en herencia, y el que va surgiendo en el propio terruño. Una transferencia creadora de saberes, ciencias y tecnologías. Un intercambio constante entre nosotros y Europa, Norteamérica, pero también con Asia, África, Australia y sus múltiples culturas. Este diálogo crítico intercultural con lo diferente, preanuncia una idea de universidad latinoamericana nueva.
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