“Por doze pesos de estrato de Vino ratificado............................12
Más de diez pesos de iodo alcanforado....................................10
Por veinte pesos de mi trabajo personal por las operaciones que he executado con la expresada Caveza, como son la del Trépano i demás Cirúrgicas cuyo valor es sumamente ínfimo como lo descontará qualesquiera Facultativo en el dicho Ramo............20
IMPORTA PESOS...................................42.
Por manera que según la Cuenta que precede asciende esta a la cantidad de cuarenta y dos pesos y por ser así firmo el presente documento en la Ciudad de Santa Fe a 23 de julio de 1821.
Manuel Rodríguez. ”27
Posteriormente, según orden de López, la cabeza embalsamada del caudillo entrerriano pasó a ser exhibida en la Iglesia Matriz, frente a la bandera, en una jaula “… para perpetua memoria y escarmiento de otros que, en lo sucesivo, en transporte de sus aspiraciones, intenten oprimir a los heroicos y libres santafesinos”. 28
Al morir Ramírez, se terminó La República de Entre Ríos. El coronel Mansilla quien traicionara a Ramírez en mayo de 1821, se levantó en armas contra el Gobernador Ricardo López Jordán y se hizo elegir gobernador en 1823. Como consecuencia de este acto recuperó la autonomía la provincia de Corrientes y, a fines de octubre de 1823, López Jordán se exiliaba en Paysandú lugar donde nacería su hijo del mismo nombre quien sería el último caudillo federal de Entre Ríos y del país. Mansilla, por su parte, se alió con Santa Fe y Buenos Aires y el 22 de enero de 1822 se firmó el Tratado del Cuadrilátero, que convocaba un nuevo congreso en Buenos Aires.
El historiador César Pérez Colman recuerda así la figura del Supremo: “El hombre, que durante una década había ocupado los más altos cargos en el ejército y gobierno de su provincia; no tenía en propiedad ni un centímetro de tierra para dejar como herencia (…) En cambio legó a su pueblo el caudal de su limpia foja de servicios a la Patria por cuya grandeza, cohesión y unidad luchó hasta el último aliento de su vida”.
Con el correr del tiempo, la tuberculosis fue limando la salud de López y lo obligó a delegar el mando cada vez con mayor frecuencia en su cuñado Domingo Cullen. Pese a ser atendido solícitamente por el Doctor Lepper, inglés y médico personal de Rosas falleció en Santa Fé el 15 de junio de 1838 a los 52 años de edad.
Se desconoce la identidad del degollador de Ramírez.
El cuerpo de Francisco Ramírez permaneció insepulto luego de su muerte y fue devorado por las aves de rapiña y animales de presa. Su cabeza fue retirada de la Iglesia Matriz y exhibida posteriormente colgada de un gancho en el frente del Cabildo de Santa Fé. Se cree que fue sepultada en esa época en algún lugar del predio de la Iglesia Nuestra Señora de la Merced. En la actualidad, esa misma iglesia, posee el nombre de Nuestra Señora de los Milagros. Los gobiernos de Entre Ríos y Santa Fé han coordinado esfuerzos desde 1999 para tratar de hallar la cabeza del prócer pero hasta el momento los resultados han sido negativos.
Desde el 01 de diciembre de 1828, oportunidad en que fue depuesto como Gobernador de la Provincia de Buenos Aires y, mientras escapa hacia el norte de la misma, el Coronel Dorrego de cuarenta y un años, nacido como Manuel Críspulo Bernabé, cada vez que puede tomarse un resuello, piensa y rememora.
No reniega de haber abrazado la carrera de las armas luego de abandonar sus estudios de jurisprudencia en la Real Universidad de San Felipe de Santiago de Chile. Eran tan incompatibles con su personalidad como el agua y el aceite.
Reflexiona y acepta que su temperamento díscolo y sanguíneo lo perjudicó. Por indisciplinado no participó en la Segunda Campaña al Alto Perú por orden de Belgrano quien posteriormente lamentó no tenerlo a su lado en Vilcapugio y Ayohuma. ¿Podría haber contribuido a cambiar el destino en esas batallas? ¿Quién podía asegurarlo? Le daba mucho crédito el general Belgrano, no era para tanto, piensa.
También fue sancionado por San Martín por faltarle el respeto a Belgrano durante una reunión de Oficiales para unificar las voces de mando. Lamentó haberse burlado de la voz aflautada del General, pero lo hizo y, por esa broma de mal gusto y la actitud inmadura e irrespetuosa que evidenció, tampoco participó de la Tercera Campaña al Alto Perú.
¡Qué noble fue su General Belgrano!, ¡íntegro como pocos!, él mismo lo ascendió a Coronel y hace diecisiete años que ostenta esta jerarquía y, según entiende, el generalato debe obtenerlo en el campo de batalla y no en un escritorio.
Su carácter poco apegado a la disciplina fue directamente proporcional a su aplomo y valentía en el campo de batalla, recuerda sus heridas en la Batalla de Amiraya y su participación en los combates de Sansana y Nazareno y en las batallas de Marmarajá, Guayabos, San Nicolás de los Arroyos, Pavón y Gamonal que, finalmente, fueron esfuerzos estériles para imponer su ideario federal.
Y recuerda también, amargamente, el día que se entrevistó con Pueyrredón y que desembocó en su arresto y posterior destierro. ¡La pucha, que ingrato! Terminar de ese modo por cantarle las cuarenta a quien presume de ser un soldado y por el temor que tiene de que se levante contra su autoridad. El diálogo entre ambos se habría producido, de forma entre altanera e irónica, más ó menos así:
-“La alternativa en que estamos es cruel, Yo declaro, señor, que nunca he de hacer armas contra el gobierno con los soldados que el gobierno a puesto bajo mis órdenes. Pero declaro también que si V.E. insiste en que marche hacia Mendoza, puede nombrar desde luego otro jefe para el batallón N° 8, porque yo no iré con él.”
-“Lo he oído a Ud. con suma atención, señor coronel, y lamento que un oficial tan importante esté sujeto a estos delirios. Le he llamado porque el gobierno y el general deseamos que Ud. coopere.”
- ¡Gracias! ¡gracias! – dijo irónicamente Dorrego – yo no aceptaré, señor, tanto favor”.
-Ud se olvida, coronel, de que habla con el Jefe del Estado, y que tiene también deber de recordar de que habla con un hombre que ha sido su jefe al frente de los enemigos.
-No recuerdo en cual campo de batalla habrá sido eso, señor director. Mis charreteras no son sino las de un coronel; pero no las he ganado convoyando cargas, sino grado a grado en acciones de guerra en que no recuerdo haber tenido jamás el honor de ver a V.E.”
El destierro en Baltimore, no hizo más que robustecer su posición republicana y federal.
El Coronel revisa su apero y sus armas y vienen a su memoria dulces recuerdos, su matrimonio con Angela Baudrix y el nacimiento de sus hijas Isabel y Angelita. ¡Qué daría por pasar un instante junto a ellas!
De repente, se le oscurece el semblante cuando piensa en Rivadavia, ese mulato engreído que ha sido un castigo para la revolución. Nos dejó en pelotas, endeudados, negoció de la peor manera la paz con el Imperio del Brasil, privó a San Martín de los recursos que tanto necesitaba y hasta pretendió expropiar los bienes de la Iglesia Católica y, ¡vaya paradoja del destino! el que dirigió la Revolución de los Apostólicos no fue otro que Don Gregorio García de Tagle, el mismo que junto a Pueyrredón firmó su destierro en 1816. Recuerda también que aunque lo tuvo aprehendido a Tagle, le permite escapar, “no soy un zaino, qué puedo ganar con su desgracia” piensa, “así aprende lo que significa la nobleza”.
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