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Positivismos jurídicos
(1800-1950)
Estudio general de las escuelas y
los movimientos iuspositivistas de la época
Andrés Botero Bernal
Universidad Industrial de Santander
Facultad de Ciencias Humanas
Escuela de Derecho y Ciencias Políticas
Bucaramanga, 2020
Dedicatoria
Este libro no hubiera sido realidad sin el aporte de dos grandes maestros, a quienes les dedico la obra: el primero, quien me enseñó el oficio de iusfilósofo, y el segundo, el de iushistoriador. Ricardo Guibourg y Carlos Petit, respectivamente. A su vez, dedico este trabajo, que me ha ocupado tantos años, a quien le debo algo más que el oficio académico, a mi padre (q. e. p. d.).
Página legal
BOTERO BERNAL, ANDRÉS Positivismos jurídicos (1800-1950) Estudio general de las escuelas y los movimientos iuspositivistas de la época / Andrés Botero Bernal Bucaramanga: Universidad Industrial de Santander, 2020398p. ISBN E-PUB: 978-958-8956-92-3 ISBN IMPRESO: 978-958-8956-89-3 1. DERECHO – FILOSOFÍA – HISTORIA Y CRÍTICA – SIGLOS XIX-XX 2. POSITIVISMO JURÍDICO 3. DERECHO, TEORÍA DEL 4. FUNCIONALISMO (DERECHO) 5. REALISMO Tít. II. Secundarias. III. SerieCDD: 340.1 ED. 23 CEP – Universidad Industrial de Santander. Biblioteca Central |
Positivismos jurídicos (1800-1950)
Estudio general de las escuelas y los movimientos
iuspositivistas de la época
Andrés Botero Bernal
Profesor, Universidad Industrial de Santander
© Universidad Industrial de Santander
Reservados todos los derechos
ISBN impreso: 978-958-8956-89-3
ISBN ePub: 978-958-8956-92-3
Primera edición, agosto de 2020
Diseño, diagramación e impresión:
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Carrera 27 calle 9, ciudad universitaria
Bucaramanga, Colombia
Tel.: 6344000, ext. 1602
ediciones@uis.edu.co
Prohibida la reproducción parcial o total de esta obra, por cualquier medio, sin autorización escrita de la UIS.
Impreso en Colombia
Agradecimientos
Agradezco sobremanera a mis estudiantes y auxiliares Edward Orozco, Silvia Esparza, Juan Almeyda y Daniela Jerez, por su apoyo logístico e investigativo. Igualmente, a todos mis estudiantes de pregrado y posgrado, quienes siempre, con sus preguntas y aportes, me han permitido mejorar día a día el texto. Ellos me dieron la fuerza suficiente para seguir adelante. Asimismo, al profesor Daniel Flórez (Universidad de Cartagena), por sus comentarios al apartado dedicado al MARXISMO JURÍDICO; a los profesores Víctor Saucedo (Universidad de Huelva) y Guillaume Tusseau (Sciences Po), por sus sugerencias frente al capítulo sobre la JURISPRUDENCIA ANALÍTICA; y al profesor Óscar Mejía Quintana, por prologar esta obra. También a los editores, quienes no dejaron de hacer observaciones pertinentes al borrador final. Claro está que las opiniones aquí emitidas solo comprometen a su autor.
Prólogo
Quisiera iniciar este preludio al libro del profesor Andrés Botero, que me honro en prologar, abusando de este espacio e intentando una contextualización del positivismo jurídico desde mi propia perspectiva, que me posibilite iniciar, como diría Gadamer, una «fusión de horizontes» con su historia del iuspositivismo.
Desde la Independencia, el drama del subcontinente ha sido el rechazo a toda la herencia ibérica, sin reconocer en ella ningún aporte. Se creía que, adaptando modelos foráneos, ya el europeo, ya el norteamericano, se podría lograr el desarrollo integral que tanto anhelaba la región. Pero esta actitud de desconocimiento, que buscaba ocultar, sin enfrentar, los problemas ancestrales, lo único que logró fue perpetuar las debilidades y prolongar la incertidumbre y la ignorancia sobre Latinoamérica en sí misma.
Esta negación de su pasado ha hecho que lo único que se renueve en Latinoamérica sean las apariencias. La adopción permanente de modelos ajenos a la idiosincrasia latinoamericana ha sido la característica sustancial de su discurrir en los últimos dos siglos. Esto ha impedido una conciliación con el pasado y un diálogo entre los iberoamericanos mismos. El sectarismo con que se asumen los modelos mesiánicos que se pretendieron adoptar como solución forzada de las contradicciones regionales solo logró dividirla, casi que, de forma irreconciliable, durante todo este periodo.
Retomando a Ernesto Mayz Vallenilla, Leopoldo Zea sostiene1 que tal indeterminación de la conciencia histórica ha definido un tipo muy particular de ser humano. El latinoamericano es un «ser en permanente espera de llegar a ser», un ser a la expectativa, un esencial y reiterado «no-ser-siempre-todavía». El modo de ser del hombre latinoamericano es la espera: un ser expectante que espera a que su realidad se solucione sin asumir el reto de asimilar su pasado.
En medio de lo negativo de esta situación, de ese carácter de no-ser-siempre-todavía, descolló un rasgo potencialmente proactivo: el hombre y la historia de este subcontinente se encuentran al borde de todas las posibilidades. Todo es posible para él: espera serlo todo y puede llegar a serlo todo. De allí se explica por qué esta situación lo compele a actuar: solo la acción puede sacarlo de la expectativa. Acción que no puede caer en un falso milenarismo, y que lo compromete, en palabras del chileno Edmundo O’Gorman, según Zea, «a dejar de ser como otros para ser sí mismo». A partir de estas consideraciones, que recuerdan bastante el análisis fenomenológico de la existencia en Heidegger, Zea describe2 lo que han sido los diferentes proyectos históricos asumidos por Latinoamérica desde la Independencia.
En primer lugar, se encuentra el proyecto libertario, concebido por Bolívar y los libertadores, y que inspira todo el proceso emancipador. El proyecto se basa en la exigencia de unión de los países latinoamericanos en una sola nación, lo cual solo puede darse a partir del reconocimiento de su identidad, su idiosincrasia, su singularidad étnica, política y social. El proyecto fracasa por la derrota que esta tendencia sufre a manos de las oligarquías regionales que veían en ello un obstáculo para su propio usufructo del poder. Ante la derrota del proyecto libertario, surgen dos proyectos alternativos: el conservador y el civilizador.
El proyecto conservador hunde sus raíces en la estructura económico-social heredada de la Colonia, y que se perpetuaba, por inercia, en la nueva situación, erigiéndose como defensor del statu quo y de los privilegios elitistas de las nuevas clases dominantes criollas. Subjetivamente se fundaba en la necesidad de imponer orden ante el caos civil desencadenado por la Independencia, y con su propuesta se orientaba a reasumir de forma acrítica el legado hispánico como cohesionador político-cultural fundamental. El proyecto, sostiene Zea, no era sino la instauración de una dictadura del viejo orden, que dejaba por fuera a los indígenas y los desheredados, y que por mantener vigentes las antiguas injusticias estaba también destinado al fracaso.
Frente a esta propuesta, surge el proyecto civilizador, expresión de las nuevas clases en ascenso, marginadas por el proyecto conservador. El proyecto considera que la tradición colonial y todo el legado ibérico es una barbarie y la causa sustancial del atraso y la anarquía que viven los pueblos latinoamericanos. A su modo de ver, se hace imperativo asumir un nuevo modelo que asegure y garantice un desarrollo rápido y exitoso. El modelo económico-político de Estados Unidos será copiado fielmente, y complementado con una ideología pragmático-utilitarista, con la confianza de que ello constituyera el crisol milagroso para solucionar toda la problemática irresuelta de nuestros países. Sin embargo, la implantación del modelo renegaba de todo lo propio que constituía su identidad más primitiva: su raza, sus costumbres, su cultura. La asimilación de un sistema educativo de corte positivista y la política de permisividad y entrega frente al capital extranjero terminaron configurando la nueva dependencia en la que Latinoamérica cayó de inmediato.
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