VIVIR PARA CRISTO EUCARISTÍA
© Del texto, Fundación José Rivera
© De la edición, Ediciones Trébedes, 2020. Av/Portugal s/n, Centro Comercial Buenavista, Local 45, 45005, Toledo.
Diseño de la portada: Ediciones Trébedes
Correctora: María Alcaide Escalonilla
Nihil obstat. Censor: Alfonso Fernández Benito
Imprimatur. X Francisco Cerro Cháves, Arzobispo de Toledo, Primado de España. Toledo, 15 de octubre de 2020.
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ISBN: 978-84-120497-9-4
ISBN de la edición impresa: 978-84-120497-8-7
Edita: Ediciones Trébedes
Imprime: Publicep S.L.
Printed in Spain. Impreso en España.
Este escrito ha sido registrado como Propiedad Intelectual de su autor, que autoriza la libre reproducción total o parcial de los textos, según la ley, siempre que se cite la fuente y se respete el contexto en que han sido publicados.
José Rivera Ramírez
VIVIR PARA CRISTO EUCARISTÍA
Charlas sobre el Ordinario de la Misa
Ediciones Trébedes
Contenido
PRÓLOGO 9
INTRODUCCIÓN 15
I.- RITOS INICIALES 19
SALUDO 19
ACTO PENITENCIAL 24
GLORIA A DIOS 37
ORACIÓN COLECTA 41
II.- LITURGIA DE LA PALABRA 49
III.- LITURGIA EUCARÍSTICA 59
OFERTORIO 59
PLEGARIA EUCARÍSTICA 81
IV.- RITO DE LA COMUNIÓN 125
V.- RITO DE CONCLUSIÓN 147
APÉNDICE I 149
MEDITACIÓN SOBRE EL ORDINARIO DE LA MISA 149
APÉNDICE II 155
APÉNDICE III 159
APÉNDICE IV 165
EFECTOS DE LA COMUNIÓN EUCARÍSTICA 165
DISPOSICIONES PARA LA COMUNIÓN 167
PRÓLOGO
El Venerable don José Rivera (1925-1991), sacerdote diocesano de Toledo, vivió toda su vida y ministerio sacerdotal especialmente marcado por el trato personal, por la búsqueda de la persona, por el encuentro personal. Además de las dotes personales para esta actitud, bebió y alimentó este sentido personal sobre todo en la liturgia, que él entendía siempre como encuentro personal con las personas divinas. Y salirse de eso es sacrilegio.
Por ello aprendió a elevarse por encima de las ataduras de instituciones y planes, porque se sabía fuertemente empujado por la llamada a la santidad personal que Dios ofrece a cada uno de nosotros y que, consecuentemente, hay que ofrecer también personalmente a los demás. Él decía: «El testimonio lo da la persona; lo demás son artefactos».
Nos ha dejado multitud de ejemplos en su empeño por la santidad de todos, incluida la suya. Uno de los ejemplos más fecundos y determinantes de toda su vida es su vivencia personalísima de la Eucaristía —en la adoración, en la celebración, en la devoción, en el estudio y meditación de la Misa— como centro y fuente de todo su vivir y obrar.
De hecho, es preciso dejar constancia de cómo don José Rivera, ya a los diecinueve o veinte años, a raíz de su conversión, pide muchas veces a don Anastasio Granados, su director espiritual entonces, celebrar —u ofrecer— misas con la intención de pedir para él la gracia del martirio por la Eucaristía.
No murió mártir de la Eucaristía, pero ciertamente nos ha dejado un ejemplo profundo y aleccionador de la vivencia de este misterio. Yo diría que don José vivió arrobado por la presencia eucarística que adoró tantas y tantas noches, que buscaba insaciablemente en la celebración y en el sagrario y que entendía como el misterio central al que mira todo. En algún momento comenta: «Toda mi tarea de dirección espiritual consiste en ayudar a los dirigidos a vivir bien la Misa».
Su largo deambular de retiro en retiro, de charla en charla, de encuentro en encuentro, de pueblo en pueblo, nos ha regalado una estela preciosa de su andar espiritual tras la gracia martirial de la Eucaristía. Y en ese andar va creciendo el aprecio y la vivencia de la Misa —hasta en detalles humanísimos— al compás de la experiencia de que Cristo se cuida de él y de su ministerio, especialmente desde la Eucaristía.
De sus escritos conservados son muy abundantes las reflexiones y meditaciones sobre el Ordinario de la Misa. En su Diario, vuelve una y otra vez sobre la vivencia de la Eucaristía en la celebración de los tiempos litúrgicos, en el estudio del Ordinario de la Misa desde distintas perspectivas: la santidad en el Ordinario de la Misa; la cristología en el Ordinario de la Misa; la presencia de la Virgen en la Misa…
Abunda en esos mismos escritos el estudio orante y minucioso de la liturgia, desde la constitución Sacrosanctum Concilium del Concilio Vaticano II, con abundantes lecturas de todo tipo de autores sobre la materia.
El texto que presentamos tiene su origen en unas charlas o meditaciones sobre el Ordinario de la Misa a un grupo de seminaristas en el Curso de Espiritualidad del año 1986-1987. Esto explica las múltiples alusiones a los seminaristas en las charlas. Pero sus enseñanzas y su valor sirven a todo creyente llamado a vivir de la Eucaristía, como centro de toda su vida.
Con la libertad que caracteriza siempre su predicar, don José va iluminando los textos y las rúbricas en su verdadero sentido y valor. Y siempre en clave muy personal: «Cristo me habla en estos textos a mí». Y en clave ministerial: pedir e interceder para alcanzar estos dones para muchos.
Así puede destacar que la realidad principal en la liturgia es la presencia activa y amorosa de las personas divinas, que obran en el cristiano la santificación y salvación:
«A lo largo de la Misa y, después, del día entero, las personas divinas quieren tener la iniciativa, movernos, y dar valor divino a nuestras acciones. De modo que, si no resistimos a sus impulsos, quedaremos levantados a este nivel» (Notas personales sobre el Ordinario de la Misa).
Todo brota de aquí, y por eso la principal actitud en la vivencia de la liturgia será siempre una fe viva y personal que nos haga suficientemente conscientes y hambrientos de esta obra de la Trinidad santa en nosotros, en toda la Iglesia y en toda la humanidad. Si algo aprieta y conviene es no achicar nunca el valor universal de la Misa por falta de fe o de esperanza.
Don José repetirá con frecuencia en su predicación que en la Eucaristía, en la comunión y en la liturgia en general, recibimos en la medida de esta fe viva y personal con la que entramos en las celebraciones litúrgicas.
Y es que, como ya hemos visto, las personas divinas quieren tener siempre la iniciativa en nuestras vidas y movernos en todo nuestro obrar, dando así valor divino a todas nuestras acciones, desde las más interiores hasta las obras más naturales. Y eso desde la Eucaristía, que viene a ser el centro de la vida del creyente y la fuente de esta divinización o santificación.
¿Cómo, si no, se santificará el cristiano en el trabajo o en el estudio? ¿De dónde sacará virtud el creyente para unirse a la cruz de Cristo en sus sufrimientos y cruces de la vida? ¿Cómo santificar el matrimonio y elevar ese amor humano tan necesitado de elevación?
Las personas divinas quieren obrar así y de manera permanente en nosotros. Y esas gracias permanentes son las que especialmente hay que buscar y recibir en la Eucaristía. ¡La obra principal del día, principio de todas las demás, para no trabajar en vano!
Los capítulos del libro quedan distribuidos, al hilo de la predicación de don José, según las partes fundamentales de la Misa que todos conocemos. Y, por supuesto, las otras divisiones y subrayados son nuestros, para mejor captar y recibir el rico pensamiento de don José.
A estos contenidos hemos añadido citas del Diario de don José, que pueden enriquecer el texto y darle más hondura y fuerza teológica; sobre todo, nos pueden ayudar a saber beber en la Eucaristía tanta riqueza como esconde. Y a eso responden también los apéndices finales, que han sido extraídos del mismo Diario y que explican la normalidad y frecuencia con que don José meditaba constantemente el Ordinario de la Misa para vivificar su vida y ministerio sacerdotal.
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