Bajo el aspecto de la cultura y del conocimiento científico es urgente que se asuma, en el ambiente escolar, una perspectiva interdisciplinar y, en algunos casos, transdisciplinar en el abordaje de los problemas teóricos y también de los contenidos escolares. Entender la construcción y la legitimización del conocimiento en la perspectiva de su estructura comunicativa implica superar la perspectiva tajante y dogmática de la ciencia moderna, así como desplazar la permanencia de la verdad del conocimiento hacia la esfera de la intersubjetividad, o sea, de los diversos sujetos sociales que, en un proceso discursivo, aceptan, validan y justifican la “verdad” de algo. Ello implica reconocer que todo saber es pasible de reconstrucción y de refutación mediante el proceso argumentativo.
Dentro de ese contexto de reordenamiento y reconocimiento de una razón plural en su multiplicidad de voces, se entiende que la educación y la pedagogía pueden también asumir otras tareas fundamentales. Entre estas, es pertinente que la escuela asuma la educación a través de la formación de nuevos procesos de subjetivación, los cuales implican desarrollo de competencia comunicativa y de identidades personales diferenciadas. O sea, se trata de la tarea de formación de la competencia comunicativa y de la configuración de una identidad del yo posconvencional, consecuente con los desafíos que el mundo y la sociedad actual les imponen a los individuos.
Desde la óptica de la acción comunicativa se entiende que las relaciones dialógicas entre los diversos agentes de la educación surgen como elementos centrales de la reproducción simbólica de los componentes estructurales del mundo de la vida y la formación de los individuos, especialmente en lo que concierne al desarrollo de la competencia comunicativa y de las identidades individuales. En este sentido, Mead afirma:
Una persona es una personalidad porque pertenece a una comunidad, porque incorpora las instituciones de esta comunidad a su propia conducta. Adopta la lengua de dicha comunidad como un medio mediante el cual desarrolla su personalidad y luego, a través de un proceso de adopción de los diferentes roles que le proporcionan todos los otros miembros, esta termina adoptando la actitud de los miembros de la comunidad. Así es, en cierto sentido, la estructura de la personalidad de un hombre (1992, p. 162).
En la escuela, mediante la práctica del diálogo y por el recurso interactivo que significa el otro, se le permite a cada alumno constituir modos diferenciados y propios de entender el mundo objetivo de las cosas y de los hechos, verificar hipótesis acerca de la veracidad y de la objetividad de los saberes, confrontar los valores y las reglas morales aprendidos y, al mismo tiempo, constituir trazos de identidad y de personalidad. Aunque la escuela no sea la única responsable de la estructuración de la identidad individual, dado que existen otros espacios sociales de comunicación, esta constituye un recurso importante, puesto que la entrada del niño a la escuela amplía la red de relaciones, antes restringida a la familia, y posibilita interacciones inéditas.
En ese sentido, el aula es un recurso fundamental para la estructuración de la personalidad, dado que en ella son posibles la interacción, el diálogo y la convivencia con los semejantes y también con lo diferente. Por este motivo, según Boufleuer:
Es en la sala de clases en donde ocurre todo un proceso mediante el cual las nuevas generaciones se socializan, gracias a una relación pedagógica que establecen con las generaciones adultas. Socializar a las personas de las nuevas generaciones significa permitir que desarrollen las capacidades que necesitan para participar activamente en el proceso social. En este sentido, la educación se presenta, fundamentalmente, como una acción que humaniza y forma sujetos racionales, además de implicar supuestos antropológicos que pueden ser explicitados (2001, p. 85).
Si la identidad personal se forma en contextos interactivos y recurriendo a comportamientos comunicativos, la escuela puede adoptar procedimientos pedagógicos que se basen en la interacción y el diálogo, de modo que la práctica pedagógica se oriente al desarrollo de las capacidades argumentativas-discursivas de los estudiantes. Por este motivo, para Prestes, en el ámbito de la educación, bajo el prisma de la racionalidad comunicativa, se admite la posibilidad de:
Promover la capacidad discursiva de quienes aprenden; fomentar las condiciones favorables a un aprendizaje crítico del conocimiento científico en sí; sembrar la semilla del debate, considerando los niveles de competencia epistémica de los estudiantes; propiciar la discusión pública acerca de los criterios de racionalidad subyacentes a las acciones escolares [...]; estimular los procesos de abstracción basada en la reflexión [...] y a partir de esta, llevar a cabo procesos de aprendizaje, no solo en el plano cognitivo, sino también en el ámbito político y social; fomentar la continuidad de conocimientos y saberes de la tradición cultural que garanticen esquemas interpretativos del sujeto y la identidad cultural (Prestes, 1996, p. 107).
La configuración de la identidad del “yo” supone la comprensión de que la formación de los seres humanos solamente puede ocurrir de modo intersubjetivo y recurriendo al lenguaje comunicativo. De esta manera, es necesario que los procedimientos pedagógicos prioricen el desarrollo de la competencia comunicativa de los estudiantes y, al mismo tiempo, no dejen de lado los elementos interactivos, éticos y estéticos. Una identidad del “yo” adecuada a las necesidades y a los desafíos del mundo actual solamente será posible si, en la práctica pedagógica, se consideran la capacidad procesal y el carácter lingüístico e interactivo de la formación de los sujetos competentes. Únicamente por medio de la participación en el diálogo y el aprendizaje del comportamiento comunicativo se podrá desarrollar la competencia comunicativa y configurar la identidad del “yo”.
Referencias
Bolzan, J. (2005). Habermas: razão e racionalização. Ijuí: Unijuí.
Boufleuer, J. P (2001). Pedagogia da ação comunicativa: uma leitura de Habermas (3a ed.) Ijuí: Unijuí.
Descartes, R. (1983). Discurso do método. Sao Paulo: Abril Cultural.
Fensterseifer, P. E. (2001). Educaçãofísica na crise da modernidade. Ijuí: Unijuí.
Goergen, P (2004). Teoria da ação comunicativa e práxis pedagógica. En C. A. Dalbosco, G. L. Trombetta y S. M. Longhi, S. M. (orgs.), Sobre filosofia e educação: subjetividade e intersubjetividade na fundamentação da práxis pedagógica. Passo Fundo: UPF
Habermas, J. (2002a). O discurso filosófico da modernidade: doze linóes. São Paulo: Martins Fontes.
(2002b). Pensamento pósmetafísico: estudos filosóficos (2a ed.). Rio de Janeiro: Tempo Brasileiro.
(2002c). Racionalidade e comunicado. Lisboa: Edições 70.
(2003a). Teoría de la acción comunicativa, I: racionalidad de la acción y racionalización social (4a ed.). Madrid: Taurus.
(2003b). Teoría de la acción comunicativa, II: crítica de la razón funcionalista (4a ed.). Madrid: Taurus.
(2004). Verdade e Justificação: ensaios filosóficos. São Paulo: Loyola. Hermann, N. (2001). Pluralidade e ética em educação. Rio de Janeiro: DP&A.
Horkheimer, M. y Adorno, Th. W (1985). Dialética do esclarecimento. Rio de Janeiro: Jorge Zahar Ed.
Kuhn, Th. S. (2006). A estrutura das revoluções científicas. 9 ed. Sao Paulo: Perspectiva.
Mead, G. H. (1992). Mind, self, & society: from the standpoint of a social behaviorist (vol. 1). Chicago: The University of Chicago Press.
Prestes, N. H. (1996). Educação e racionalidade: conexões e possibilidades de uma razão comunicativa na escola. Porto Alegre: Edipucrs.
Читать дальше