b) Necesidad de seguir el planteamiento del Padre Fundador
En segundo lugar, quisiera decir que para enfrentar el tipo de problemas que queremos analizar, no podemos abandonarnos a “tincadas” schoenstattianas. No podemos argumentar que llevamos varios años en el Movimiento y puesto que Schoenstatt crea una mentalidad orgánica, toda persona con cinco o diez años en el Movimiento, debe poseer ya, necesariamente, una cierta mentalidad schoenstattiana que le permita –de una manera más o menos espontánea– enfocar bien las cosas.
En parte, esto es cierto: mientras más se está en el Movimiento más schoenstattiana se vuelve nuestra mentalidad. Sin embargo, es necesario tener presente otra cosa: aquí estamos tratando temas sobre los cuales el P. Kentenich ha sido muy explícito. Aquí uno no tiene entonces el derecho a dejarse llevar por sus intuiciones o “tincadas” schoenstattianas. En temas que el Padre Fundador no ha tocado, sin duda que sí. Puede ser también que, en la Universidad o en el barrio se nos presenten situaciones totalmente nuevas. Ahí no puedo ir a consultar un libro schoenstattiano. Tal vez el P. Kentenich no nos ha planteado nunca ese problema concreto que me ocupa. Ahí uno está solo y entonces, tiene que actuar según su criterio schoenstattiano personal. Pero cuando se trata de temas generales, sobre los cuales el Padre Fundador se ha explayado tanto, yo no tengo derecho a proponer cosas en nombre de Schoenstatt (personalmente puedo actuar como quiera), pensando que las soluciones que yo traigo son schoenstattianas por la simple razón de que yo soy schoenstattiano.
Pues bien, sobre este tipo de problemas que hoy nos ocupan, el P. Kentenich ha sido muy claro y ha hablado mucho. Es “el” tema al cual el Padre Fundador le dedicó toda su vida. No se trata de un problema de detalle como, por ejemplo: si tengo un problema familiar, porque uno de mis niños es muy rebelde. En este caso puedo indagar sobre qué ha dicho el P. Kentenich sobre la manera de tratar niños rebeldes, qué consejos dio para situaciones como la que me aflige. En Schoenstatt hemos encontrado solución para muchos de estos problemas. Los casados para educar a sus hijos, los profesionales para valorizar el trabajo profesional, otros han encontrado en el Padre Fundador principios para llevar una vida de oración más seria, para valorar el sexo, el amor humano, etc. El P. Kentenich tiene principios casi para todo y es cosa de saber buscarlos en sus escritos. Pero ¿dónde están los principios, los consejos que el Padre Fundador dio frente al problema social, frente al capitalismo, frente al socialismo? Es toda la obra del P. Kentenich la que responde a esto. Hay temas parciales, o de detalles, sobre los cuales el Padre Fundador ha dado diferentes orientaciones. Puede ser que, en un caso concreto, tal o cual consejo del P. Kentenich no haya dado el fruto esperado, no importa, la autoridad del Padre Fundador no pierde nada con eso. En cambio, aquí los temas que ahora vamos a ver constituyen la misión propia del P. Kentenich y de Schoenstatt.
El Padre Fundador siente que Dios lo hizo nacer precisamente para dar respuesta a estos problemas, que para eso Dios hizo nacer a Schoenstatt dentro de la Iglesia, que todo el carisma que poseen él y Schoenstatt es para responder a este tipo de problemas. Por eso, si aquí él no diera en el blanco, entonces Schoenstatt y el P. Kentenich, no sirven para nada, porque fallaron en lo que proclaman como su misión propia.
Es muy importante conocer el pensamiento del Padre Fundador sobre estos temas, pues aquí tocamos el núcleo de su misión. Si no participamos de su visión sobre estas cuestiones, no entenderemos nada de la estrategia de Schoenstatt, de la pedagogía de Schoenstatt, de los criterios de acción que el P. Kentenich aplica. Toda la formación y la estrategia schoenstattiana dependen de la visión que el Padre Fundador tiene de estos problemas.
c) La perspectiva en que el P. Kentenich plantea los problemas
A partir del año 1912, desde su primera plática, desde el Acta de Prefundación, el Padre Fundador señala un problema fundamental: el COLECTIVISMO.
El capitalismo y el marxismo son para él dos manifestaciones de este mismo y único problema que él ha llamado “colectivismo”. Para descubrir cómo el P. Kentenich llega a este diagnóstico, tenemos que preguntarnos en qué perspectiva se colocó para hacerlo.
El Padre Fundador no es ideólogo, el P. Kentenich no es una persona que se sentó en una mesa a hacer reflexiones de tipo filosófico, político o económico sobre los males del mundo. El Padre Fundador es, en primer lugar, un pedagogo, un psicólogo, es las dos cosas juntas: un psicólogo con grandes dotes de pedagogo o un pedagogo con una inmensa sensibilidad psicológica. O dicho de una manera más simple, el P. Kentenich fue un gran realista, un hombre con una inmensa sensibilidad para la vida. No se sentó en un escritorio para pensar cuales eran los problemas de hoy, sino que los detectó en la vida misma de los hombres. El Padre Fundador fue una persona dotada de una capacidad de contacto sumamente profundo y personal con miles de hombres de diferentes nacionalidades. Él quiso medir o llegó a medir la problemática de nuestro tiempo no en abstracto, sino a través de los efectos reales que él veía que estaba produciendo en la gente la cultura y la civilización modernas, a través de esa mentalidad y actitud profundas que el funcionamiento moderno va imprimiendo en el mundo de hoy. Él partió de la realidad de vida sin ningún prejuicio a priori, sin ningún prejuicio ideológico, simplemente observando lo que se daba.
Me parece importante detectar esto, porque coloca al P. Kentenich en una perspectiva que hoy se valoriza sobremanera, es una perspectiva realista y vital. El hombre moderno, en general, como consecuencia de toda una crisis cultural que viene desde el Renacimiento, tiene sed de realismo. Desde entonces el hombre ha ido perdiendo la confianza en la filosofía, en el poder del pensamiento puramente especulativo. Ello ha sido consecuencia de ciertas filosofías que lo llevaron a esa desconfianza. Especialmente Kant marcó un punto muy importante en todo este desarrollo.
Después de varios siglos de buscar e intentar dar salida a los problemas del mundo mediante esfuerzos de reflexión, mediante esfuerzos filosóficos que no le condujeron a soluciones definitivas, el hombre moderno descubrió la técnica y esta le permitió alcanzar transformaciones en el mundo que él podía palpar. La técnica realmente cambia al mundo y el hombre moderno que es un entusiasta de la técnica, que ama lo real, a quien no interesa tanto el debate ideológico, especulativo, sino que va al hecho, cree encontrar en ella respuesta a sus inquietudes.
Esto tiene lados negativos, pero también hay un lado positivo. Ello se ve en Marx, que era un hombre realista y a quien no le interesaba tanto reflexionar sobre el mundo sino cambiarlo, ser eficaz. Sin duda, este realismo del marxismo es lo que atrae hoy a la juventud. El marxismo tiende sus manos no a ideas sino a realidades. Por eso, quien quiera ser un buen marxista, debe permanecer en contacto con la vida.
El Concilio sigue la misma línea, definió a la Iglesia en una perspectiva totalmente realista. Por eso puso al centro lo que es más real de todo, la vida. Para el Concilio Vaticano II, la Iglesia es la comunidad de los que participan de la vida de Dios y lo más importante es la intensidad de esta vida. La Iglesia está bien cuando la vida divina está siendo más fuerte en ella. Esto significa un gran progreso respecto a una visión intelectualizada y jurídica de la Iglesia que primaba antes del Concilio. Antes de él, se pensaba que la Iglesia era en primer lugar la transmisora de las “verdades” divinas y que lo más importante era que los cristianos tuvieran claras las ideas, la fe. Por eso, lo más nefasto era que alguien proclamara una idea que no concordara a precisión con la que se había definido. En el Concilio se dice: importa la vida. Dios también transmitió verdades a los hombres, pero les reveló esas verdades para que puedan vivir mejor. De hecho, el hombre piensa para vivir, no vive para pensar. El pensamiento está en función de la vida, para que esta sea mejor. La Iglesia del Concilio proclamó eso, nosotros los cristianos poseemos ciertas verdades, pero esas verdades tienen por sentido, por fin, ayudarnos a vivir mejor.
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