A partir de la postura marxista, se ha analizado la sociedad capitalista o consumista en que vivimos como una sociedad basada en el engaño, las apariencias y el encubrimiento, con claroscuros y ocultamientos de la realidad, llamado mundo de la pseudoconcreción por Kosik (1963), donde los individuos son tratados como cosas o, mejor dicho, son cosificados.
Las instituciones de salud están desvinculadas del sentir de los individuos, el “usuario de la salud” pasa a ser un logro de ahorro o de gasto económico, en lugar de un enfermo que padece dolor y necesita ayuda (Ilich, 1963).
A pesar de que las estrategias gubernamentales ( Frenk, 1991) esperaban la transición epidemiológica descrita por Omran (1971) de un cambio en el tipo de frecuencia de enfermedades, transitando de un cambio de enfermedades infectocontagiosas al aumento de enfermedades crónicas no transmisibles, no se ha podido detener esta tendencia. El modelo curativo, que en fechas recientes se ha tratado de remplazar por otro preventivo, ha tenido poco eco debido a que los programas educativos de las carreras de salud están dirigidos a aprender los procesos fisiopatológicos, los diagnósticos, la terapéutica, la rehabilitación y la supervivencia, pero no ocurre lo mismo con los procesos preventivos y su forma de limitarlos. Apenas ahora empiezan a tener un auge, porque los males crónicos como diabetes, hipertensión, enfermedad cardiovascular, cáncer, insuficiencia renal, entre otros, consumen la mayor parte del gasto en salud e incapacita a buena parte de la población productiva.
Pareciera que las ciencias, sobre todo las relacionadas con la salud como la medicina, la nutrición, la odontología, etcétera, tienen la base de su conocimiento sólo en el empirismo. Recordemos que según esta corriente de pensamiento el conocimiento se basa en la experiencia y la percepción de los sentidos son la parte esencial para el saber; el hombre es una hoja en blanco cuyos conocimientos sólo se pueden obtener a posteriori y dependen de la experiencia, como describen sus principales exponentes: John Locke, George Berkeley y David Hume.
Por su parte, el rol de Immanuel Kant con el criticismo tiene una relevancia especial porque pone en evidencia la importancia de la razón y de la experiencia en la construcción del conocimiento científico, donde es la experiencia generalmente el punto de inicio del conocimiento, sin embargo, este no siempre procede de aquella. Actualmente esta postura, entre el racionalismo y empirismo en forma general, es la base del desarrollo del conocimiento científico en las ciencias de la salud, pero con algunas connotaciones que iremos delimitando.
Hoy por hoy, gran parte del conocimiento científico en ciencias de la salud se construye cobijado por el positivismo: hemos sido educados con esta fundamentación epistemológica. Por ejemplo, se puede analizar como conocimiento la publicación en los periódicos sobre el efecto del agua de tlacote sobre la curación del sida; el personal de salud considerará esta declaración poco seria y demandará la demostración científica positivista, esperando se ofrezcan evidencias de la observación, la experimentación y la comprobación de los hechos.
Se han desarrollado corrientes posteriores al positivismo como el positivismo lógico. A inicios del siglo XX Moritz, Shlick, Ludwigh Wittgenstein, Rudolf Carnap y Hans Reichenbach, entre otros no menos importantes, conformaron el círculo de Viena como un grupo de reflexión epistemológica. Reconocían el empirismo como un principio esencial del conocimiento, con un rechazo total a la metafísica; identifican la importancia del análisis de la verificabilidad de la ciencia y determinan el papel de la lógica en el conocimiento científico.
Falsacionismo: Karl R. Popper
La definición de lo que es científico se ha descrito por muchos autores como “criterios de demarcación de la ciencia”. Karl R. Popper (1902-1994) no perteneció al círculo de Viena, pero sí tuvo una relación con ellos. Su propuesta ahora domina la forma en que obtenemos el conocimiento científico.
Para definir la ciencia se postula que el conocimiento avanza basado en refutaciones o falsaciones, no en verificaciones, y las hipótesis deben ser refutadas, no verificadas. No se pretende comprobar verdades que pueden ser tendenciosamente verificadas.
Una analogía con el sistema legal puede facilitar el entendimiento de la diferencia entre verificación y falseabilidad. De acuerdo con la ley, ante una denuncia, se es culpable y se buscan las evidencias para verificar que se es culpable. El ejemplo actual es el de Rafael Márquez, futbolista mexicano con un prestigio intachable, que es señalado como socio de narcotraficantes porque tuvo contacto con uno de ellos. Ahora la ley buscará todas las evidencias para declararlo culpable. Si existiera en la ley un sistema de falsación no se le podría acusar de culpable a menos que se demostrara o encontraran evidencias fehacientes de que no es inocente —cultivo o venta de drogas— y sólo entonces se aceptaría la posibilidad de culpabilidad.
En la postura del falsacionismo, que predomina en nuestro modelo actual, no es posible verificar que un fármaco es efectivo, la ciencia no se puede atribuir condiciones a menos que tenga evidencias para refutar o rechazar la proposición de negación (hipótesis nula), y sólo entonces es posible aceptar como posibilidad la efectividad del fármaco (hipótesis alterna). Esta teoría es esencial porque dará la base del conocimiento científico.
A partir de Popper el conocimiento en general pretende rechazar lo conocido para considerar las diferencias, que significa falsear la realidad conocida. Para ser más claros, si se estudia el poder del agua de limón para curar el sida —hasta la fecha no existen evidencias de su efecto— se plantean dos hipótesis: la nula, que es la verdad que se conoce, sostiene que el agua de limón no tiene efecto sobre la cura, y la alterna, que señala que sí lo tiene.
En el falsacionismo si se rechaza la hipótesis nula, sólo entonces se considera la posibilidad de la hipótesis alterna. Y viceversa, si se acepta la hipótesis nula entonces la hipótesis alterna tiene posibilidades de ser verdad.
Lo anterior se sustentará en otros capítulos con más detalle, pero permite comprender que los datos que se obtienen de las investigaciones donde para aceptar que existe una diferencia, cambio o mejoría expuesta en la hipótesis alterna, se deben aceptar o rechazar con un entendimiento epistemológico que sustentará el modelo estadístico en términos de la probabilidad de que ocurra. Lo anterior se logra a partir del entendimiento de la falsación, al menos de los datos que cuantifican el efecto de drogas, la supervivencia, la calidad de vida y los cambios en los signos y síntomas de las enfermedades, entre otras. Todas las publicaciones científicas de prestigio o arbitradas identifican lo científico a partir de esta fundamentación, de aquí parte la comprensión del nivel de significancia y su entendimiento se ve reflejado en la mayoría de las investigaciones en ciencias de la salud.
Ha habido diferentes discusiones contra el método hipotético deductivo, pero se destaca la desarrollada por Paul Feyerabend, quien se autoproclama “anarquista de la ciencia”. Él discute la posibilidad del conocimiento basándose en los errores científicos y los contextos históricos, los cuales, desde mi punto de vista, son debatibles, pero rebasan la concepción de este manuscrito.
Los paradigmas, otra visión
Thomas S. Kuhn, en su libro La estructura de las revoluciones científicas, propone el término paradigma como “modelos universales para soluciones, que en un momento dado son reconocidos por la comunidad científica”.
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