El 13 de agosto de 1827, asumió el cargo de Gobernador pronunciando estas palabras:
“Señor presidente, señores representantes: Vuestros votos me han llamado a un honroso pero arduo destino. Mas si algo tiene para mí de lisonjero es porque con él viene envuelta la feliz reorganización de nuestra provincia. Mi primer deber, y en consonancia con mis sentimientos, es felicitaros por tan próspero suceso. La confianza, señores, con que se me distingue es de tan gran peso que yo no me descargaré de ella, sino consagrando mis escasas luces y aún mi propia existencia a la conservación y aumento de nuestras instituciones, y al respeto y seguridad de las libertades. Para arribar a tan altos fines, mis medios de acción serán: religiosa obediencia de las leyes, energía y actividad en el cumplimiento de ellas, y deferencia racional a los consejos de los buenos. Señores Representantes: Para separarme del puesto que me habéis encargado no sólo sería suficiente la sanción vuestra, sino que idólatra de la opinión pública, si no soy bastante feliz para obtenerla, no aumentaré mi desgracia empleando ni la fuerza para repelerla, ni la tenacidad e intriga para adormecerla. Resignaré gustoso un destino que no puede halagar al que se precia de recto, desde que el verdadero concepto público no secunde sus procedimientos. Nada más se puede exigir de mí: el resto es del resorte de la fortuna y de los mismos sucesos. Yo cuento con las luces y cooperación de los señores Representantes y espero la consonancia de todos los amantes del orden y prosperidad de nuestra Patria. Sin tal auxilio mis deseos serían estériles, mis esfuerzos impotentes. La época es terrible, la senda está sembrada de espinas. No es, pues, posible allanarla sin que cada cual concurra con el contingente de conocimientos y recursos contenidos en la esfera de su poder. Felizmente conozco demasiado el patriotismo y virtudes cívicas de todos mis conciudadanos para que ni por un instante pueda hacer lugar a una duda tan injuriosa. Animado con esta esperanza, entro a desempeñar el cargo con que habéis tenido a bien honrarme” 29
Y reanuda su huida el Coronel, con la frustración de saber que ha servido a su patria sin reservas y le han dado vuelta la cara. De nada sirvió impulsar el derecho a voto de quienes no lo poseían, ni el apoyo a los habitantes del campo en su lucha contra el indio, ni su ideario republicano y federal en beneficio de las provincias. El estado calamitoso de la economía, controlada por capitalistas ingleses y sus acaudalados socios locales sumada a la presión diplomática y militar ejercida por Inglaterra lo obligaron a firmar la paz con el Brasil. ¡Cómo explicar a las futuras generaciones de argentinos que pese a los triunfos militares obtenidos por nuestras tropas se independizaba de las Provincias Unidas del Río de la Plata, la Banda Oriental del Uruguay, como consecuencia de una diplomacia negligente y traidora a nuestros intereses!.
El Coronel siempre fue propenso a ganarse enemigos, su temperamento contribuía a aumentar la lista de sus adversarios, así se agregaban políticos, militares, terratenientes, periodistas, día tras día y éstos no eran precisamente santos, ni justos, ni patriotas, mucho menos honestos, sino oportunistas.
Los soldados victoriosos en la Guerra contra el Brasil, a su regreso, pensaron pasarle al Coronel la factura por las penurias padecidas, sin tomar en consideración que fueron Rivadavia, García y Lord Ponsonby los responsables de sus carencias y desgracias.
El coronel no tomó en consideración la advertencia que le hizo Rosas: “El ejército nacional llega desmoralizado por esa logia que desde mucho tiempo nos tiene vendidos; logia que en distintas épocas ha avasallado a Buenos Aires, que ha tratado de estancar en su pequeño círculo, a la opinión de los pueblos; logia ominosa y funesta, contra la cual está alarmada la nación” 30 Cuando leyó su carta no creyó que pudiera concretarse algo semejante. ¡Qué ingenuo fue!, de nada vale lamentarse.
No le queda nada al Coronel, la poca tropa que pudo reunir fue derrotada en Navarro por el General Lavalle. Decide enfilar hacia Salto, buscando la protección de Ángel Pacheco. No logró su cometido y, finalmente, fue arrestado por dos oficiales a quienes creía leales, uno de ellos fue Bernardino Escribano y el otro Mariano Acha.
El 11 de diciembre de 1828, Lavalle informa que Dorrego fue capturado, en estos términos:
“Señor Ministro. En este momento he recibido una nota del teniente coronel de húsares don Bernardino Escribano, dándome parte de haber prendido al coronel Dorrego en las inmediaciones de Areco, y de conducirlo a este punto...
Saludo al señor ministro, repitiéndole mis asentimientos de aprecio”.
“Hasta acá llegamos”, piensa el Coronel. Fue abandonado por los propios federales y condenado por los unitarios.
Prisionero de Lavalle, espera su destino con la ilusión de tener una entrevista con su captor. Su compadre y amigo Gregorio Aráoz de Lamadrid trata de que Lavalle lo reciba pero su esfuerzo es en vano. Mientras tanto, tratan de interceder a su favor José Miguel Díaz Vélez y Guillermo Brown.
El Coronel se entera que Julián Agüero, Salvador María del Carril, los hermanos Florencio y Juan Cruz Varela, Martín Rodríguez, Ignacio Alvarez Thomas y Valentín Alsina han hecho su trabajo como “gorros de lana” influyendo en la decisión de Lavalle quien lo condena a ser fusilado en forma inmediata sumaria y extrajudicialmente.
“ …Cerca de las dos de la tarde hice detener el carro frente a la sala que ocupaba el general Lavalle, y desmontándome del caballo fui a decirle que acababa de llegar con el coronel Dorrego. El general se paseaba agitado a grandes pasos y al parecer sumido en una profunda meditación, y apenas oyó el anuncio de la llegada de Dorrego, me dijo estas palabras que aún resuenen en mis oídos después de cuarenta años: Vaya usted e intímele que dentro de una hora será fusilado. El coronel Dorrego había abierto la puerta del carruaje y me esperaba con inquietud. Me aproximé a él conmovido y le intimé la orden funesta de que era portador. Al oírla, el infeliz se dio un fuerte golpe en la frente, exclamando: ¡Santo Dios! - Amigo mío, me dijo entonces, proporcióneme papel y tintero y hágame llamar con urgencia al clérigo Castañer, mi deudo, al que quiero consultar en mis últimos momentos …. Como la hora funesta se aproximaba, el coronel Dorrego me llamó y me dio las cartas, una que todo el mundo conoce, para su esposa, y la otra de que yo solo conozco su contenido, para el gobernador de Santa Fe don Estanislao López. Ambas cartas se las presenté al general Lavalle, quien sin leerlas me las devolvió, ordenándome que entregase la dirigida a su señora y que a la otra no le diera dirección.” 31
Apenas tuvo tiempo el Coronel de escribir algunas cartas, entre ellas las dos que se mencionaron precedentemente y otras dirigidas a sus hijas, a su amigo Miguel de Azcuénaga y a su sobrino, Fortunato Miró. Todas son cortas, sencillas, cargadas de gran emotividad y sin atisbo de resentimiento alguno.
Gregorio Aráoz de La Madrid le entregó su chaqueta militar para su ejecución y preservó así la de su amigo para entregársela intacta a la viuda del prócer. El Coronel enfrentó al pelotón de fusilamiento en un corral ubicado en los fondos de la iglesia del pueblo de Navarro.
De dar sepultura a sus restos se ocupó el religioso Juan José Castañer, primo del ejecutado.
Más tarde el General Lamadrid le envió una carta a Doña Angela Baudrix en la que expresa:
“Navarro, Diciembre 13 de 1828.
Sra. Doña Angela Baudrix
De mi mayor aprecio:
Con el comisario D. Pedro Casarino, remito a disposición de Ud. unos apuntes que me entregó antes de morir mi desgraciado Compadre, para que los pusiera en manos de Ud. Lleva también una memoria que me encargó entregase a la hija menor, y unos tiradores para la mayor para que ambas piezas las conservasen en memoria de su Padre, y para Ud. su chaqueta, que me entregó pidiéndome la que yo tenía puesta para morir con ella.
Читать дальше