Además del seguimiento, este concepto puede aplicarse también para analizar otros factores en este ámbito. Por ejemplo, la fricción puede darse cuando los objetivos no se comunican o no se interpretan correctamente, y entonces los implementadores actúan de manera distinta a lo esperado. Puede vincularse también a las personas, que con frecuencia no están suficientemente motivadas o capacitadas. En América Latina, por ilustrar un caso, las relaciones excesivamente jerárquicas, junto con los bajos salarios y la baja profesionalización, han dificultado históricamente la implementación de las políticas. Otras veces la fricción se relacionará con el diseño organizacional de un programa, como la manera en que se divide el trabajo entre los actores involucrados en la implementación. Con frecuencia se dan también fricciones relacionadas con la infraestructura y los materiales, por ejemplo cuando el equipo de cómputo no funciona adecuadamente o no llega con la oportunidad debida.
En función de las semejanzas de la ejecución en el ámbito civil y el militar, la recomendación que hace Clausewitz (1999) a los generales es también aplicable a los directivos gubernamentales, cuyo comportamiento estratégico involucra entonces mantener una visión amplia y constante del proceso de implementación, a fin de detectar de inmediato los puntos donde la estrategia no se está ejecutando de acuerdo a lo planeado y tomar oportunamente las decisiones contingentes que correspondan.
Conclusiones
Dado que a mi parecer la influencia del agente ha tendido a ser subestimada en la ciencia política, este capítulo buscó contribuir a un mejor conocimiento de los retos y los avances que presenta el estudio de los actores para el mejor entendimiento de los procesos políticos y sus resultados. Por ello, reseñó los enfoques de diversos sociólogos, politólogos y estudiosos de las políticas públicas que han destacado la relevancia de los factores vinculados al actor, para luego presentar una perspectiva propia que ha buscado precisarlos aún más.
No obstante sus coincidencias, dichos enfoques ofrecen un panorama muy diverso de posturas teóricas, por lo que no existe un consenso alrededor de la forma o el grado en que los agentes son importantes para el proceso y los resultados de las políticas. Tampoco ha habido una claridad suficiente sobre las variables clave para observar la naturaleza de sus atributos o sus acciones, y entonces no se ha dado una investigación empírica acumulativa en este tema (limitaciones que por cierto comparten con otras perspectivas).
Por lo tanto, los denominados “enfoques centrados en el actor” (con cierta injusticia, ya que a veces también se centran en la estructura) sin duda aún tienen importantes retos teóricos, conceptuales y metodológicos que superar. Por ejemplo, los vinculados a un conocimiento más preciso sobre la relación entre medios y fines, ya que frecuentemente no queda claro cuál es el medio más apropiado para un fin. Además, en ocasiones los actores no tienen sus objetivos claros, sino que más bien los van definiendo en el curso mismo de los procesos. En relación a los autores que se han acercado al estudio del agente bajo la perspectiva de la acción racional, como Scharpf, debe notarse que siguen sufriendo de las mismas limitaciones presentes en dicha perspectiva, derivadas de asumir que los agentes siempre se comportarán estratégicamente y de manera altamente influida por el tipo de juego estratégico en el que estén involucrados. Sin embargo, como bien señaló Weber (1979), pueden no comportarse estratégicamente (por ejemplo, de forma afectiva o tradicional), o, como señaló Archer (1995), aun cuando se encuentren dentro de ciertos marcos estructurales, conservan ciertos márgenes de libertad para decidir.
Si bien el debate agente-estructura ciertamente no está resuelto ni tenemos todavía un entendimiento muy claro de la manera en que los factores asociados al actor influyen en los procesos socio-políticos, creo que estos se pueden analizar de una forma más productiva si consideramos tanto a los actores como a las estructuras, y especialmente la interacción entre ambos. Por ello, quizá la propuesta teórico-metodológica básica a rescatar de los enfoques aquí expuestos implicaría delimitar un campo de acción, definir a los agentes relevantes así como el tipo de contexto involucrado, estudiar la interacción entre los elementos asociados a ambos factores, para finalmente analizar el resultado —por ejemplo, una decisión o política pública— en función de dicha interacción.
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