A estos materiales debo añadir la piel humana. Sí, la piel del indio o del cristiano vencido en la lucha, en la llamada guerra del malón o en los combates intestinos entre fuerzas que pertenecían a distintos sectores políticos o partidarios.” 10
Se apreciaba una ofrenda de este tipo por tres razones: la primera, por ser un elemento que todo jinete usaba; en segundo lugar, por estar confeccionada con la piel de un enemigo ejecutado lo cual le otorgaba al destinatario del regalo una satisfacción adicional y, finalmente, por el simbolismo intrínseco que poseía, el opositor había sido inmovilizado, domado, de manera definitiva, del otrora potro “chúcaro” solo quedaban las mentas, el dueño de la manea era dueño de su cuero.
HILARIO ASCASUBI, en las estrofas de “Isidora la federala y mashorquera” que forma parte del poema “PAULINO LUCERO ó Los gauchos del Río de La Plata cantando y combatiendo contra los tiranos de la República Argentina y Oriental del Uruguay (1839 a 1851)”, hace alusión a las maneas de piel humana, de esta forma:
“ … Se colaron, ¡Virgen Santa!,
en ese cuarto que espanta
de pensar que vive en él
el tirano Juan Manuel,
restaurador de las leyes,
entre geringas y fuelles,
puñales, vergas, limetas;
armas, serruchos, gacetas,
bolas, lazos maniadores
y otra porción de primores;
pues lo primero que vio
Isidora en cuanto entró,
fue un cartel,
con grandes letras sobre él,
y una manea colgada
de una lonja bien granada:
y el letrero decía así:
«¡Ésta es del cuero del traidor BERÓN DE ASTRADA!,
¡lonja que le fue sacada
por unitario salvaje,
en el paraje del Pago Largo afamado,
donde fue descuartizado! –
Con razón: por malvao y salvajón,
dijo la recién venida.”
Existía también cierta costumbre, aunque menos extendida que las mencionadas anteriormente, de acabar con la vida de un prisionero. Esta requería de cierto tiempo y elementos para llevarla a cabo , pero el trabajo valía la pena porque condenaba al reo a una lenta y dolorosa agonía y era reservada para aquellos a quienes se pretendía hacer sufrir cruelmente antes de que sobreviniera la muerte como consecuencia del tormento.
Cuando se decidía “enchalecar” a alguien era algo serio. Generalmente, se reservaba este tratamiento para los traidores y “retobados”. Quien tenía el triste privilegio de ser ejecutado de esta manera era envuelto en un cuero vacuno recién desollado que era prolijamente cosido alrededor del cuerpo de la víctima. La cabeza y las extremidades inferiores era todo lo que sobresalía del cuero vacuno. Posteriormente, el hombre enchalecado de esa forma era atado con cuerdas a unas estacas previamente clavadas en el suelo, al aire libre.
Una vez envuelto y atado, sin ninguna posibilidad de moverse, comenzaba el suplicio para el desdichado. El sol, implacable, comenzaba a secar el cuero vacuno y éste a encogerse lentamente alrededor del cuerpo humano. Así el condenado tenía una agonía que se extendía por varias horas para deleite de su victimario quien lo escuchaba aullar de dolor hasta que se producía la muerte por asfixia ó por paro cardio-respiratorio.
El doctor Pablo Mantegazza documenta con detalles el pavoroso “retobo” del que fue objeto, en Santiago del Estero, un sujeto de apellido Livarona:
“Obligado el reo a sentarse, se encogía sobre si mismo como un feto en el vientre materno, atados la cabeza y los brazos entre los muslos y apretados estos al cuello. Luego se envolvía a la víctima en un cuero fresco de vaca, que se cosía cuidadosamente, y se colocaba este ovillo de carne humana cerca de una gran fogata. El fuego secaba el cuero prontamente. e Ibarra, sentado frente de aquel ejemplo, deleitábase escuchando el crujido de los cueros y el estallido de las vértebras.” 11
En los pagos de Felipe Ibarra y aún en la otra margen del Río de la Plata, territorio bajo el dominio del “Protector de los Pueblos Libres”, se enchalecaba ó retobaba con mayor frecuencia que en otros lugares. Cuestión de gustos nomás.
En este capítulo, he detallado la formas en que se acostumbraba ejecutar a prisioneros ó adversarios políticos, no obstante, considero conveniente aclarar al lector que lo titulé “las formas del suplicio” porque normalmente la ejecución de un ser humano era el término de su sufrimiento pero para la víctima, el suplicio propiamente dicho, solía comenzar con anterioridad, en el preciso momento de declararse vencido ó de ser aprehendido y se materializaba en torturas brutales con el objetivo de quebrar su voluntad de lucha ó someterlo a vejaciones mediante la aplicación de tormentos tanto físicos como psicológicos tales como: palizas, caminatas extenuantes, privación de agua, alimento y abrigo, mutilaciones, inmovilización, prolongación de la agonía degollando despacio ó con cuchillo sin filo, castrar y apuñalar antes del degüello para qué éste fuera una suerte de cese de la humillación y del tormento y todas las atrocidades que pudieran concebirse como ritual de escarmiento.
CAPITULO III
Juan José, José Miguel y Luis Florentino
Los hermanos Carrera Verdugo son personajes controvertidos de la historia de Chile. Los que simpatizan con sus andanzas dirán que han sido patriotas y verdaderos “padres de la Patria”, sus detractores los harán ver como individuos sedientos de poder y arrogantes.
Lo cierto es que los cuatro hermanos, Juan José (1782-1818), José Miguel (1785-1821), Javiera (1781-1861) y Luis Florentino Juan Manuel Silvestre de los Dolores (1791-1818), buscaron a toda costa ejercer el poder en Chile.
Desde el año 1813, tuvieron una marcada animosidad contra el General Bernardo O’Higgins Riquelme, en principio por haber sido designado éste como General en Jefe del Ejército debido a la impericia puesta de manifiesto por los Carrera en la conducción de las operaciones militares contra los realistas, especialmente durante el sitio de Chillán.
Tal era la ambición de poder de los Carrera que depusieron al Director Supremo Francisco de la Lastra y Sotta para luego enfrentarse con O´Higgins en una lucha fratricida por el poder, que no hizo más que poner en riesgo la evolución de la guerra contra los españoles que, al mando del General Osorio, reanudaron con más ímpetu la guerra y el 1 y 2 de octubre de 1814 derrotaron completamente a los patriotas criollos en Rancagua. Los hermanos Carrera y O´Higgins se culparon mutuamente por lo acontecido en Rancagua y se profundizaron las diferencias entre ellos.
Los chilenos derrotados huyeron hacia Mendoza. El Gobernador Intendente de Cuyo era el General José de San Martín, quien a su vez estaba preparando un ejército para lograr la independencia en Sudamérica.
A partir del momento en que los hermanos Carrera ingresaron al territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata, comenzaron a generar problemas de magnitud donde quiera que éstos se afincaban. Los primeros se produjeron en la ciudad de Mendoza como consecuencia de la rivalidad existente entre los Carrera y O´Higgins.
La situación entre los exiliados chilenos empeoraba por las acusaciones que se lanzaban unos a otros. Por un lado, el General O’Higgins, junto a setenta y cuatro oficiales de su entera confianza, entre ellos el Brigadier Juan Mackenna O´Reilly, firmaron un documento en el que pedían protección y amparo a San Martín en contra de los Carrera por considerarlos responsables de la ruina de la patria y para quienes pedían represión y castigo.
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