La narrativa es un esquema a través del cual los seres humanos brindan sentido a su experiencia de temporalidad y a su actividad personal. El significado narrativo añade a la vida una noción de finalidad y convierte las acciones cotidianas en episodios discretos. Es el marco sobre el que se comprenden los eventos pasados y se proyectan los futuros. Es el principal esquema por medio del cual la vida del ser humano cobra sentido (Polkinghorne, 1988: 11).
El concepto de «práctica» es más complejo, pues no queda claro el momento en el que se decidió comenzar a hablar de prácticas. Y si bien hay autores que continúan hablando de terapia narrativa, White y Epston optaron en su texto por este término, se interrogan sobre su utilización y se pronuncian al respecto con las siguientes expresiones:
Creemos que «terapia» es un término inadecuado para describir el trabajo que aquí se examina. El Penguin Macquarie Dictionary describe la terapia como «tratamiento de enfermedad, desorden, defecto, etc., por medio de medicinas o procesos curativos». En nuestro trabajo, no entendemos los problemas en términos de enfermedad, y no creemos hacer nada que pueda relacionarse con una curación (White y Epston, 1993: 30-31).
El vocablo prácticas lo emplean los profesionales narrativos siempre que hablan de trabajo con colectivos, con comunidades, pero también encontramos otros profesionales que hablan de conversaciones terapéuticas. Es decir, no hay un acuerdo sobre el término que se debe emplear cuando hablamos de trabajo narrativo. Por nuestra parte, nos identificamos con el concepto de práctica narrativa, siguiendo la propuesta de la FITS, pues consideramos que de este modo no imponemos un elemento de poder, cuestión esta capital para los creadores de las prácticas narrativas, al margen de que también lo consideramos más adecuado y cercano al trabajo social.
Si le ponemos fecha a la narrativa, diremos que el desarrollo de las teorías y técnicas basadas en ella se producen a partir de la década de 1980 con los trabajos de White y Epston. Estos autores plantearon un sistema de trabajo que, partiendo de esta herencia secular (los relatos), hiciera que los individuos encontraran alternativas mejores para sus vidas. Según K. Tomm, proponen
«reescribir» la vida de manera más funcional, plantean la analogía de la terapia como un proceso de «contar» y/o «volver a contar» las vidas y las experiencias de las personas que se presentan con problemas, al documentar eventos y significados seleccionados contribuyen de forma muy concreta a la co-creación de narraciones nuevas y liberadoras (White y Epston, 1993: 12).
Es a partir de estos presupuestos del mundo narrativo, de la posmodernidad, del posestructuralismo y de otros que iremos viendo cuando damos por iniciado el proceso sobre el que profesionales y docentes plantearon construir la alternativa de práctica en trabajo social.
Con las profesionales de la acción social empezamos un proceso de acompañamiento desde un trabajo social moderno hacia otra orientación de corte posmoderno y posestructuralista. Convenimos que un buen proceso de reflexión pasaba sin lugar a dudas por un mirar hacia el interior, es decir, buscar en nuestras raíces como profesión aquellos elementos sobre los que asentar un nuevo sistema de trabajo. Para proseguir con una buena formación sobre el enfoque narrativo, asentada en una buena revisión y análisis documental acerca de los distintos saberes sobre los que se ha nutrido la práctica narrativa, era necesaria, además, una investigación detallada que nos diera las claves tanto de la situación problema como de las posibles alternativas.
Presentamos a continuación el recorrido por el que anduvimos en ese acompañamiento a profesionales y docentes, comenzando por exponer todos los aportes epistemológicos y metodológicos que contribuyeron a enriquecer la discusión entre los profesionales.
1. Tiempos identificados como de volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad.
2. Ese paradigma se denomina RUPT (por las palabras en inglés rapid, unpredictable, paradoxical y tangled ). En español podemos traducirlo como «rápido», «impredecible», «paradójico» y «entrelazado». Más orientado a la acción que a la descripción (Magellan Horth, 2019).
3. Utilizamos indistintamente los términos cliente, usuario, asistido, consultante, demandante o persona en función del marco de referencia en el que nos encontremos, del país en que estemos situados y del período del que hablemos. No obstante, el término utilizado preferentemente por la narrativa es el de persona , para evitar su patologización y así no reproducir el dualismo de sujeto/objeto que domina la conformación de las relaciones de nuestra cultura.
4. La Federación Internacional de Trabajo Social y la Asociación Internacional de Escuelas de Trabajo Social (AIETS) ha presentado la nueva definición de trabajo social a nivel internacional en la Conferencia Mundial sobre Trabajo Social, Educación y Desarrollo Social 2014, celebrada en Melbourne (Australia) del 9 al 12 de julio. En adelante utilizaremos su acrónimo (FITS).
5. Prácticas de descentramiento plantea la relación entre el profesional y la persona que busca ayuda. White se basa en tres tipos de práctica: remembrar, transparencia y prácticas de reciprocidad. Profundizaremos más en posteriores capítulos.
1 Buscando una nueva senda en momentos volátiles
La base sobre la que construir una nueva mirada resulta siempre compleja, por supuesto nunca lineal y continuamente sujeta a las necesidades sentidas por los implicados que se encuentran afectados por las dudas sobre cómo reciben una práctica o cómo la llevan a cabo. A esto hay que añadir, en el caso de los profesionales, la necesidad de una elemental identificación con los nuevos postulados.
En la búsqueda de todos estos elementos para la discusión se hacía necesario que todos los involucrados se reconocieran en esta nueva perspectiva. Creamos una iniciativa, a modo de espacio común, por la que observar los rasgos de proximidad y las diferencias entre el trabajo social y la práctica narrativa. De este modo los participantes generaron una confluencia para someter a su consideración las premisas que permitan gestionar un nuevo enfoque de trabajo social. Nuestro objetivo es intentar describir los diferentes factores que apoyaron nuestra elección y que ayudan en la construcción identitaria de un nuevo perfil profesional sustentado en un nuevo enfoque de práctica, que genere un nivel de satisfacción de la práctica profesional y que lleve en consecuencia un mejor bienestar a los consultantes. Ponemos la mirada en aquello que más nos identifica, que no es otra cuestión que nuestra orientación hacia la intervención.
Iniciamos esta tarea haciendo una inmersión por completo en los territorios de la práctica narrativa, 1 partimos del significado del término. En el anterior punto hemos aportado la definición que nos ofrecía el profesor Tomm en White y Epston (1993), o mejor dicho, cómo ve él lo que sus creadores hacen. Pero en una práctica donde el lenguaje cobra un sentido tan trascendental es necesario perfilar más, así que vamos a ver otras contribuciones a la definición de PN que nos aporten una fotografía con más matices y claves sobre las que operar una alternativa para la práctica del trabajo social.
La visión que dan los propios fundadores de la PN es muy parecida, si bien ellos enfatizan la gestión que se hace del poder, cuestión capital en todo su enfoque y que tendremos tiempo de desarrollar. De este modo describen ellos su modelo de trabajo:
Partimos del supuesto de que las personas experimentan problemas, por los que frecuentemente acuden a consulta, cuando las narrativas con las que [historizan] su experiencia y/o las que otros utilizan para [historiar] 2 no representan suficientemente su experiencia real; y que, en esas circunstancias, su experiencia tendrá aspectos muy significativos contrapuestos a estas narrativas dominantes [...] (White y Epston, 1993: 14-15).
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