CAMILA FORESI
Foresi, Camila
Margarita / Camila Foresi. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2021.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-1755-5
1. Narrativa Argentina. 2. Novelas. I. Título.
CDD A863
EDITORIAL AUTORES DE ARGENTINA
www.autoresdeargentina.com info@autoresdeargentina.com
Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723
Impreso en Argentina – Printed in Argentina
Agradezco infinitamente a mi familia por confiar en mí y darme ese impulso para llevar a cabo este sueño tan postergado.
Les agradezco a mis hijas Abril y Emma por inspirarme y por sus palabras de aliento.
A mi esposo Hernán por darme la mano y caminar conmigo este camino nuevo… “Si te quiero es porque sos mi amor mi cómplice y todo, y en la calle codo a codo, somos mucho más que dos”… (Mario Benedetti)
A todas esas personas que estuvieron ahí conmigo bancando, escuchando, ayudando y leyéndome; que son muchas, pero que cada una tiene un lugar muy especial en mi corazón.
Y por último, agradezco a todas esas personas que sabiéndolo (o no) se convirtieron en mis musas y hoy forman parte de esta historia.
Para Mamá y Papá…
¿Qué podía hacer? La habían lastimado más de una vez, herido, humillado y engañado. Estaba cansada de vivir en aquella jungla de cemento. Estaba cansada de sufrir por culpa de gente estúpida, arrogante y ambiciosa. Julieta se sentía fuera de lugar. Siempre había sido así. Nunca había sentido a Buenos Aires como su hogar, si bien había dos personas a las que amaba con todo su corazón; creyó que era el momento de partir.
Aquella mañana emprendió su viaje de reencuentro con ella misma; al hacerlo, no solo descubre cuál es su vocación en el mundo, sino que también, conoce un lugar remoto y extraordinario al que puede llamar hogar y donde es rescatada de todas formas posibles por el que sería el gran amor de su vida.
Era sábado bien entrada la mañana, Julieta miró el reloj del celular con cara soñolienta; leyó las 10 de la mañana, suspiró y resopló, mientras se dejaba caer otra vez de espaldas sobre la cama. Frotó sus ojos con los puños y bostezó, se desperezó estirando cada parte del cuerpo, haciendo tronar algunos huesos en el proceso. Sonrió el recordar la noche anterior. Había sido su despedida de soltera en un bar de stripers. Sus ojos azules chispearon al recordar el baile sensual de los hombres más musculosos y sexis que jamás había visto. Se lamentó que su prometido no estuviese dormido junto a ella en ese instante… le hubiese hecho el amor.
En un mes desposaría al que había sido su novio durante 7 años, Mauro Montepietra; a quién había conocido en una fiesta de amigos en común. Era el hijo del candidato a Jefe de Gobierno Porteño, elecciones que se celebrarían casi a fin de año.
Se levantó de la cama para ir a darse un baño. Su pelo negro azabache se encontraba en terribles condiciones luego de una noche de alcohol, fiesta y humo de cigarrillos ajenos.
Parecía que ese iba a ser un día en extremo caluroso y muy húmedo en Buenos Aires. Algo normal a mediados de Enero en una ciudad erguida junto al Río de la Plata. Optó por un vestido de lino liviano color crema y sandalias bajas haciendo juego. Usó su fragancia preferida de Dior e hidrató la piel limpia con una crema humectante.
Caminó hacia el comedor para tomar el desayuno que la muchacha del servicio le había preparado.
Buen día señorita Julieta.
Buen día Rosí.
¿Tuvo una buena noche? - preguntó, pero no para saber si había dormido bien.
Sí – sonrió - ¡Me divertí mucho! – dijo mientras la empleada le extendía una bandeja con su primer comida habitual en la mañana - ¿Mauro dejó algún mensaje?
El señor me pidió que le dijera que hoy estaría fuera casi todo el día. Que la llamaría después de una reunión.
Gracias Rosí.
De nada señorita – la joven se retiró a hacer sus quehaceres.
Julieta admiró la vista mientras tomaba el desayuno. Estaba en el piso 22 de una torre en Puerto Madero, donde vivía con su prometido desde hacía dos años. Toda la sala de estar y el comedor tenían ventanales de piso a techo, desde donde la magnitud podía admirarse y los hacía sentirse los dueños del mundo a sus pies. Podía verse el río, a lo lejos, la Casa de Gobierno, el monumento a la mujer y el Museo del Bicentenario. Se puso de pie con la taza de café en su mano y se acercó a la ventana. Observó la ciudad y sonrió. Estaba emocionada por su boda, estaba contenta con su vida y expectante por la que sería de ahora en adelante.
Se desempeñaba como jefa de prensa de su futuro suegro. Había dejado hacía algunos años su carrera en la facultad para dedicarse a ello y la campaña iba tan bien que se vaticinaba la victoria de su suegro en todos los medios de comunicación locales.
Ese sábado, se había tomado el día para descansar, ya que la agenda del candidato estaba vacía (porque ella lo había planeado así) era uno de los privilegios con los que contaba al ser su jefa de campaña y asistente personal. Así que iría a visitar a su tía del corazón, Elisa, luego de haber almorzado con su madre y su padrastro en su casa de Barrio Parque. Su padre había muerto cuando Julieta aún era una niña y su madre había vuelto a casarse unos años más tarde con un hombre acaudalado de la ciudad. Si bien nunca le había faltado nada, Julieta había necesitado el amor de su padre, que había sido humilde y sincero. Su madre, en cambio, amaba su nueva vida llena de lujos, viajes y zapatos caros que el dinero de su esposo le proporcionaba. A menudo le hacía recordar que con su padre habían pasado necesidades económicas y era una llaga constante a la que le encantaba meter su dedo.
Vas a tener la boda más exclusiva, lujosa y con clase de todo Buenos Aires. Bien sabrás que con tu padre te hubieses casado en algún club de barrio de mala muerte. Con ese vestido viejo y apolillado de tu abuela con algún don nadie…
¡Ay mamá! – dijo con hartazgo – No sé por qué te preocupa tanto el qué dirán. No me interesa como o en dónde me case, siempre que lo haga con el hombre que amo – le había dicho en aquella oportunidad.
¿No ves en la posición en la que estás ahora? ¡No puedo creer tus necedades! Puedes tener a todos a tus pies y hacerte de una vida fabulosa y no entiendo el porqué de tu negación… ¿Acaso no eres feliz así?
Sí mamá – suspiró mientras se probaba el vestido de novia. Estaban eligiendo los que se pondría, ya que no solo era uno. Se miró al espejo - ¿Y este? – preguntó casi sin darle importancia
¡No, no! – opinó su madre – No puede ser tipo sirena, te hace ver gordo el trasero. Tiene que ser tipo corset, con muchas capas de organza de seda en la falda ¡Tienes que impactar con tu entrada a la catedral!
Tu mamá tiene razón – había dicho Carla, su mejor amiga - Tu entrada debe ser espectacular y hacer que más de una se muera de envidia amiga – dijo y bebió champagne.
Aquella tarde, habían tardado 4 horas en elegir los 3 vestidos que usaría (dos en la boda y uno para la beneficencia del Hospital Garrahan).
Al terminar el café, dejó la taza en la bandeja y comió algunas de las frutas del pequeño bowl que Rosí le había preparado. Miró la hora en su reloj pulsera y dejó todo para irse.
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