CONTEXTUALIZACIÓN

Hemos vivido, hasta este momento, una década del nuevo milenio. Acontecimientos sociales, políticos y científicos demuestran que nuestro mundo se está transformando a un ritmo acelerado, y ya no es el mismo de finales del siglo pasado. Las últimas certezas, ya sean del orden metafísico, o del orden de la racionalidad científica, han sido derribadas por los golpes de la propagada pluralidad, del relativismo y de la irracionalidad. Atravesamos una época de crisis.
Vivimos en un tiempo confuso que al inclinarse sobre sí mismo descubre que sus pies son un cruce de sombras; sombras que vienen del pasado que en un momento pensamos aun no ser, y en otro pensamos que ya hemos dejado de ser; sombras que vienen del futuro que en un momento pensamos ser, y que en otro pensamos que nunca llegaremos a ser (Santos, 2004, p. 13).
Hay consenso entre los pensadores actuales en el sentido de que, por diversos motivos, afrontamos una crisis sistémica en la sociedad, la cual se refleja en las innumerables paradojas a las que nos enfrentamos diariamente. Tal crisis, resultado de una pluralidad de condiciones, se extiende desde el siglo XX a todas las esferas de la sociedad, provocando cambios significativos en las esferas económica, científica, ética, estética, antropológica e, incluso, educativa. Sus efectos se sienten en la profunda ambigüedad y desconcertante complejidad del tiempo presente, “un tiempo de transición, en sincronía con muchas cosas que están más allá o más acá de él, pero desacompasado con respecto a todo lo que lo habita” (Santos, 2004, p. 15).
La escuela, institución social con un papel relevante en la transmisión cultural, la reproducción social y la realización de procesos de subjetivación, se ve también inmersa en este contexto de crisis. Ante una realidad que desorganiza y disloca los referentes epistemológicos, ético-morales, estéticos, antropológicos y axiológicos de la sociedad, nos preguntamos: ¿De qué manera esa crisis afecta la escuela y la posibilidad de construcción del conocimiento en la educación? ¿A partir de qué presupuestos teóricos es posible construir una nueva comprensión acerca del conocimiento y la formación humana en los días actuales?
Intentaremos discutir estas cuestiones, y centraremos nuestra investigación en la perspectiva teórica de Jürgen Habermas, ya que entendemos que la Teoría de la Acción Comunicativa nos presenta una posibilidad viable de comprender el contexto de crisis que estamos viviendo, tanto en la esfera de la sociedad como un todo, como en el campo específico de la educación.
Se presenta, en un primer momento, el cuadro general de crisis de la sociedad como un correlato de la crisis del paradigma de la racionalidad moderna. Para ello, se explicitarán algunas categorías y características que configuran lo que se ha denominado la Modernidad. En conjunto con los elementos que lo componen, se presentan algunas críticas dirigidas a él. A continuación, se analizan algunas de las implicaciones de la crisis de la racionalidad moderna para el campo educacional.
En un segundo momento, se trabajará con la hipótesis de que la Teoría de la Acción Comunicativa, tal como es sugerida por Jürgen Habermas, puede servir como un modelo interpretativo con miras a la superación de la crisis de la racionalidad moderna, a un nuevo modo de estructuración del conocimiento y a una nueva concepción de los procesos de formación humana. En el contexto del actuar comunicativo, se podrán entender los procesos de formación de la identidad y de la subjetividad como procesos progresivos de individualización socializadora en el medio lingüístico e interactivo.
Para finalizar, se abordará la posibilidad de comprender la educación a través de la comunicación. O sea, se argumentará a favor de una pedagogía de la acción comunicativa. Esta supone esfuerzos dirigidos a la formación de la competencia comunicativa y a la formación de identidades armónicas con los desafíos que la sociedad contemporánea impone a los diversos sujetos sociales.
La crisis paradigmática actual y su influencia en la educación
La crisis que estamos viviendo es básicamente una crisis paradigmática de los fundamentos y las bases a partir de las cuales se constituyeron la sociedad, la ciencia y el conocimiento. Se trata de un amplio proceso de contestación de los ideales, las prácticas y los modelos basados en la racionalidad moderna que todavía son el soporte de la sociedad en que vivimos. Dicho proceso contestatario se extiende a los ámbitos filosófico, científico y, de igual manera, al campo educativo.
Nuestra lectura de la crisis de la sociedad moderna está directamente relacionada con una determinada crisis paradigmática, es decir, está relacionada con el modo de funcionamiento de la razón moderna. Esta comprensión de la realidad no constituye una arbitrariedad o una simplificación. De acuerdo con Jürgen Habermas (2002b), “se volvió una costumbre aplicar a la historia de la filosofía el concepto de ‘paradigma’, derivado de la historia de la ciencia, y dividir las épocas históricas con la ayuda de ser, conciencia y lenguaje” (pp. 21-22).
La noción de paradigma que se asume en este texto tiene su origen en la historia de la ciencia, con base en los aportes de Thomas Kuhn y de su obra La estructura de las revoluciones científicas. Con el paso del tiempo la formulación de este concepto ha sido aceptada por otros campos del conocimiento, haciéndose presente en el discurso científico y también en las llamadas ciencias humanas. En la obra citada, Kuhn usa el término paradigma en dos sentidos prioritarios:
Por un lado, indica todo el conjunto de creencias, valores, técnicas etc., compartidas por los miembros de una determinada comunidad. Por otro lado, denota un tipo de elemento de ese conjunto: las soluciones concretas a los rompecabezas, que cuando son empleadas como modelos o ejemplos, pueden reemplazar a las reglas explícitas como base para solucionar los demás rompecabezas de la ciencia normal (Kuhn, 2006, p. 220).
Al afirmar que la crisis que estamos viviendo es paradigmática, estamos obligados a reconocer que su centro es el constructo teórico epistemológico de la ciencia y del pensamiento moderno. Se trata, desde nuestro punto de vista, de la crisis del paradigma de la modernidad, denominado también como paradigma cartesiano newtoniano o de la subjetividad. Por ello, para entender mejor esa crisis, sus alcances e influencias, incluso en el campo de la educación, es necesario presentar, en secuencia, las principales características del mismo, y algunas críticas dirigidas a él y a la situación de la educación dentro de este contexto.
Características del paradigma moderno
Las denominadas ciencias humanas tienen, casi en su totalidad, sus orígenes conceptuales anclados en los principios epistemológicos de racionalidad moderna. El advenimiento de la Modernidad opera una ruptura de los vínculos y los significados metafísicos entre los sujetos y las cosas, propia del pensamiento antiguo.
El sujeto como ser pensante —res cogitans— se diferencia y se aparta del mundo entendido como el conjunto de las cosas —res extensa—. La doctrina cartesiana de las dos sustancias separa y diferencia cualitativamente el ser humano del mundo y de la naturaleza. El hombre existe como sustancia pensante: cogito ergo sum. El pensamiento, que se piensa a sí mismo, es la única certidumbre de la existencia y la condición de posibilidad de cualquier saber. En este sentido, afirma Descartes (1983):
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