La inmigración urbana
Segunda etapa (1914-1932)
Con la llegada al poder de Hipólito Yrigoyen, electo presidente de la República en 1916, la Argentina aristócrata y elitista de los primeros tiempos de la colonización agraria va transformándose en un país democrático —nos dice Haim Avni—, más sensible a las esperanzas de la clase media, en formación desde la década de 1880.
Aquel año nacen los dos primeros diarios judíos y se crean, por una parte, el sistema cooperativo y, por otra, los Landsfahrein,23 tres fenómenos que marcan el inicio de la cristalización institucional de la comunidad judía de Argentina.
La Gran Guerra y sus repercusiones en la comunidad judía argentina
La Gran Guerra va a tener repercusiones negativas sobre el campo argentino. Muchos pequeños agricultores van a quebrar.
En cambio, en las ciudades se acelera el desarrollo de la industria: se crean nuevas fábricas y las ya existentes aumentan su producción. Lamentablemente, la infraestructura en el ámbito industrial es aún muy deficiente e impide que tal coyuntura pueda capitalizarse en toda su potencialidad. El desarrollo de una industria hasta entonces expuesta a la competencia de la importación será insuficiente para absorber toda la mano de obra disponible.
El judaísmo argentino, que parece atravesar uno de sus mejores períodos desde el punto de vista económico y cultural, se ve sin embargo todavía poco aceptado en el campo político y social. La desconfianza hacia los judíos aún sigue vigente…
Parecería que los destacados logros obtenidos por los colonos en materia de agricultura y ganadería no bastan para borrar la imagen del judío como elemento “urbano y dependiente del comercio, ergo, parásito”. Por lo demás, esa visión negativa no es la única con la cual los judíos deben lidiar. Según Avni, a los ojos de numerosos argentinos también son “portadores de bolchevismo”, una especie de germen maligno propio de ellos ¡y contagioso!
Empiezan a oírse algunos ecos de oposición a la inmigración judía.
Del otro lado del océano, en cambio, la condición judía tras la Primera Guerra Mundial se anuncia más favorable que antes, puesto que con la Revolución Rusa acaban de votarse la igualdad civil y la anulación de la discriminación religiosa. En ese clima inédito, la Declaración Balfour, mediante la cual Inglaterra afirma que la creación de un hogar nacional judío en Palestina será considerada con beneplácito, añade, en noviembre de 1917, una poderosa nota de optimismo.
La Europa de entreguerras
Lamentablemente, como un enorme contrasentido de la historia, el panorama prometedor que parecía implantarse en Europa del Este luego de la Revolución Rusa, esa igualdad civil obtenida a costa de tanto esfuerzo, esa apertura religiosa, todos esos derechos por fin adquiridos, todas esas promesas, muy pronto se convierten en letra muerta. En 1919-1920, en esa Rusia de la posguerra, las manifestaciones antijudías se desatan con mayor vigor aún que antes. También en Polonia. En Galitzia, se reanudan los pogromos y comunidades enteras son salvajemente destruidas, al igual que en Transilvania y Hungría. En Alemania y en Austria, retumba un rumor amenazador: “Los judíos son los responsables de la derrota”.
¡Una vez más, el judío es el culpable de todos los males!
En esos años, los judíos de Grecia, Turquía, Siria y las islas del mar Egeo también están luchando contra toda suerte de dificultades, aunque por motivos menos siniestros.24 A fin de cuentas, sefardíes, mizrahim y asquenazíes25 comparten la necesidad de buscar un país donde la esperanza de mejorar sus condiciones de vida y educación no se verá defraudada una vez más.
Pero, justo cuando para los judíos la necesidad de irse se torna apremiante, las puertas del principal país receptor se están cerrando. Así, en 1921, por temor a la importación de la revolución comunista a su país, Estados Unidos suspende la inmigración por un año y anuncia que, una vez vencido ese plazo, sólo se autorizará el ingreso al país de acuerdo con una reglamentación muy estricta, basada en un sistema de cupos.26
En Argentina, también se teme ¡“el peligro rojo”! y las autoridades se preguntan si no habrá que seguir ese ejemplo.
Justificando esos temores, en enero de 1919, a raíz de un conflicto por el reconocimiento de la representatividad sindical, se produjeron varias manifestaciones, y esas jornadas de protesta y disturbios fueron utilizadas por los grupos nacionalistas para atacar los barrios judíos de Buenos Aires.
Durante ese primer y único pogromo que tuvo lugar en Argentina, cientos de judíos fueron agredidos, golpeados, injuriados y humillados; sus propiedades fueron saqueadas. Los autores de tales desmanes fueron tácitamente apoyados por el gobierno, que justificó su acción inventando la existencia de un complot bolchevique.
Así y todo, el pogromo no detendrá la inmigración, pues los miles de judíos que estaban en camino hacia Estados Unidos cuando aquel país decidió cerrar sus puertas se encontraban acorralados en una situación sin salida y buscaban con desesperación un país a donde llegar.
Para socorrerlos, se unen los dos principales organismos mundiales de ayuda a los judíos, la Hebrew Inmigrant Aid Society (hias)27 y la jca, para crear, en 1921, un organismo común, la Emigdirect, que ayudará a los candidatos a la emigración a resolver sus múltiples problemas: primero, en el país que desean abandonar; segundo, durante el viaje; por último, al llegar al país de destino.
Muy poco tiempo después de la creación de la Emigdirect, Argentina alinea oficialmente su política migratoria con la de Estados Unidos y refuerza sus sistemas de control. Luego, a finales de 1923, un nuevo decreto, basado en un “cálculo” que estipulaba en qué medida los diferentes extranjeros podían servir al país, va a limitar aún más severamente la entrada de todo candidato a la inmigración. Entre 1924 y 1925, la cantidad de inmigrantes de todos los orígenes disminuye en un 30%.
A esas restricciones impuestas por el gobierno argentino, se agregará un infeliz desacuerdo entre los organismos judíos de asistencia: la concepción paternalista de la jca se opone a la visión más democrática de la hias, y esto finalmente hará fracasar el proyecto de la Emigdirect.
La jca, con el apoyo de la Ezrah, crea entonces el Comité de Protección a los Inmigrantes Israelitas, el cual logrará obtener, entre otras gestiones, la autorización para que ingresen cien huérfanos de Ucrania a Argentina.
Nuevas divergencias, en este caso internas, llevan a algunos de los miembros de ese nuevo comité a fundar una enésima organización, independiente de los organismos ya existentes, la Soprotimis, Sociedad de Protección a los Inmigrantes Israelitas. Esa nueva institución, que recibe el estímulo de la jca, es la que en esos años difíciles va a desempeñar el rol más activo y más positivo en la inmigración de los refugiados que se hallan bloqueados en los puertos europeos, en virtud del reciente cambio en la política migratoria estadounidense.
Balance del trabajo realizado por las sucesivas instituciones de ayuda a los judíos entre 1914 y 1932
Pese a las divergencias entre los organismos judíos de socorro y a las restricciones impuestas a la inmigración, que se tornaban cada vez más estrictas tanto en Estados Unidos como en Argentina, 48.000 judíos fueron admitidos en el país entre 1922 y 1927. Esta cifra incluye a todos aquellos que se infiltraron clandestinamente tras haber pasado un tiempo más o menos largo en Uruguay y Paraguay, así como a un número apreciable de personas que desembarcaron en las playas argentinas como turistas y se quedaron de modo ilegal.
Esos inmigrantes provenían casi todos de centros urbanos de Europa Central, y ya no sólo de la Zona de Residencia rusa. La mayoría de ellos había tenido acceso a cierta educación y no sentía atracción por la agricultura; formarán la estructura urbana de la comunidad judeoargentina.
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