1 ...6 7 8 10 11 12 ...21 A pesar de la alegría que podía significar para la princesa recibir a su padre, esta vez había otra preocupación en su horizonte, no lo decía, pero mientras caminaba con su madre esta se daba cuenta porque la cara de la joven estaba marchita, no por haberse enamorado, sino porque tuviera el presentimiento de que su deseo era bastante difícil de conceder. La reina trató de consolarla con un abrazo que le dio a medio caminar, no surtió mucho efecto, y luego continuaron caminando hasta llegar donde estaba el monarca, en la entrada de Palacio. El recibimiento fue con besos y abrazos, la princesa no demostró en la agonía que se encontraba, conocía que este era capaz de hacer cualquier cosa para lograr que ella se olvidara de Jonathan, aunque sería imposible lograrlo, no se perdonaría jamás si algo malo le sucediera a quien le había hecho perder su niñez, para hacerla sentir mujer.
El rey estaba agotado tras el largo viaje, y había traído mucha hambre consigo, por lo que se dirigió con las dos mujeres que más amaba hasta el salón de banquetes, la princesa iba a la derecha aferrada a su brazo y la reina a la izquierda caminando sin ningún sostén a su cuerpo. Un montón de doncellas cuidaban de sus trajes, y los guardias parados en las esquinas aseguraban la estancia, y por demás no corrían peligro alguno por ser un lugar bien protegido. El salón de banquetes no estaba lejos, así que no tardaron mucho en llegar hasta el mismo. En el comedor observaron una colonia de sirvientes colocando comida sobre las mesas, porque aun sin haber recibido la orden de ello, era costumbre que cuando el rey llegara cenara, y a él le gustaba ser bien atendido, alguien de su personal más cercano siempre se adelantaba y avisaba antes que este tocara el piso de Palacio. Por lo que las mesas se prepararon en breve tiempo, y era bastante buena la comida, lo que se podía conocer a la perfección por los agradables aromas del ambiente. Con la comida siendo digerida por Arthur la reina le contó lo sucedido con su hija y la hazaña de un joven desconocido y el mismo le dio un regaño a su alteza imponiéndose como en cada circunstancia que así lo precise, deseando conocer cada detalle de lo que había ocurrido de boca de su propia hija, pidiéndole excusa por lo que pasó, la cual la princesa no dudó en dar. Después el rey se interesó en el joven que la había salvado, este merecía algún premio por mantenerla sana y salva.
—¿Conoces quién es el joven que la salvó, cómo se llama?
—Jonathan, creo que se llama Jonathan, pero en realidad no le conozco—respondió la reina.
—Debo mandarle a buscar para premiarlo por haber salvado a nuestra hija.
—Yo le dije eso mismo, pero él se negó, alegando que no había ayudado a Neykis por ningún premio—dijo Sofía.
—Entonces debe ser un buen chico—dijo Arthur.
—Me pareció que sí, y además, es muy apuesto—dijo Sofía.
—¡Apuesto! Qué bien que te fijas en esos detalles, no importa si no quiere premio, yo quiero conocerlo—dijo Arthur.
El rey llamó a su jefe de la guardia y le ordenó que buscara a Jonathan, quería conocerlo en persona. A Jonathan y a Norman los conocían a la perfección en aquel reino, por ser los únicos dos hombres que se metían al bosque tenebroso sin miedo alguno, y por eso para el jefe militar no era imposible ubicarlo. No obstante, si no le hubiesen conocido, no sería difícil su ubicación porque una vez ocurrida la tragedia, guardias encargados tomaron nota de lo sucedido, y el nombre y ubicación de la persona involucrada, previendo cualquier tipo de necesidad ulterior de su localización.
Una vez que el rey terminó la cena, que no fue en poco tiempo, pues le gustaba saborear bien la comida, se dirigió hasta el diván, ya que le habían informado que Jonathan se encontraba en Palacio, ese sería el mejor lugar para recibirlo. Con el monarca también estaban la reina y la princesa, así como demás personal de la corte. El cazador entró conducido por un militar de alta jerarquía, cuando la princesa y él se vieron, desde que iba entrando por la puerta del salón, dieron destellos de luz cegadora en sus ojos, los cuales brillaban más que el lucero más hermoso del amplio cielo. Cuando el rey lo vio reconoció su esbeltez, y no dudó mucho que Neykis y el joven se estaban mirando de una forma algo “diferente”, la reina por su parte no dudó nada, sabía que allí había algo más que una simple mirada, estaban enamorados. El rey estaba sentado en el trono, la reina a su derecha y Neykis plácida a su izquierda. Jonathan caminaba hacia ellos muy despacio en compañía de algunos militares que le escoltaban, estaba cerca, se detuvo para escuchar lo que el monarca tenía que decirle, no se arrodilló en veneración y respeto al rey, porque reina y princesa le habían liberado de ello, y Arthur no le dio interés, porque conocía del designio de su esposa e hija. Como es costumbre, al rey no se le habla si él no lo hace primero, por lo que Jonathan guardó silencio, mientras Arthur lo observaba. Era un muchacho joven y apuesto, de eso no cabía dudas, su hija estaba reluciente al tenerlo delante y no era por gusto, pero ya existía una promesa de casamiento para ella, que el rey no estaría dispuesto a anular. Luego dijo al joven salvador de su hija:
—Muchacho, te estoy eternamente agradecido por haberle salvado la vida a mi hija, ya sé que no pretendes recibir nada a cambio, pero me gustaría que me pidieras lo que tú quisieras, si existe algo en lo que yo te pueda ayudar, dímelo y si es posible lo haré en agradecimiento a tu desinteresado gesto.
—¡Disculpe su majestad, como anteriormente le dije a su majestad la reina Sofía, no quiero nada a cambio por haber salvado a su hija, pero no puedo negar una cosa, su majestad!
—¿Qué cosa, muchacho? —preguntó el rey.
—Con mil disculpas, pero si no lo digo ahora, creo que no tendré otra oportunidad. ¡Estoy enamorado de su hija!
Todos en el salón, los militares presentes, la reina, el rey, hasta la princesa, quedaron asombrados con lo que acababa de decir el joven, mira que decirle al monarca en su propia cara que se está enamorado de su hija, es bastante difícil, pero si no lo decía ahora, quizás no existiría una segunda oportunidad. Con esa declaración podía terminar solo de tres formas posibles, una, que el rey lo aceptara y le permitiera visitar a su hija, la segunda, que no lo aceptara y le pidiera que se fuera, y la tercera, que no lo aceptara y lo mandara a la horca, desde el punto de vista de las probabilidades, tenía entonces un tercio de posibilidad de morir por su estúpida declaración, pero valía la pena.
Solo algunos segundos después de vacilar el rey decidió contestar a lo expresado por el joven, pues con el asombro hasta a él le era difícil decir media palabra, primero había recorrido con su vista los rostros de su hija y de su esposa, y ninguno de los dos parecía estar muy disgustado con lo dicho por Jonathan.
—Se nota que eres valiente, eso me gusta de ti, pero mi hija no está a tú alcance, he comprometido su mano con el príncipe de Dower, es mejor que comprometerla con un campesino que no tiene ni donde caerse muerto.
Cuando la princesa escuchó que su mano estaba comprometida con el príncipe de Dower salió desprendida lagrimeando en dirección a su habitación y más atrás fue seguida por su madre, la cual era muy consentida con Neykis. El rey Arthur al ver la posición del joven decidió dar por concluida aquella conversación, y se retiró de inmediato en la misma dirección que había tomado su hija, con el objetivo de contarle lo que debía haberle dicho primero, ella se tenía que enterar de forma íntima y no que un desconocido se le adelantara en tal sentido aun cuando se tratase de su salvador. Además aquello la hería también porque estaba enamorada de ese desconocido, la noticia supondría una barrera verdaderamente peligrosa para su corazón, y también porque no sentía nada, absolutamente nada, por el príncipe de la ciudad de Dower, ella sí sabía que no existía química ninguna, sí conocía a la perfección lo que había sentido al tener que dar las perretas para que alguien le quitara aquel gorila intentando arrancarle los pelos de cuando chicos. Hacía tanto tiempo que no lo veía, que aunque quizás hubiese cambiado no creía que se podría enamorar de él como de ese cazador que le acababa de flechar su corazón. Nunca Neykis había vivido una fantasía como la que vivió en esos pocos segundos que estuvo en los fuertes brazos de Jonathan, aquella escena marcaría el resto de su vida. No es que fuere malcriada, pero no podía cambiarse el corazón, así que si sus fantasías no se podían realizar la infelicidad sería su mejor compañera. El rey haría todo lo posible por hacerle entender el por qué de ese matrimonio, argumentos que ella no comprendería jamás, porque no se puede luchar contra lo imposible.
Читать дальше