Estoy altamente satisfecho al contemplar vuestro éxito y el gran trabajo que encierra este libro; sé lo que cuesta y no me cabe ninguna duda de que aporta su granito de arena a esas amplias playas desiertas de la investigación, donde las ásperas rocas no siempre han dejado que las suaves olas horadaran angostos vericuetos ciertos (rigurosos) de investigación, en un área de conocimiento tan necesitada de orgullo y autoestima científica como la de trabajo social y los servicios sociales.
Os agradezco vuestra aportación, porque sabéis que para mí la vida consiste en hacer con diligencia, arriesgar y equivocarse, pero seguir haciendo, con generosidad y con ambición, hacer proyectos necesariamente colectivos, para ser mejores y dar lo mejor de tu propia naturaleza cada día, desterrando la mediocridad y perfidia en un mundo donde ya nadie dice la verdad.
JORGE GARCÉS-FERRER
Catedrático de Trabajo Social y Servicios Sociales
Bruselas, 9 de octubre de 2020
Introducción
Cómo ubicarse en tiempos convulsos
Este libro expresa un proceso vivido, a modo de transición por parte de algunas trabajadoras sociales, en la última década en nuestro país. Hemos emprendido un camino de tránsito desde posiciones modernas y postulados positivistas a posturas posmodernas, posestructuralistas con propuestas de prácticas constructivistas y construccionistas. Este giro metodológico no es producto de la casualidad, sino la consecuencia de varios procesos que incitaron necesariamente un cambio.
Si reparamos en la transición epistemológica basta con analizar los últimos veinte años de la práctica de las trabajadoras sociales para, tal vez, hallar respuestas a esta metamorfosis que se está produciendo en el trabajo social. La función principal de nuestra profesión hay que encontrarla en los servicios sociales de Acción Social, con un alto nivel de responsabilidad en la gestión de las organizaciones sociales. Sin ser exhaustivos reparemos en ese periodo de la vida de los servicios sociales, de los profesionales que en ellos habitan y de sus consultantes. Veamos qué ha ocurrido para que se suscite dicha transformación.
De qué acontecimientos hablamos: económicos, sociales, jurídicos, laborales, etc. Comenzamos nuestro relato por lo que ocurría a finales de 2008 en nuestro país. Nos acostamos una noche creyendo que éramos ricos y nos despertamos sabiendo que éramos pobres. De repente nos vimos inmersos en una crisis larvada durante año y nos pilló a todos a contrapié. Ante la magnitud de esta crisis la Unión Europea tomó el rumbo de afrontarla desde una propuesta económica neoliberal, teniendo como base los recortes de los estados del bienestar, reduciendo drásticamente los déficits financieros y en consecuencia el dinero que permitía a los gobiernos mantener parte de los gastos sociales en sus países.
Mientras esto perjudicaba gravemente a los ciudadanos, se promovió por otro lado el rescate a las entidades financieras que habían sido bastante responsables de dicha crisis con sus planes de expansión de la economía, desde la irresponsabilidad de la barra libre. Esta situación llevó a los ciudadanos de los distintos países a la pérdida de trabajo, el déficit de la sanidad, de la educación, de los servicios sociales, el abandono de la vivienda, la precariedad laboral, la vuelta de los mayores a casa, el retraso de escolarización de los niños, etc. Cada día nos levantamos con algo nuevo, con alguna pérdida más de derechos, lo que derivó en una crisis social de magnitudes todavía hoy no suficientemente evaluadas.
Esta crisis social sorprendió a muchas trabajadoras sociales, se sintieron totalmente desubicadas, no solo por la novedad de la situación y su gravedad sino también porque esto se unía a la situación que hacía ya algunos años se venía denunciando acerca del malestar existente en los servicios sociales.
Por una parte, los clientes mostraban una desafección creciente hacia las instituciones que les prestaban ayuda, unida a una notable asimilación ligada también a la ausencia de mejoría en sus vidas. Todo los conducía a una animadversión creciente de los consultantes respecto de las organizaciones y de quien las representaban.
Por otra parte, existía el malestar de los profesionales de los servicios sociales, que se preguntaban qué ocurría en el periodo anterior a la crisis. Pues también les invadía hacía tiempo la ansiedad, el síndrome de Burnout y otros muchos daños emocionales, ya que de verse reconocidos como agentes de cambio en otros tiempos ahora se encontraban desprestigiados, no valorados por los usuarios y totalmente maniatados, envueltos en una trama de formularios, solicitudes, protocolos, estadísticas, atenciones marcadas y dirigidas por las instituciones, tanto en tiempos de dedicación como en los contenidos del trabajo que debían realizar.
¿Cuál era el escenario profesional que se advertía ante la maraña de la burocracia? Lo que Foucault (2000) llama espacios de control, un cierto grado de acomodación por parte de las trabajadoras sociales y un pasotismo de los usuarios. La resultante era ver como progresivamente se iban instalando, a ambos lados de la acción social, el desasosiego, la ansiedad, la agitación, etc. Por supuesto, no todos los profesionales, ni tampoco todos los usuarios, pero en general sí se percibía un aire enrarecido que estaba impregnando las instituciones del estado de bienestar y que tenía una deriva muy importante para la práctica profesional de los trabajadores sociales que les llevaba hacia un progresivo debilitamiento como técnicos de la acción social.
Los efectos de todo esto es que nos encontramos con un panorama desolador, pero lo importante es responder las siguientes cuestiones: ¿cómo afrontar estos nuevos escenarios de pobreza?, ¿cómo se planteó su gestión la población, y los profesionales de la acción social?, ¿qué hacer en estos nuevos tiempos VICA?, 1 ¿cómo volver a tiempos RUPT, 2 si es que hay que volver?
Descubrimos con admiración la adquisición de la mayoría de edad de nuestros clientes/usuarios, 3 que ya no requieren de alguien que los tutele sino que saben conquistar su espacio. Los consultantes de los servicios sociales comenzaron a movilizarse en todo el Estado, por todos los rincones del país hay asambleas con propuestas de cómo, si no atajar la crisis –ya que excede sus posibilidades–, mejorar sus vidas. Son tiempos volátiles pero se asumen con fuerza: aparecen las mareas blancas, los jubilados pidiendo una mejor vida, las mujeres reclamando su sitio, etc. Dejan de ser pasivos y comienzan a desarrollar lo que los profesionales narrativos indican como de la agencia personal , el fortalecimiento de su nuevo relato, dejan de ser perdedores para ser actores de un relato de resistencia de afrontamiento de su realidad desde la esperanza, más orientado a la acción que a la descripción que hacen otros de sus vidas.
En este proceso, ¿dónde se sitúan las profesionales del trabajo social? Al acercarnos a las trabajadoras sociales observamos que, por un lado, hay un colectivo de profesionales que se han adaptado a esta situación, de alejamiento de los usuarios, pero hay otras muchas que son muy críticas y rechazan el inmovilismo buscando alternativas que las sitúen nuevamente cerca de las personas, próximas a su sufrimiento, deseando colaborar con ellos, y saben que para este tiempo nuevo necesitan otros marcos de referencia. Es ahí donde nuestro relato comienza, donde veremos cómo comienza a surgir el debate, cómo aparecen vías nuevas de intervención para recuperar no solo la autoestima profesional, que también, sino sobre todo nuestro papel como dinamizadores de cambios sociales. A partir de estos nuevos posicionamientos veremos cómo evoluciona un camino hacia la ruptura epistemológica, cómo se adopta un cambio de paradigma que implica volver a estar al lado de las personas, donde ellas sean el centro de nuestra práctica, donde esta se muestre en términos de oportunidades y donde nuestro rol sea el de un habilitador de sus capacidades.
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