LAS FORMAS DEL AIRE
®Gabriela A. Arciniegas
Primera edición: noviembre 2019
Edición Cuatro Ojos Editorial
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ISBN 978-958-48-7539-6
Ilustración de portada: Ana Parker y Gabriela A. Arciniegas
Ilustraciones interiores: Gabriela A. Arciniegas
Diagramación Elizabeth E. Cruz Tapias
Diseño de portada Mike Ramírez
Impresión por Digiprint Editores SAS
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Hipertexto – Netizen Digital Solutions
LA ÚLTIMA NOCHE LA ÚLTIMA NOCHE l calor fundía el asfalto con las suelas de sus zapatos. Con la garganta ensanchada por los humores negros del aire, se sentía pesada, cuerpo sin huesos, una mole que se deformaba al contacto de los rayos del sol. Una masa gelatinosa que rodaba penosamente por la acera. Ni una brizna de viento movía las ramas de los árboles. Sus piernas no querían moverse, como si estuviera metida dentro de un cuadro. Lo único que aún medía el paso del tiempo era el aire al deformar las figuras y convertirlas en un mar de fantasmagorías. Su sombra la seguía, callada, tenue, tan desesperanzada como ella. Cuánto tiempo tratando de juntar las partes de ese amor, cuántos ruegos, cuántas plegarias al sordo rostro del Sol que ahora caía al horizonte, derrotado. Oh, qué pequeño es tu amor, le hubiera dicho el astro. Ved mi venganza. Venganza no es una buena forma de llamarlo, porque los cuerpos celestes son accidentes y así los pormenores de la vida. Las calles se veían más vacías que minutos antes. El silencio era más fuerte que el canto de los grillos. El silencio y la noche, enamorados, avanzaban de espaldas por la ciudad desierta tomados de la mano. La noche caminaba delante, intocada, ignorando el terror lento en los ojos de los moribundos. El silencio la seguía, un par de pasos atrás, liderando la procesión de sus seres oscuros.
LAS FORMAS DEL AIRE LAS FORMAS DEL AIRE e había puesto mi gabardina de lona, no porque tuviera frío, o calor, sólo me sentí segura con ella. Las gabardinas son como madres protectoras que, de haber lluvia, la aíslan, como si nos llevaran a un mundo lejos de ella; y si no hay lluvia, entonces estarás en ese otro mundo, protegido de cualquier peligro. El sol penetró con fuerza por la puerta de vidrio y corrí mi pie hacia sus rayos para tener la impresión de que todo mi cuerpo estaba tendido en ese pequeño cuadrado luminoso en el suelo. Una mosca de abdomen amarillo se posó en mi rodilla, y fui consciente, por un instante, de que el tiempo es esa transparente substancia que nos mueve. Ahí presencié las formas del aire, volutas como aves en cortejo excitadas al contacto del sol.
VEINTE BRAZOS VEINTE BRAZOS uentan que en un reino hace millones de años existió una princesa que para elegir un príncipe, a sus pretendientes, si tenían menos de veinte brazos, les cortaba un par. Pero la princesa era tan hermosa y tan llena de virtudes, que muchos se hacían cortar los brazos sólo por verla cinco minutos.
MARRANO MARRANO o sé dónde estaba yo, desde dónde vi el enorme marrano muerto en ese camión. Cuando lo vi yo era el marrano saltando sobre los baches. Yo tenía cuatro años, el marrano y yo teníamos cuatro años y estábamos muertos. Y él saltaba, lo movían aún las leyes de la física aunque su alma ya no estaba. La sangre me escurría aún viva y líquida y brillante hasta la plataforma, quizá había un hombre conmigo sosteniendo la cuerda que me ataba a las barandas. Éramos niños y aún no sabíamos retener las imágenes completas. Utilizábamos un foco cerrado, enfocábamos la vida y el resto se desvanecía en el aire. Y la imagen de mi muerte se repitió tantas veces que ahora lo recuerdo a través de la ventana de mi cuarto en esa vieja casa en Teusaquillo, y a través del vidrio del carro de mi abuelo y parada en cualquier esquina de la ciudad. Desde dónde estaba siendo observada, cambia cada vez que lo recuerdo, el color de la luz y la temperatura del aire nos son imprecisos pero yo sigo siendo ese marrano enorme que es sólo tejidos levemente atados por leves líneas de silencio, acaso algunos aún no saben de su final, acaso siguen cometiendo mitosis y trabajando arduamente para producir líquidos y proteínas y opiáceos. Mi tía pensó que eso me había dejado traumatizada, yo sólo trataba de entender lo que chorreaba, sólo trataba de recorrer con los ojos su quietud imperturbable, su paz. Por supuesto no fueron sino unos segundos, el camión pasó. El camión pasó con el marrano enorme, como del tamaño de un auto, así aparece cuando lo llamo, ni siquiera supe que era un marrano porque le vi apenas la espalda generosa y larga. La espalda recorrida por hilos rojinegros. “Pobre la niña, acaba de ver un marrano muerto”, oí a los adultos decir, “sí, va a quedar traumatizada”. “Entonces es grave”, me dije, “entonces debo recordarlo siempre”. Por supuesto que no advertí su dolor ya inexistente. Vi el éxtasis eterno, ese misterio que deja un cuerpo al quedar igual que siempre, pero arrastrando consigo su nombre, su dolor y cualquiera de sus futuros con esa resaca tan potente y que nadie puede ver. Asistir al comienzo de su descomposición, a su incapacidad de comunicarla, sin las palabras lastimeras y perturbadas de los adultos, había sido un regalo.
AND SO SHE DREAMED
ARIADNA
EL PIE
EL TRIUNFO DEL AGUA
LA MAGA ROLDANA
VASIJA
SEMILLA
LA EXTRANJERA
NORMA
NUBES
LAS RAÍCES DEL SOL
PULGÓN
REALIDAD NO EUCLIDIANA
TIEMPO DE PLANCK
NO DETENERSE
LEIBNIZ Y ARQUÍMEDES
LA LIBÉLULA Y EL TIEMPO
EN EL COLMO DEL ÉXTASIS
EN LA MITAD DE LA CLASE
NO, NO FUE UN SALTO EN EL CORAZÓN
ESTUDIO DEL ESTUDIO DEL MONTE SAINT-VICTOIRE DE CÉZANNE
MAX
LOS BAÑANTES DE SCHRÖDINGER
FÁBULA DEL FUEGO
TOROS
EL PRINCIPIO
A QUIEN LEA ESTAS PÁGINAS
Si, como decía H.P. Lovecraft, no hay nada más aterrador que la verdad, tanto que quien la lea podría perder la razón, entonces no hay locura más deleitable que la que se esconde en la física cuántica. Si estás list@ para seguir los pasos de Abdul Alhazred, o para conocer la ciudad de R’lyeh, sigue leyendo. La única advertencia es que tal vez el árabe loco no haya escrito sobre los monstruos sino sobre los átomos, y que R’lyeh es el lugar que transitas todos los días.
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