El primer ensayo “¡Atención: ruinas mexicanas! Dirección única y el inconsciente colonial” es una interpretación de algunos fragmentos de Benjamin que sugieren su interés en las culturas precoloniales y coloniales de México, reflejado en su momentáneo deseo juvenil (nunca realizado) de aprender náhuatl. El ensayo se publicó originalmente en 1994, y en éste sugiero, entre otras cosas, la existencia percibida (aunque no reconocida en cuanto tal por parte de Benjamin) de un posible “inconsciente colonial” que interrumpe (en) la modernidad europea. El segundo ensayo benjaminiano, publicado originalmente en 2005, versa sobre el interés simultáneo que tuvieron Benjamin y otro marxista heterodoxo, el peruano José Carlos Mariátegui, en la obra de “Carlitos” Chaplin; para ambos, el gran productor mecánico —es decir, cinemático— de la risa anticapitalista (en una esfera cultural de izquierda —y comunista— ya internacionalizada).
La segunda sección del libro, El “maldoblestar” en la cultura, incluye ensayos sobre El Señor Presidente del escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias (1899-1974), Yo el Supremo y El fiscal del paraguayo Augusto Roa Bastos, El apando del mexicano José Revueltas (1914-1976), el cuento largo “El fiord” del argentino Osvaldo Lamborghini (1940-1985) y las crónicas-ensayos del mexicano Carlos Monsiváis (1938-2010). También incluyo en esta sección un ensayo reciente sobre uno de los escritores contemporáneos más interesantes de novelas negras estadounidense, James Ellroy. Tanto El Señor Presidente (1946), como Yo el Supremo (1974) son conocidas “novelas de la dictadura” latinoamericanas. En mi interpretación, son también versiones —es decir, transformaciones — regionales de la novela histórica en las que se producen relatos que son Estado-céntricos, en vez de relatos centrados en la sociedad civil (o burguesa), como en las versiones europeas (según lo ha teorizado Georg Lukács). Esta idea tiene dos dimensiones: una particular, respecto de los textos individuales, y otra más general, acerca de la versión de la historia cultural que se sugiere en este libro, en cuanto totalización interpretativa de la literatura en América Latina. La primera dimensión se vincula con las relaciones políticas que se establecen en cada uno de los diferentes textos analizados. La segunda se relaciona con la experiencia específica del capital en América Latina, en la cual lo mercantil —y sus sujetos, por ejemplo, mercados y burguesías— es subordinado al dispositivo estatal —y sus sujetos, como las instituciones militares y terratenientes. En la novela de Asturias, por ejemplo, se intenta interpretar esta relación a través de uno de sus neologismos más sobresalientes: “maldoblestar”, el malestar (que se experimenta, por ejemplo, en el doblar represivo de campanas) de la literatura misma al representar-mimetizar (y, así, también doblar) al Estado dictatorial.
Lo que se pone en juego en los intentos de distanciarse y resistir al poder estatal en la novela de la dictadura, a la vez que se lo representa, es la dialéctica política de la autonomía y dependencia de lo literario en la región. Por esto, el neologismo del autor guatemalteco es título del conjunto de esta sección del libro, en la que trato de consignar el “maldoblestar” constituyente de la literatura en cuanto forma sociocultural en América Latina. Por su parte, en Yo el Supremo tal dialéctica se dramatiza a través de las figuras del narrador-dictador (dependencia política), por un lado, y del narrador-compilador (autonomía literaria de la política), por el otro —es decir, de su identidad y su diferencia—. Estos ensayos se publicaron originalmente en 2000.
El ensayo sobre Revueltas trata de destacar algunos aspectos filosóficos de su novela corta El apando (1971), especialmente la idea de una dialéctica “alotrópica” —fundamental, en mi opinión, a su tematización de la libertad desarrollada durante su tiempo en la cárcel—, enfocada en la “forma cuerpo” del personaje “El Carajo”. Este trabajo es inédito. El pequeño escrito sobre El fiscal (1993) de Roa Bastos fue escrito en 1994. La novela narra el intento suicida (de un intelectual mediocre) de asesinar al dictador Alfredo Stroessner: dramatiza, en otras palabras, un ataque fallido al Estado, y marca un giro paradójicamente melancólico en la novela de la posdictadura latinoamericana, el fin, tanto de una época política, como de un modelo de intelectual. “El fiord” (1969) de Lamborghini también dramatiza un ataque al Estado: la letra vuelta arma —un tema importante, incluso, en Yo el Supremo—. Pero en este caso la violencia es sexual: se invade, se viola y se canibaliza al teatro del poder peronista en una nueva versión de la “fiestonga” primitiva en la que, según Freud, se origina la ley. Este ensayo es parte de una serie que, paulatinamente, estoy escribiendo sobre la figura de Eva Perón como mujer-imagen del Estado. También fue publicado originalmente en 2000.
El ensayo sobre la escritura de Carlos Monsiváis fue concebido originalmente como introducción a su obra para posibles lectores de habla inglesa. De todos los ensayos incluidos en este volumen, es el que más cambiaría. Pero lo incluyo porque también ilustra cómo un reconocido escritor negocia su relación con el poder, desde su propio poder comunicativo —que, en el caso de Monsiváis, fue a veces considerable—. Pero lo importante de su escritura, sigo pensando, es cómo democratiza a la institución literaria mexicana a través de la mutua transformación formal de la crónica por el ensayo (para darle un sentido “científico” a la narración), por un lado, y del ensayo por la crónica (para darle cierto poder narrativo a la reflexión), por el otro. De esta manera, crea un nuevo género literario que, como el testimonio, se enfoca en lo real para dramatizarlo, aplicándole estrategias sacadas de la historia de la ficción narrativa. Éste es el contenido histórico-literario del momento populista de la obra de Monsiváis.
El humor es una estrategia clave de su escritura, recordándonos que no solamente combatía-competía con el Estado priista, sino también con el conglomerado mediático Televisa, al que le disputaba su monopolio del entretenimiento (“entretén-y-miento” según el dictador de la novela de Roa Bastos). Este ensayo se publicó originalmente en 1997, como introducción a una selección de crónicas que traduje al inglés. En los últimos años de su vida, Monsiváis ya aparecía en la televisión, al mismo tiempo que defendía la cultura del libro en contra de los efectos culturales de las nuevas industrias culturales, y se dedicaba al rescate, entre otras cosas, de la tradición secular del liberalismo mexicano (quizás el aspecto antipopulista de su obra).
Finalmente, concluyo esta sección del libro con un ensayo publicado en 2010, sobre la Trilogía americana de James Ellroy. Su inclusión ejemplifica la posibilidad de generalizar —y, al mismo tiempo, desrreificar— propuestas teóricas derivadas de lecturas de novelas históricas latinoamericanas más allá de la región. Esto me parece una idea fundamental: la particularidad de las experiencias históricas no implica su exclusividad. Al contrario, es precisamente el lugar de su posible universalización. Por otro lado, no se entiende realmente la Trilogía… de Ellroy sin tomar en cuenta la Revolución cubana y sus efectos políticos regionales, particularmente, en Estados Unidos y sus aparatos represivos estatales.
La importancia de la segunda dimensión ya señalada de la dialéctica específicamente política de la autonomía y dependencia del arte (en este caso literario) en América Latina, es decir, de su dimensión histórico-cultural, se da plenamente en la tercera sección de este volumen. Y con eso, con la emergencia de otra lógica mercantil que, aunque siempre presente, es ahora dominante, y que es acumulativa y centrada en la experiencia del capital, en su dimensión más líquida y cotidiana: el dinero.
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