La chica de pie junto a la mesa cruzó la mirada con Norma y soltaron la carcajada. Ernesto las miró con sorpresa y René salió al cruce de inmediato.
—Flaco, los franceses dicen así y and á porque tu brujita te está mirando de mal modo .
Ernesto hizo un gesto de duda y partió a su mesa sacando pecho como un ganso a punto de atacar.
Luego de una amena cena estuvieron de regreso a las doce de la noche. Al llegar a la casa solo pensaba en acostarse porque estaba realmente cansado. Saludó a Bruno desde la puerta y se dirigió a su dormitorio considerando que el cuerpo ya no tenía aquella resistencia de años atrás. Recordaba que supo pasar noches sin dormir sobre un camión ajeno, un sacrificio que lo hizo llegar a su propia unidad. Enseguida se relajó entre las sábanas y logro conciliar el sueño.
Oscura y rara madrugada, puso el camión en marcha y tomó la ruta habitual. El viento parecía mover la cabina y era lógico por el porte y la altura. Cuando pasó el mojón con el 48 pintado en color negro, se detuvo al ver a aquella figura en la banquina. Laura ingresó con una sonrisa a la cabina. Él la observó por un momento y notó que su rostro lucía maquillado, eso la hacía lucir espléndidamente hermosa. Sentía calor y pensó que la calefacción estaba al extremo, pero no hizo nada por regularla. Colocó su mano en la palanca de cambio y de pronto notó suave y tibia la mano de ella sobre la de él. Trató de no inmutarse por esa agradable acción, pero no pudo evitar mirarla cuando ella recorrió su brazo con sus dedos hasta llegar a su cabello y enterrarlos en la nuca. El sol azotó con sus débiles rayos el rostro de Laura y él sintió una vibración extraña. Se miraron por un segundo y ambos supieron lo que seguía. Ella se inclinó hacia su lado mientras sus dedos se entrelazaban desordenando el cabello de René. La cara de Laura se acercó con la intención de encontrar sus labios y él la buscó, ese movimiento provocó que el camión bajara a la banquina y esto lo sacudió a su estado real. Un jadeo abordó sus oídos con un extraño eco quebrando el silencio. Sentado en la cama buscó sin suerte una luz o algo parecido para saber dónde estaba, solo había oscuridad, escuchó la voz de Norma a través de una pregunta:
—¿Qué te pasa?... ¿Una pesadilla?
—No…. —Miró el despertador y este marcaba las cinco y treinta—. Es la costumbre de despertarme a esta hora…. Es eso…
Norma apoyó su cabeza en la almohada y casi sin separar sus labios comentó:
—Por suerte es domingo, ac o state que me destap á s la espalda .
René se despertó a las cinco y treinta de la mañana de ese lunes y al asomarse por la ventana de la cocina descubrió que llovía. Era irritante e incómodo preparar todo para salir en ese estado, pero no era la primera vez que le ocurría en los años de camionero.
A la hora seis y treinta colocó el cambio y emprendió la marcha hacia el puerto de Rosario. Al subir a la ruta notó que la lluvia había cesado para ser una intensa llovizna que también era igual de molesta. Luego de un rato de marcha pasó el mojón cuarenta y ocho, recordó que muy cerca estaba el cruce donde Laura hacía dedo. Bajó la velocidad aunque estaba convencido de que ella no estaría en el lugar con ese clima y se dijo: “ Hoy no la vas a ver , sonso, ¿ p ara qué merm á s la marcha? …”. Pero para su sorpresa descubrió al final del halo de luz una figura del lado de la banquina. Comenzó a bajar cambios y su rostro portaba una mueca distinta. Allí estaba ella, cubierta con un piloto oscuro y una capucha que cubría su cabeza y parte de su cara, el portafolio estaba envuelto en nailon y pendía de su mano izquierda. Trató de frenar el camión lo más posible para que le quedara cerca y estacionado sobre la cinta asfáltica. Laura caminó tratando de no caerse en el barro mientras la blanca luz de un rayo iluminó la escena y después un sonido seco castigó los oídos, ella sufrió un temblor en su cuerpo y aligeró su paso.
René se pasó de inmediato al otro asiento y abrió la puerta con la intención de facilitarle el movimiento para ingresar.
—Buen día , Laura… — Dejó ver un gesto de alegría—. Si se lo puede llamar buen día a esto . — Ella se acomodó en el asiento y sin mirarlo respondió:
— Buen día . —El pilotín que cubría a Laura parecía una gran capa oscura, pero no muy gruesa. Al ubicarse en la butaca se quitó la capucha luego de colocar el portafolio en el piso. René apagó la radio porque hacía descargas por la tormenta y era insoportable el sonido que emitía.
—Pensé que no ibas a la escuela hoy…. Sos como S armiento —dijo jocosamente mientras observaba su perfil mojado, ella estaba estática en su asiento y con su mirada clavada en la ruta dijo:
—Hoy más que nunca tenía que viajar...
Comenzó la marcha y él comentó curioso, pero sin demostrar esa ansiedad de saber.
—¿El viernes tuviste suerte para ir a la escuela?
—El viernes falt é a clases porque estoy medicada y a veces los remedios no me caen muy bien… —Un rayo se extendió en el horizonte y ella parpadeó varias veces y apoyó su espalda en el asiento. René notó eso y era obvio pensar que ella le tenía un temor especial a las tormentas. Laura no dejaba de mirar hacia el frente y él cortésmente intento matizar ese segundo con una opinión:
—Pero un día como hoy era para quedarse en casa… Debajo de las s á banas . ¿No te parece? —El sonido agudo de las gomas del limpiaparabrisas en su ir y venir era molesto.
—Yo amo enseñarles a los niños, desde muy chica soñaba con eso, y gracias al sacrificio de mis padres logr é recibirme . — Suspiró profundo—. Me costó mucho andar y suplicar para que me designaran a esta escuela cerca de mi casa . —René se sorprendió al ver cómo ella sin dejar de observar hacia la ruta se explayaba en su comentario—. La noche del domingo cuatro de marzo mi pap á me agasaj ó con un asado y brindamos por mi nombramiento, estábamos felices por mi primer día de trabajo. Ver la alegría de mi familia me emocion ó hasta las lágrimas . —Hizo un breve silencio para tragar saliva y luego continuó—: Esa madrugada del cinco de marzo s alí a la ruta ansiosa por encontrar a alguien que me llevara a mi primer día de clase, pero no fue así, nunca llegu é… —Seguía con su mirada clavada en la ruta. René notó que parte del piloto que cubría su falda se deslizó y cayó entre las butacas. Vio parte del guardapolvo y no distinguía bien si era bordó o un rojo extrañamente oscuro. Ella continuó hablando sin mirarlo mientras la irreverente luz de las descargas eléctricas teñía de blanco su cabello rubio.
—Esa mañana oscura de marzo c uando vi la primer a luz levant é mi mano para pedir ansiosamente que me llevaran, pero de pronto not é que aquellas luces cambiaban su curso y venían hacia m í dispuestas a devorarme, no entendía el porqué, si yo solo quería que me llevaran… Mi pecho se cerró y el pánico me abraz ó clavándome en el lugar como una estaca, levant é mis brazos intentando detener la muerte…
René no entendía por qué sus manos estaban temblando, comenzó a ponerse nervioso y notó que la capa de Laura se deslizaba cada vez más por el movimiento del camión, miró hacia abajo y vio el uniforme de la docente y descubrió que eran manchas de sangre secas. Miró hacia el frente tratando de entender qué estaba ocurriendo y un rayo lo encegueció por unos instantes, ella siguió con su voz aguda y pausada—. Recuerdo que qued é sobre la tierra con la sensación de que se terminaba el aire… Mir é como pude hacia la ruta y vi al camión detenido más adelante. No recuerdo cuál de los brazos levant é para pedir ayuda . —René disminuyó la velocidad del camión sin dejar de escuchar el horroroso relato—. Pero… e l camión inici ó su marcha mientras el quejido de mi pecho tapaba el sonido del motor… Irónicamente mi sacrificio y el de mis padres fue truncado por aquel chofer… dormido o ebrio…
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