Esa visión crítica, como habilidad crucial del psicólogo, alimenta la reflexión frente a las prácticas profesionales que exponen la debilidad de cada una de sus diferentes perspectivas, como bien las describen Mahoney (1991), en su ensayo sobre las técnicas psicoterapéuticas, y Chanlat (1990), en su ensayo sobre las limitaciones que la psicología presentó en cuanto a la comprensión de la relación del hombre con el trabajo. Mahoney (1991) analiza los distintos abordajes desde la psicoterapia y los confronta entre sí, para revelar las potencialidades de la articulación de la subjetividad en la existencia. Chanlat (1990) aborda la tradicional alianza entre la psicología y la gestión del trabajo, para dar cuenta del riesgo que implica el sesgo de hacerse ciencia y práctica profesional, fragmentando los problemas. La fragmentación facilita la percepción limitada de las causas y los efectos aislados, ignorando que son parte de una totalidad que revela causalidades complejas. Según Chanlat, esa limitación permitió que la investigación sobre el desempeño descuidara del reconocimiento de las causalidades inconscientes. Si el psicólogo estuviera apoyado en esa visión crítica, el riesgo de descuidos sería menor.
De acuerdo con Granger (1993), el objeto de la psicología puede ser estudiado de diferentes modos, repitiendo su pregunta ¿hay una o distintas ciencias en ella?, lo que implica ubicar al estudiante frente a la necesidad de reflexionar, siguiendo las trayectorias de las dudas, las cuestiones y las críticas de los autores que construyeron los distintos abordajes que constituyen la psicología. La formación será segura a través de la interlocución pluralista que representa la diversidad de los criterios epistemológicos. Esa forma de aprendizaje plantea la cuestión de la honestidad en la formación profesional del psicólogo. El alumno se enriquecería si fuera capaz de vivenciar esas dudas. El pluralismo actúa como una herramienta para la escogencia de técnicas de trabajo para el psicólogo. Ese mismo camino aparece en la investigación sobre las vacunas para la covid-19, que hoy ofrece decenas de diferentes formulaciones a los biólogos.
Tanto la psicología como la sociedad enfrentan la transición de la naturaleza epistemológica que hoy desafía las ciencias con la virtualización de los eventos y, por otro lado, la transición de los modos de vida y de acción mediados por la alta velocidad de los eventos, que dificulta la necesaria adaptación de los individuos y los grupos a las nuevas contingencias de la existencia (Zuboff, 2019). Esas transiciones hacen del estudiante de psicología un investigador científico desde su primer día de clase. Ese espíritu de investigación es una habilidad crucial, porque además de la diversidad epistemológica, los aprendices son tentados a reducir el conocimiento a la adquisición y la actualización de informaciones, como si estas fueran condiciones suficientes para la comprensión que la intervención profesional requiere del psicólogo. El psicólogo de la POT vive la paradoja de cuidar de la adaptación en un contexto competitivo donde la regularidad es el cambio.
Con frecuencia, el aprendiz espera solamente el aprendizaje de soluciones, cuando debería esperar insumos para transformarlos en soluciones. Esta postura contradice los planteamientos expuestos por Mahoney (1991). Esa expectativa es frecuente porque el mundo de la psicología es complejo y el buceo en el mundo de las informaciones sin la demanda de reflexión fomenta el trabajo profesional como actividad técnica, cuando esta es solamente el instrumento.
La sensibilidad frente a las dudas y la diversidad de caminos y soluciones es una habilidad que requiere maduración, que requiere un aprendizaje de largo plazo, adquirido a través del remplazo de la subordinación a la racionalidad cuantitativa por la experiencia desde la reflexión crítica. La pericia profesional del psicólogo no se reduce a la implementación de procedimientos correctos, sino que incluye la comprensión de la existencia humana en sociedad, en la que el problema y la solución no son etapas distintas, sino integradas, tal como el contexto no es una variable, sino parte relevante del problema y de la solución. La falta de esa percepción fue la limitación de la burocratización que dominó por muchos años la aplicación profesional de la psicología en áreas como la gestión y la educación. La acción profesional es una aventura (Mendel, 1998) porque implica el esfuerzo de comprensión de la realidad y la conciencia del pluralismo en los modelos y valores que están disponibles para la intervención profesional.
El psicólogo es capacitado para el ejercicio profesional a través del contacto sistemático con la psicología y de la reflexión que lo estimula para superar posturas pasivas, como el desempeño de la burocracia y los análisis bajo la perspectiva de la cultura tecnocrática, que hoy empobrecen la comprensión de la sociedad. El psicólogo es efectivo cuando asume que su relación con la práctica es fundada en la tensión entre la comprensión crítica de la realidad y la búsqueda de efectividad en la intervención profesional. La superación de esa tensión le exige reflexión e interlocución asentadas en el conocimiento sistemático de la psicología, así como en la conciencia de que su intervención profesional construye la sociedad en la que la existencia individual refleja la indeterminación y la búsqueda de la emancipación y la autorrealización.
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