22 Vietnam sigue esta pauta también, de acuerdo con Le Tranh Khoi, «Contribution à l’étude du mode de production asiatique: le Viêt Nam ancien», Studi Storici , XIII, 1972, pp. 231-248.
23 Las fechas son aproximadas. Seguiré en adelante la trascripción y la terminología árabes, para mayor consistencia, en lugar de las respectivas variantes persa, turca o mogol, siempre que no resulte ridículo (se han eliminado, sin embargo, la mayor parte de los diacríticos en la transliteración).
24 Sobre Nizam al-Mulk, J. Aubin, «L’aristocratie urbaine dans l’Iran seldjukide: l’exemple de Sabzavar», Mélanges R. Crozet , 2 vols., Poitiers, 1966, pp. 323-332. Sobre las elites militares, ver, por ejemplo, Crone, Slaves on Horses , especialmente pp. 82-89; M. A. Shaban, Islamic History: a New Interpretation , 2, Cambridge, 1976 ( Historia del Islam , 2 vols., Guadarrama, Madrid, 1976-1980).
25 Sobre la tributación, ver F. Lokkegard, Islamic Taxation in the Classic Period , Copenhague, 1950, pp. 168-172, para la continuidad de los dihqan . Sobre los dihqan , etc., bajo los sasánidas: A. Christensen, L’Iran sous les Sassanides , 2.ª ed., Copenhague, 1944, pp. 111-113; N. Pigulevskaja, Les villes de l’état iranien , París, 1963, pp. 133-158; A. K. S. Lambton, en Encyclopaedia of Islam , ( EI 2), Leiden, 1960, s.v. Sobre la complejidad de la conquista árabe: D. C. Dennet, Conversion and the Poll Tax in Early Islam , Cambridge, Mass, 1950; M. A. Shaban, The ‘Abbasid Revolution , Cambridge, 1970, pp. 5, 19-21, 96-97, 129-130; cf. Asad, «Ideology, class, and the origin of the Islamic state», pp. 464-467. Sobre la qati’a : C. Cahen, «L’évolution de l’iqta cdu IX eau XIII esiècle”, Annales E.S.C. , VIII, 1953, pp. 25-52, pp. 26-28. Sobre las pautas de posesión de la tierra después de la conquista: C. Cahen, «Fiscalité, proprieté, antagonismes sociaux en haute-Mesopotamie», Arabica , I, 1954, pp. 136-152; A. S. K. Lambton, «An account of the Târîkhi Qumm», Bulletin of the School of Oriental and African Studies , XII, 1947-8, pp. 586-596, una referencia que debo a Martin Hinds. H. Kennedy, «Central government and provincial élites in the early ‘Abbasid caliphate», Bulletin of the School of Oriental and African Studies , XLIV, 1981, pp. 26-38, que tuve ocasión de leer en la fase final de preparación de este artículo, y en el que se tratan, de la manera más completa que he visto, las complejidades del poder estatal anterior al siglo X.
26 Cahen, «L’évolution de l’iqta c», es aún la piedra de toque después de cincuenta años. Ver también ídem, EI 2, s.v. ; Lambton, Landlord and Peasant in Persia , pp. 31-76, y passim ; ídem, «The evolution of the iqta cin medieval Iran», Iran , v, 1967, pp. 41-50; A. N. Poliak, «La féodalité islamique», Revue des études islamiques , X, 1936, pp. 247-265, entre muchos estudios generales. Emplearé iqta cen singular y en plural, y haré lo mismo con otras palabras árabes.
27 Egipto es la excepción. Aquí, el Estado ayúbida y mameluco de finales del XII en adelante mantuvo el carácter fiscal de la iqta c(Cahen, «L’évolution de l’iqta c», pp. 45-48; H. Rabie, The Financial System of Egypt 1167-1341 , Londres, 1972). Egipto, totalmente llano, es relativamente fácil de controlar políticamente. Las posesiones del Estado fueron abundantes.
28 Cahen, «L’évolution de l’iqta c», pp. 50-51. También había impuestos sobre el comercio que el Estado pudo retener mejor. Las elites de muqta cfueron de hecho constantemente reemplazadas a medida que los estados recobraban el poder o eran derribados por otros (cf. n. 32). Esto no sucedió porque las iqta cfueran legalmente precarias, que lo eran –como los feudos europeos, después de todo–, sino porque los estados podían obtener ( i. e. pagar) una fuerza armada suficiente para hacerlo. Esto es una manifestación del poder del Estado, no su causa. Hay que recordar, de todas maneras, que el movimiento de los individuos de las familias aristocráticas en Europa occidental fue casi tan habitual como el de estas elites, sin que ello supusiera una amenaza para el dominio feudal global.
29 Aubin, «L’aristocratie urbaine», en C. E. Bosworth, The Ghaznavids , 2.ª ed., Beirut, 1973, pp. 163-200 (los gaznavíes no emplearon la iqta c); R. W. Bulliet, The Patricians of Nishapur , Cambridge, Mass, 1972 –cf. la reseña de R. P. Mottahadeh, Journal of the American Oriental Society , XCV, 1975, pp. 491-495; Mottahadeh sobre Qazvin y Bulliet sobre Nishapur en D. S. Richards (ed.), Islamic Civilisation 900-1150 , Oxford, 1973, pp. 33-45, 71-91; el estado de la cuestión más pulcro en R. W. Bulliet, «Local politics in eastern Iran under the Ghaznavids and Seljuks», Iranian Studies , XI, 1978, pp. 35-56. Cf. también Kennedy, «Central government and provincial elites», para el período anterior. Nótese que en el Estado mameluco tardío, en el que la posesión de tierras estaba en manos de los muqta c, hombres de estado (y sometidos a un control central considerable), las ciudades fueron mucho menos independientes y estuvieron fuertemente sujetas a un patronazgo local del Estado (el emir). Ver I. M. Lapidus, Muslim Cities in the Later Middle Ages , Cambridge, Mass, 1967.
30 R. P. Mottahadeh, Loyalty and Leadership in an Early Islamic Society , Princeton, 1980, es el único análisis sistemático del Estado buyida vis-à-vis la sociedad civil, casi por completo desde el punto de vista de la ideología. Mottahadeh afirma que la gente necesitaba al Estado (pp. 175-190), contrariamente, por ejemplo, a las implicaciones de algunos trabajos de Bulliet. También destaca la informalidad de muchas de las estructuras del poder local (pp. 123-174). Tengo la sospecha de que Mottahadeh puede haber estado demasiado influido por el trabajo de Lapidus, que trata de una estructura socio-política bastante diferente (ver n. 30). Sobre los paralelos posteriores del Estado como intermediario, ver E. Abrahamian, «Oriental despotism: the case of Qajar Iran», International Journal of Middle East Studies , V, 1974, pp. 3-31.
31 Las conquistas continuas provenientes de la estepa y los desiertos, aunque inconstantes, ayudaron periódicamente a restablecer el Estado en Oriente Medio, especialmente en Irán, y a socavar la independencia de los señores. Los desiertos estaban cerrados después de todo (al contrario de lo que sucedía en Europa occidental). Una posición extrema es la de Ibn Jaldún, que vivió en el norte de África durante el siglo XIV, y quien afirmó de plano que la posesión de tierras no tenía ningún valor sin la protección del Estado ( The Muqaddimah , trad. F. Rosenthal, 3 vols., Londres, 1958, II, p. 283-286= Lib. IV, pp. 15-16; Introducción a la historia universal. Al-Muqaddimah , FCE, México, 1977). Pero hay que tener en cuenta que el norte de África estuvo particularmente expuesto a las presiones de los nómadas –toda la teoría de la historia de Ibn Jaldún está basada en este hecho.
32 R. M. Adams, Land Behind Baghdad , Chicago, 1965, pp. 101-102; I. P. Petrushevsky, «The socio-economic condition of Iran under the Îl-Khâns», en J. A. Boyle (ed.), Cambridge History of Iran Cambridge, 1968, pp. 483-537, esp. pp. 525-526. Este último es el análisis básico sobre el campesinado; un artículo maravilloso, un extracto de su libro, escrito en ruso, Zemledeliye i agrarnyye otnošeniya v Irane XIII-XIV vv. , Moscú, 1960; cf. también F. Nomani, «Notes on the origins and development of the extra-economic obligations of peasants in Iran, 300-1600», Iranian Studies , IX, 1976, pp. 121-141; ídem, «Notes on the economic obligations of peasants in Iran, 300-1600», Iranian Studies , X, 1977, pp. 62-83. Los campesinos estaban ligados, pero eran libres; no había otros controles feudales sobre ellos –no había servicios de trabajo en las tierras del señor; todo el trabajo forzado era para el Estado. No hay estadísticas generales en el caso de Irán hasta el siglo XX. Lambton, Landlord and Peasant in Persia , p. 266.
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