Creemos que Chile está pasando por una época así. La inseguridad la sienten todos. Hay clases sociales en Chile que han vivido siempre en la inseguridad; hay otros grupos que estaban más seguros y que ahora por primera vez, están sintiendo lo que significaba la inseguridad, el no saber si mañana van a tener trabajo o qué va a pasar en el futuro. Todos estamos en la misma situación. El sistema social, económico y político parecía sólido, inquebrantable, pero la crisis ha puesto de manifiesto que es frágil y vulnerable. Estamos viviendo una época caracterizada por la incertidumbre, por el miedo y por la inseguridad como destino colectivo. Hoy todo cruje.
Junto con sentir la necesidad de una base sólida, nos golpea el desafío al heroísmo. En muchas murallas aparecía escrito el nombre del Che Guevara, de Ramona Parra y de otros “héroes del pueblo”; están las iniciales del MIR. Sabemos que los miembros del MIR fueron capaces de vivir como prófugos por mucho tiempo; sabemos también que a la juventud le entusiasma ese deseo de comprometerse con una causa, de comprometerse con la historia dejándolo todo; dejando las seguridades de una vida burguesa cómoda, de la vida familiar, arriesgando incluso la propia vida. Esta inseguridad, este desafío al heroísmo, a la entrega total a una misión, es el marco en que deben inscribirse estas conferencias porque no podemos ser indiferentes a la crisis de sentido que ha activado esta situación que vivimos. No puede sernos ajeno el sufrimiento del otro. En ello nos jugamos la humanidad, nuestra condición de seres humanos. Si un ciudadano tira la toalla porque cree que no hay nada más que hacer, no solo ha fracasado él; hemos fracasado todos.
2. Nuestro punto de partida: la fe en el carisma del P. Kentenich
Queremos hacer un estudio sobre el capitalismo y el marxismo. Nos interesa ver hasta qué punto el pensamiento del Padre Fundador ilumina la problemática tan discutida en torno a estos temas. Para poder valorizar este aporte, se supone la fe en el carisma del P. Kentenich. Por eso nos reunimos solo schoenstattianos: pues partimos de la base de nuestra fe en que el Padre Fundador es un profeta para la Iglesia de hoy, que Dios le ha dado una tarea en este sentido. Creemos en su pensamiento porque ya hemos experimentado su validez en nosotros mismos; creemos en sus principios, en sus criterios pedagógicos, porque nos han ayudado a nosotros mismos, a nuestros grupos. Creemos que él tiene un aporte que dar, porque este aporte ya lo hemos sentido como beneficioso en nosotros. Creemos que el P. Kentenich tiene algo que decir frente al problema social, frente a este debate entre capitalismo y marxismo. Partimos de esta fe que no es una fe ciega, sino una fe experimentada. Nosotros creemos que Schoenstatt tiene una gran misión. Pero hoy día es imposible creer en un movimiento católico que posea una gran misión para la Iglesia actual y la sociedad, sin pensar que de alguna manera esa misión repercuta en el problema social.
En el Concilio Vaticano II, la Iglesia se definió a sí misma como una Iglesia servidora del mundo. Schoenstatt quiere ser alma de esa Iglesia. El Padre Fundador estaba convencido, desde un comienzo y especialmente después del Concilio, que Schoenstatt tenía un papel fundamental que desempeñar en la realización del Concilio Vaticano II; que la Familia de Schoenstatt había sido suscitada especialmente por Dios en el seno de la Iglesia, para ayudarla a hacer verdad el Concilio Vaticano II. No recuerdo si lo dijo textualmente así, pero así lo sintió, como también lo sentimos muchos de nosotros. Siempre en la historia de la Iglesia ha habido momentos de grandes reformas y renovación que se han identificado hasta cierto punto (no en forma exclusiva) con comunidades y corrientes determinadas de espiritualidad. Por ejemplo, para mencionar un caso, pensemos en el Concilio que presenta mayor paralelismo con el Vaticano II: es el Concilio de Trento. Sin lugar a duda, hubo en la Iglesia de esa época muchas comunidades y grupos que la ayudaron a hacer vida ese Concilio tan importante para su tiempo. No obstante, fueron los jesuitas quienes, de una manera especial, se hicieron como abanderados de la gran renovación de Trento. Así creemos que a Schoenstatt le cabe hoy un papel especial en la realización del Vaticano II.
La frase que el P. Kentenich pronunció por primera vez en el año 1929, la repitió innumerables veces, sobre todo después del Concilio Vaticano II: “A la sombra del Santuario se codecidirán de manera esencial los destinos de la Iglesia por siglos”. ¿De qué Iglesia se trata? De una Iglesia que se ha proclamado servidora del mundo. ¿Y de qué mundo? De un mundo convulsionado por problemas sociales, económicos y políticos muy graves. Si un movimiento que va a jugar un papel esencial en una Iglesia que es servidora del mundo no tiene un mensaje que ayude a esa Iglesia, a ese mundo, a resolver esos problemas concretos, entonces es absurdo pensar que ese movimiento pueda tener una gran misión o un gran mensaje para nuestro tiempo.
3. Importancia del planteamiento correcto del problema
Quisiera decirles al comenzar, que este tema exige dar una visión de conjunto de todo el pensamiento del Padre Fundador, lo que es sumamente difícil. El tiempo es corto y al querer hacer una síntesis tan general de lo que el P. Kentenich piensa, normalmente muchas cosas quedan al margen.
a) Planteamientos falsos
Creo que al enfrentar este tema –la situación de los cristianos frente al mundo de hoy, el cristianismo frente al marxismo o como se le quiera llamar– debemos partir de un principio fundamental que es necesario aclarar desde un comienzo: no podemos permitir que sean otros los que nos plantean los problemas. La forma en que se plantea un problema condiciona desde ya la respuesta que se le va a dar. Me parece que una de las cosas que más pueden confundirnos hoy día a nosotros, los schoenstattianos, es partir de un planteamiento de la cuestión diferente al seguido por el Padre Fundador. Actualmente hay muchas personas que plantean el problema que ahora nos interesa y cada uno lo hace en la forma que más le conviene, o sea, de manera que no exista una solución del problema fuera de la que cada uno quisiera darle. Estamos viviendo en un mundo que acostumbra a pensar en base a slogans y frases predeterminadas o ya hechas y los problemas se plantean también en base a slogans. Pero, si alguien acepta ese planteamiento tal como se le presenta, necesariamente llega a la solución convenida de antemano.
En concreto: los problemas más urgentes que enfrenta Chile están presentados normalmente desde perspectivas políticas o desde perspectivas económicas y son los partidos políticos los que proponen las disyuntivas. En Chile, se plantea hoy, principalmente, la disyuntiva: capitalismo- socialismo. ¿Y quiénes la proponen? Los capitalistas o los socialistas marxistas. Si nosotros dejamos que el problema se presente en tal forma, nos metemos en un callejón sin salida, porque quedamos obligados a decidirnos o por el capitalismo o por el marxismo.
También se nos invita a decidirnos por diferentes valores que evidentemente son buenos y que hay que salvar, pero que se nos presentan igualmente en forma de disyuntiva. Por ejemplo, se nos pregunta: ¿qué es lo más importante: la persona o la sociedad? ¿Están primero los valores personales de libertad individual o los de solidaridad? Nuevamente se nos coloca aquí en un callejón sin salida. Porque si aceptamos este planteamiento, tenemos que decir: o lo primero o lo segundo, e inmediatamente caemos por la pendiente capitalista o por la pendiente marxista. Y así sucede con muchos problemas que hoy día han sido planteados desde perspectivas no cristianas. Tenemos que tomar conciencia del ambiente en que estamos viviendo y que desde hace muchos años está dominado por una mentalidad capitalista que no es cristiana. Incluso hay toda una defensa o un planteamiento defensivo de valores en sí nobles (como la libertad personal) que han sido propuestos desde una perspectiva capitalista. La libertad y la solidaridad son en sí mismas dos valores cristianos, pero no todos los planteamientos que andan flotando hoy, con relación a la defensa de la libertad y la solidaridad, parten desde una perspectiva cristiana, sino desde perspectivas capitalistas o marxistas. Desde luego vienen de esas perspectivas todos los planteamientos que tratan de oponer este tipo de valores (o los personales o los sociales) llamando a preferir uno de los dos. Un cristiano no puede aceptar este dilema entre persona y sociedad.
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