Así, en el primer capítulo, titulado “La perspectiva local y comunitaria en la educación ambiental y su relación con el desarrollo”, los mexicanos Helio García Campos y Joaquín Esteva, educadores ambientales comunitarios de gran trayectoria, fortalecen la perspectiva de la educación popular ambiental para construir el poder local. En el capítulo se comunica que este quehacer integra elementos y discusiones que ahora dan identidad a los procesos educativo-ambientales, no sólo en el ámbito comunitario, sino en las prácticas surgidas de las limitaciones de los sistemas políticos centralistas, la baja responsabilidad ciudadana y la importancia que tiene la localidad como alternativa de construcción ambiental. Los autores analizan la importancia del trabajo transdisciplinar y transectorial que realizan educadores ambientales para elevar las capacidades de autogestión en los pobladores de acuerdo con su visión de sociedad y en función de las características ecosistémicas de su territorio. La fuerza argumentativa del texto proviene de la riqueza epistemológica y metodológica con que realizan una “propuesta de abordaje para el desarrollo local con perspectiva ambiental”. Esta se basa en la educación popular y situada, desde donde analizan los referentes pedagógicos centrales de esta práctica como “comunidad”, “participación”, “localidad”, “territorio” y “desarrollo” de manera crítica. En esta propuesta tienen cabida, además, discusiones temáticas que por sí mismas han sido prolíficas, como el disenso como punto de partida, el reconocimiento de saberes, la apertura de la percepción ambiental y, desde luego, la acción organizada de la ciudadanía, entre otros elementos. Los autores echan a andar estas formulaciones en un estudio de caso que integran al final del capítulo.
“Andamiajes entre la educación y la pedagogía ambiental” es el nombre del segundo capítulo, escrito por Esperanza Terrón Amigón y Raúl Calixto Flores. Estos investigadores, de una vasta trayectoria en la formación de docentes en México, hacen un recuento crítico sobre la construcción de la pedagogía ambiental, desde el siglo pasado, cuando surge la conciencia sobre los problemas ambientales y los procesos sociales asociados a ellos, hasta los desafíos de la realidad actual que articula nuevas emergencias. En esta revisión los autores parten de la distinción y la conexión que hay entre la EA y la pedagogía ambiental, tanto como aquellos enfoques educativos o pedagógicos asociados a lo ambiental desde la educación, dejando claros elementos complementarios o, en su caso, contrapuestos a la EA. Los autores generan una articulación que puede considerarse un patrimonio teórico-metodológico con el que la pedagogía ambiental dialoga con otras pedagogías emergentes específicas, en el entendido de que la EA ofrece un marco interpretativo amplio e impulsa la conexión de estas pedagogías para transitar a un pensamiento complejo, transdisciplinario e integrador de saberes sobre la problemática ambiental y su relación con los fenómenos sociales, la cultura y la ética. El capítulo presenta a los lectores elementos que son cimientos para que la pedagogía ambiental camine hacia los objetivos de transformación de la EA, considerando las cegueras de la sociedad, las realidades multiculturales y globales, así como los contextos problemáticos y complejos, junto a demandas que la sociedad se exige. Al finalizar el capítulo, Terrón y Calixto presentan una lectura esquemática de las convergencias en las pedagogías emergentes, como la ambiental, para la paz, la feminista y la de derechos humanos; todas ellas desafían al campo pedagógico en lo general, para dar sentido a esta visión integral educativa en relación con los ejes filosófico, cognitivo, ético y relacional que la conforman.
Raquel Aparicio, investigadora y educadora ambiental mexicana, presenta el tercer capítulo denominado “Educación en clave civilizatoria: el retorno del sentido”. Aparicio revisa críticamente el concepto de educación y su —hasta ahora acotada— forma de operar en un contexto límite como el que presenta el mundo actual. Repasa con detenimiento el significado que el imaginario social le atribuye a la educación y, por tanto, su sentido; hace esta revisión mediante un concepto que de por sí es crítico: el lisologismo, que se considera una “figura patológica de la conceptualización” para conocer la realidad. Esta categoría le permite a Aparicio apreciar cómo se debilita tanto el debate de la educación como el uso de su concepto y se difumina su idea ligada al modelo civilizatorio en crisis. Estos elementos devienen en un campo de batalla para la elaboración política, académica e ideológica en torno al debate de la participación de la educación en el mantenimiento del modelo monocultural occidental o su transformación. Finalmente, la autora plantea lo anterior como una crisis en el sentido de la educación a fin de que se redefina la forma de vida humana, dentro de los límites físicos de la naturaleza, pero con libertad y crecimiento humano; elementos que son piedra angular en el concepto de educación.
El cuarto capítulo, “Hermenéutica y educación ambiental”, está escrito por investigadores docentes reconocidos por su larga trayectoria en la EA de Brasil y en el programa de posgrado Educación Ambiental de la Universidad Federal de Rio Grande (FURG): Vilmar Alves Pereira, Simone Grosh Freire y Marcela Pereira da Silva. Los autores dan sentido a ciertas vanguardias filosóficas, para enriquecer la identidad social de la EA acorde con las resonancias sociales que se han generado recientemente en América Latina. Las ricas reflexiones filosóficas siguen la propuesta de una formación hermenéutica para los educadores ambientales, llamada pedagogía cosmocena. En ella se desvelan elementos epistémicos involucrados tanto en los sujetos (que siempre están en relación y en diálogo asumiendo respetuosamente las pluralidades) como en los procesos de EA que desarrollan (procesos en los que se manifiesta la intersubjetividad, tanto como la interpretación de los nexos con lo ambiental en nuestras sociedades), y que entrañan un horizonte utópico de transformación social. Comprender estos elementos, consideran los autores, reaviva preguntas y búsquedas que enriquecen a la EA en nuestros contextos, especialmente en lo que respecta a generar nuevas racionalidades, valores y saberes sustentados en nuevas prácticas de organización ciudadana. El capítulo contiene un encuentro o diálogo de la EA con la hermenéutica que da vigor a la experiencia educativa y a los actores de estos procesos, desarrollando detalladamente la importancia filosófica de cada uno de los elementos que subyacen a estos procesos pedagógicos en el contexto de crisis planetaria. El capítulo termina con la exposición de ocho postulados de la pedagogía cosmocena que refieren a los sentidos del ser en la formación de educadores/as ambientales, y que la constituyen como una pedagogía de la resistencia y la esperanza.
El capítulo siguiente se denomina “Saberes y prácticas ambientales en la perspectiva sistémica”, de las autoras brasileñas Narjara Mendes Garcia y Eliane Lima Piske. Las expertas echan mano de su experiencia como investigadoras en el Grupo de Ecoinfancias del posgrado en Educación Ambiental de la furg para dar cuenta de un repertorio teórico-metodológico que ellas han generado en los contextos ecológico-educativos con el fin de evidenciar y comprender los saberes y prácticas ambientales de los niños y adolescentes, producidos junto con sus familias y comunidades, en entornos sociambientalmente difíciles. Estos saberes constituyen un conocimiento integral sobre la realidad, construido culturalmente en espacios de convivencia y en red, no sólo entre las personas sino en íntima relación con los ecosistemas, por lo que la noción de contexto resulta en un carácter complejo y holístico. Para dar cuenta de los mismos, las autoras construyen la noción de “experiencia como proceso de construcción de saberes y prácticas ambientales”. En esta línea, ambas tejen una propuesta sumamente interesante, pues se proponen “descentralizar la producción científica y generar transformaciones que beneficien a las realidades estudiadas”. De ahí que problematicen y enriquezcan el concepto de “experiencia” y de su “inserción ecológica” en los contextos para investigar formando parte del tejido comunitario y, con ello, dan cuenta de los desafíos epistémicos que operan en la relación personal e integral que deben incorporar en su trabajo. La “mirada sistémica y la escucha sensible para la comprensión de saberes ambientales” forma parte de esta producción que es educativa-investigativa, en tanto que se explica en un proceso de la teoría “ecológica del desarrollo humano” con impacto en las personas, en las comunidades, en los y las investigadoras, y en los ecosistemas, formando un todo sistémico e integrado. En la última parte del capítulo, las autoras ilustran el aparato teórico propuesto en el capítulo mediante la exposición de siete investigaciones de muy diversos objetos que descansa en esta perspectiva de la inserción ecológica y la mirada sistémica para comprender a las personas y sus contextos, que potencian el saber ambiental y que se han desarrollado en el Grupo de Ecoinfancias de la FURG.
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