Chris Wickham - Las formas del feudalismo

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Con una colección de sus artículos más importantes, Chris Wickham se enfrenta a una amplia gama de cuestiones, desde los rápidos cambios en las estructuras económicas al final del Imperio romano y los problemas clave en la sociedad y la economía de la Europa altomedieval, hasta cuestiones igualmente importantes en la historia cultural, como la naturaleza de la memoria histórica y cómo funcionan los chismes en las sociedades medievales (y contemporáneas). Desde su punto de partida inicial en Italia, Wickham extiende su interés al conjunto de Europa basándose en un buen conocimiento tanto de las fuentes archivísticas como de la bibliografía especializada, desde Escandinavia a Castilla y Cataluña. Su trabajo se caracteriza por una compleja síntesis de trabajo empírico y perspectivas teóricas explícitas, que tanto ha reivindicado en sus escritos de reflexión conceptual y metodológica y que ha puesto en práctica en sus numerosas publicaciones, desde los estudios monográficos a las grandes síntesis generales.

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Hindess y Hirst atacaron el concepto de modo asiático , criticando, en buena medida, los componentes tradicionales de este modo, tales como la ausencia de propiedad, cosa que yo también he rechazado. Hindess y Hirst son particularmente reacios a la idea de que un modo tenga coherencia si permite la articulación de varios conjuntos de fuerzas productivas con diversos grupos de relaciones de producción (o viceversa). Esta definición de modo de producción es demasiado restrictiva y debe ser rechazada (efectivamente, esto les ha causado tantos problemas que ahora se oponen al concepto de modo de producción). Tal como yo lo defino, el modo tributario permite que los campesinos organicen en sus poblados la producción como les parezca, de la misma manera que permite que los señores coexistan con esto. De esta manera, resulta que puede darse una gran variedad de tipos de cooperación en estos poblados, maneras de organizar la producción que irían desde la individual a la totalmente comunitaria, que podrían haber sido anteriores a la explotación de clase, y que se convirtieron en sistemas articulados con el estado tributario y dominados por éste como parte integrante de una formación social. El Estado no necesita controlar la vida económica y social de sus súbditos; tan sólo los recursos que le permitan conseguir sus objetivos. Aquí es donde encontramos la lucha de clases entre el Estado y su campesinado (y, claro está, sus posesores de tierras): en la cantidad de los pagos fiscales, sobre todo cuando se preveía que los ingresos no iban a ser suficientes. 45

La relación entre posesores de tierras y campesinos era más estrecha. El interés no estaba centrado en la cantidad de los excedentes, aunque esto por sí solo ya fuera importante, sino en el reconocimiento del poder local, del control local. En este sentido, la mejor prueba de que los representantes de la clase del Estado se habían convertido en feudales era que el control local les reportara más riquezas y estatus que su relación subordinada con el Estado. Pero no se trataba de un control estrictamente político, es decir, coercitivo, sino que implicaba a la misma producción. Esta implicación era más estructural que necesariamente consciente; los señores no se interesaban siempre por la producción, ni tan sólo lo hacían a menudo. Pero su control se extendía habitualmente hasta algunos de los presupuestos de la producción –molinos, a veces arados en Occidente, canales en Irán o en China. Algunas veces, la extracción del producto excedentario tenía lugar bajo una estricta supervisión, por ejemplo, en el caso del cultivo de las tierras señoriales, si bien las prácticas consuetudinarias campesinas tendían a contrarrestarla. Además, el control señorial sobre el acceso a la tierra era muy variable, independientemente de cuánto poder reportara en la práctica este control, y dependía en buena medida de la fuerza o de la debilidad de la resistencia campesina. Estas dos últimas cuestiones muestran que los señores no ejercían un poder incontestado sobre sus campesinos. No siempre tenían éxito cuando intentaban influir en la producción; después de todo, era el campesino quien de hecho generaba la producción bajo el feudalismo. La investigación reciente tiende más bien a enfatizar la autonomía de los campesinos y de las comunidades de aldea vis-à-vis los señores incluso –y especialmente– en lo concerniente al proceso de producción. Pero los campesinos tenían que luchar por esto. Era en este escenario, así, donde se producía la lucha de clases entre campesinos y señores; una lucha por el control de los procesos productivos, y en un nivel intermedio, por las condiciones en que una u otra parte eran capaces de ejercer tal control: protección de costumbres locales, por un lado, sujeción judicial, por el otro. 46

A veces la lucha era por el volumen de la renta, tal como sucedía también en el escenario de la tributación; pero la dinámica de la lucha de clases en el feudalismo era más aguda en lo concerniente al control de la producción. De hecho, en según qué coyuntura económica, tal lucha podía conducir más allá del feudalismo. Cuando perdían, los campesinos podían ser reducidos a la sujeción absoluta, propia de una plantación de esclavos, o al control económico total representado por la agricultura capitalista basada en el trabajo asalariado (o, en este último contexto, podían ser expulsados de la tierra para formar parte del proletariado de las ciudades en expansión, como en la Inglaterra del XVIII). Cuando ganaban, como en Albania, en China o en Cuba en el siglo XX, se establecían relaciones de carácter socialista (en períodos anteriores, las victorias campesinas eran raras; en la Suiza bajomedieval, el éxito se concretó en una vuelta parcial a unas relaciones sociales propias de un período anterior y no posterior a las relaciones de clase).

La lucha de clases es un indicador de la lógica económica interna de los modos de producción. Cuando estaba sujeto a presión, el Estado intentaba incrementar la intensidad de la explotación, mientras que, en el caso del señor, lo más probable era que intentara acrecentar su influencia sobre el proceso productivo. Los señores también estaban en mejores condiciones de responder a las oportunidades y a las presiones mediante un incremento de la extracción de excedente –así, en la Polonia estudiada por Kula, los señores de la primera época moderna respondieron al desarrollo del mercado de grano ejerciendo todo el control que pudieron sobre la agricultura, específicamente mediante la gestión de las explotaciones agrícolas propias. 47 (Por el contrario, los estados precapitalistas fueron bastante reacios a expropiar excedentes para llevarlos al mercado, excepto cuando se hacía con el propósito de redistribuirlos, tal como sucedió en Roma y en China, para paliar el hambre, aunque no siempre de manera efectiva.)

Se puede decir que, en cierto sentido, la diferencia entre las clases dirigentes de los modos feudal y tributario radica en la relativa separación del primero de los procesos de producción y en la casi total separación del segundo de estos procesos (en la misma medida, por otra parte, en que el modo capitalista conlleva el control total de los propietarios sobre tales procesos). Pero esto no significa que el modo tributario no implique relaciones económicas entre gobernante y gobernados; el vínculo no es tan arbitrario como para estar basado en una extracción de excedentes sin más. El Estado tiene objetivos económicos, y la fiscalidad puede aumentar o disminuir de acuerdo con el éxito que tenga en conseguir estos propósitos. La guerra es uno de los ejemplos más obvios. Como se ha señalado a veces, la guerra ofensiva es un recurso económicamente productivo para un estado exitoso, mientras que la guerra defensiva es una de las pocas actividades del Estado que pueden ser auténticamente consideradas útiles y necesarias por sus súbditos. Y, claro está, las luchas por el pago de los tributos son normalmente más graves después de las derrotas militares, es decir, cuando el Estado ha dejado de desempeñar su función principal.

Así pues, la diferencia entre feudal y tributario no radica en la presencia o ausencia de relaciones estructurales, en la oposición entre lógica económica y falta de lógica económica. Hay una diferencia definitiva en los métodos y en los propósitos de las intervenciones económicas que tienen lugar en ambos modos. Por este motivo, tampoco se pueden combinar la fiscalidad y la obtención de renta por procedimientos coercitivos. Cada una de ellas representa un sistema económico diferente, a pesar de que puedan aparecer juntas en algunas circunstancias excepcionales. Sus diferencias, sus antagonismos, yacen en las respectivas y divergentes intervenciones sobre la economía campesina, de la misma manera que las convergencias radican en el hecho de que tanto la fiscalidad como la renta hunden sus raíces en ella. Las mismas fuerzas productivas pueden dar lugar a dos modos de producción diferentes.

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