Nació en Concepción del Uruguay el 16 de mayo de 1786 y murió el 10 de julio de 1821 en Santa María del Río Seco a la edad de 35 años. Quien supo doblegar a Buenos Aires mediante el Tratado de Pilar, está cegado por su ambición. No alcanza a ver los indicios de su decadencia como caudillo y como se desgrana el poder y el prestigio que alguna vez supo tener.
El General López derrotó al Coronel Dorrego en la Batalla de Gamonal el 2 de septiembre de 1820 y Buenos Aires quedó acéfala pero no por mucho tiempo ya que la Junta de Representantes , presionada por Rosas, eligió como nuevo gobernador a Martín Rodríguez quien se reunió con Estanislao López en la Estancia de Tiburcio Benegas y, el 24 de noviembre de 1820 firmaron el Tratado de Benegas el cual se concretó gracias a la mediación del propio Rosas y la aprobación del General Bustos.
Entretanto, Ramírez no pudo asimilar que su antiguo aliado el General Estanislao López hubiera firmado ese tratado con Rodríguez y Bustos y menos aún que lo hubiera hecho a sus espaldas y el mismo día en que él, era ungido como Jefe Supremo en Gualeguay. ¡Qué revés le propinaron al orgullo del Supremo Entrerriano!.
Ramírez se encuentra solo. Se ha enemistado con Estanislao López, su antiguo aliado, en Córdoba se granjeó la enemistad del General Bustos y el Gobernador de Buenos Aires Martín Rodríguez, rápido de reflejos, comprometió su apoyo a las fuerzas de Bustos y López a la vez que privó de armamento y hombres a Ramírez.
Bustos, López y Rodríguez consideraban que Ramírez constituía una amenaza para la unidad del país y así se le esfumó a Ramírez la posibilidad de liberar la Banda Oriental.
Desengañado, el caudillo entrerriano busca apoyo donde sea. Pretende seguir la lucha a toda costa contra los firmantes del Tratado de Benegas aunque se encuentre en inferioridad de condiciones respecto a ellos. Su vehemencia lo lleva a aliarse con una “mala yunta”, el chileno José Miguel Carrera que en ese entonces había logrado sublevar a los indios ranqueles del oeste de la Provincia de Buenos Aires que malonearon a su antojo causando grandes pérdidas a los porteños.
Ramírez inició su última campaña en mayo de 1821. Al comienzo tuvo algunos pequeños éxitos y hasta logró vencer al General Lamadrid en la Primera Batalla de Coronda el 24 de mayo de 1821 pero ésta fue una victoria pírrica ya que le costó casi la mitad de su tropa.
Su situación era desesperante pues el Coronel Mansilla quien debía desembarcar con la infantería en Santa Fé lo traicionó, tal como él mismo relata en sus memorias. Así fue que la infantería no se unió a Ramírez y la flota que debía transportarla fue destruida. De esta forma quedó sin medios para retornar a su provincia, obligado a combatir en Santa Fe y a abrirse paso hacia el norte siempre en inferioridad numérica.
Para empeorar aún más su situación, apenas dos días después, el 26 de mayo de 1821 fue derrotado por Estanislao López en la Segunda Batalla de Coronda hecho que redujo aún más sus escasos efectivos y lo obligó a dirigirse hacia el oeste ya que había sido bloqueado por el norte el camino hacia Córdoba.
Pocos días más tarde, pudo reunir sus fuerzas a las de Carrera en Córdoba pero el 16 de junio de 1821 fueron derrotados por el General Juan Bautista Bustos en la batalla de Cruz Alta. Carreras huyó y fue arrestado en Mendoza mientras que Ramírez huía hacia el norte siendo perseguido por una partida de López.
Finalmente, el 10 de julio de 1821 el Comandante Juan Luis Orrego lo derrotó en una breve batalla en Chañar Viejo (cerca de la Villa de Santa María de Río Seco y de San Francisco del Chañar).
Según los apuntes proporcionados por el Coronel Anacleto Medina al General Antonio Díaz y que fueron escritos por su secretario Antonio Machado ya que Medina era analfabeto, la muerte de Ramírez se produjo de la siguiente manera:
“El día que marchamos sobre el Arroyo (Río) Seco - narra el autor, nos dirigimos a un paraje llamado San Francisco, donde acampamos, y allí amanecimos. Era éste un valle, entre un palmar y una cañada. Cuando aclaró el día, salió de entre el palmar una fuerte guerrilla con un escuadrón de protección, por el lado donde yo estaba. Inmediatamente pasé el parte al general (Ramírez), que estaba como a veinte cuadras de distancia con la poca fuerza que tenía; cuando estas guerrillas salieron del palmar, se vinieron sobre la vanguardia a mis órdenes cuyo número no alcanzaba al completo de un escuadrón; las cargué, derrotando las guerrillas y arrollando la protección. “En ese momento salieron de entre los palmares dos fuertes divisiones, las cuales se interpusieron y me cortaron de modo que me impidieron la incorporación con el general. Estas fuerzas se fueron sobre él, mientras que tres escuadrones se vinieron sobre mí y empezaron a perseguirme; pero yo siempre logré sostenerme en mi retirada, sin que consiguiesen deshacerme, cruzando un algarrobal ya no me quedaban sino cincuenta y tantos hombres. Entretanto, yo no podía saber cuál había sido la suerte del general, cuando se me presentó un soldado de su escolta y, acercándose a mí, me dijo; “Comandante, póngase a la cabeza de la fuerza, que a nuestro general lo han muerto”. La persecución sobre mí cesó desde que yo me interné en el algarrobaI. En seguida aparecieron cuatro soldados más de los nuestros, que traían a la mujer que acompañaba al general, a la que habían salvado de entre los enemigos”.
“Respecto de lo que se dijo, que la muerte del General Ramírez fue por salvar a la mujer que lo acompañaba, es incierto: porque, después de deshecho, cuando se retiraba con seis u ocho hombres buscando mi incorporación, lo persiguió una mitad de tiradores al mando de un oficial porteño que, siendo su ayudante, lo había traicionado pasándose al enemigo. Conociéndolo el general, les dijo a los pocos hombres que le acompañaban “Volvamos cara y carguemos a ese pícaro traidor que nos viene persiguiendo”. Así fue, pero en la carga que les dio, los perseguidores hicieron una descarga resultando él solo herido y como a las dos cuadras de distancia cayó del caballo. Esta fue la declaración de los soldados del piquete que lo acompañaban, información que resultó exacta”.25
La mujer que menciona Medina en su relato era la concubina del General Ramírez y se la conocía como La Delfina. Esta mujer fue rescatada por el Coronel Anacleto Medina quien salvó su vida y cruzó las provincias de Santiago del Estero, autorizado por Felipe Ibarra, el Chaco y Corrientes para regresar con ella a Arroyo de la China 26 medio muertos de hambre y de sed. La Delfina sobrevivió 18 años a Ramírez y falleció en Concepción del Uruguay en el año 1839 a la edad de 35 años.
Francisco “Pancho” Ramírez fue decapitado y la partida que lo venció puso rumbo a Santa Fé para entregar el macabro trofeo al General Estanislao López quien había anunciado que colocaría la cabeza de Ramírez en una jaula cuando la obtuviera.
Para que se conservara de manera “presentable” López ordena embalsamarla y la tarea recae en el médico Manuel Rodríguez. Cuando finalizó el proceso, entregó la cabeza embalsamada junto con un documento donde se detallan sus gastos y honorarios y cuyo contenido a continuación se transcribe:
“RELACION DEL GASTO OCASIONADO PARA PRESERVAR DE CORRUPCION LA CAVEZA DEL FINADO SUPREMO DE ENTRE RÍOS FRANCO RAMIREZ, EL QUE HE VERIFICADO POR MANDATO DEL GOBERNADOR SUBSTITUTO DE ESTA PROVINCIA.”
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