Chris Wickham - Las formas del feudalismo

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Con una colección de sus artículos más importantes, Chris Wickham se enfrenta a una amplia gama de cuestiones, desde los rápidos cambios en las estructuras económicas al final del Imperio romano y los problemas clave en la sociedad y la economía de la Europa altomedieval, hasta cuestiones igualmente importantes en la historia cultural, como la naturaleza de la memoria histórica y cómo funcionan los chismes en las sociedades medievales (y contemporáneas). Desde su punto de partida inicial en Italia, Wickham extiende su interés al conjunto de Europa basándose en un buen conocimiento tanto de las fuentes archivísticas como de la bibliografía especializada, desde Escandinavia a Castilla y Cataluña. Su trabajo se caracteriza por una compleja síntesis de trabajo empírico y perspectivas teóricas explícitas, que tanto ha reivindicado en sus escritos de reflexión conceptual y metodológica y que ha puesto en práctica en sus numerosas publicaciones, desde los estudios monográficos a las grandes síntesis generales.

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Barry Hindess y Paul Hirst han seguido algunas de estas líneas argumentales –si bien en desacuerdo con las formulaciones que yo hago– en su perspicaz, si bien algo criticado libro, Pre-Capitalist Modes of Production . Hindess y Hirst proponen algunos criterios estrictos para discernir lo que constituye un modo de producción. Se trata, bien es cierto, de unos criterios demasiado estrictos, particularmente en lo que se refiere a su insistencia en que existe una correspondencia unívoca entre un conjunto dado de fuerzas productivas y otro de relaciones de producción. En algunas ocasiones, su propia práctica contradice este planteamiento, pero el libro es una crítica útil de otras formulaciones menos sólidas que la suya. 5 Lo que resulta particularmente destacable es su demostración de que el núcleo del modo de producción feudal no lo constituyen tanto los aspectos político-jurídicos de la servidumbre como las relaciones de extracción de renta, intrínsecas en todas las formas señoriales precapitalistas. Por supuesto, lo que define y respalda tal relación es la fuerza de coerción noeconómica; no depende de la falta de libertad de los campesinos, ya que éstos pueden ser fácilmente libres en términos legales. Es el hecho de pagar renta (o trabajo) lo que define su mundo como feudal, y no su sujeción política.

Ciertamente, Mukhia se opondría a esta definición de feudalismo. Él considera al feudalismo como algo casi totalmente específico de Europa, ya que lo que en su opinión lo define son los servicios de trabajo, sobre todo. Sin embargo, tal caracterización es demasiado restrictiva. Aparte de que muy pocas zonas de Europa medieval habrían sido feudales de acuerdo con este planteamiento, se presupone que estos servicios representaron un control señorial sobre el proceso de trabajo diferente al que se habría dado en el caso de que los señores hubieran especificado qué tipos de productos debían ser entregados como renta en especie. De hecho, los señores no acostumbraban a considerar sus reservas como los lugares por excelencia donde podían dirigir de manera estrecha los procesos de trabajo de los campesinos sometidos; éstos llevaban a cabo sus servicios en trabajo de acuerdo con los mismos procedimientos localmente determinados que empleaban en sus propias tierras (los señores tendían a intentar dominar el proceso que determinaba estos procedimientos, como veremos más adelante). En la historia de Occidente se dio una marcada interrelación entre las diferentes formas de renta –trabajo, especie, dinero–, y nada hace pensar que se tratara de sistemas económicos diferentes. El conjunto de relaciones entre señor y campesino confiere al feudalismo una coherencia analítica como modo independiente, y es esta definición de Hindess y Hirst la que utilizaré en adelante. 6

Creo que el feudalismo fue un sistema mundial. Y esto, no en razón de alguna teleología extrahistórica, sino porque empíricamente ha habido pocas –si es que ha habido alguna– sociedades de clases que no hayan experimentado alguna forma de propiedad y de extracción de renta por medio de la coerción. Esta experiencia une a la Francia de los Capetos y el Ancien Régime francés y ruso, la China Sung y el Iran Qajar, y el Bajo Imperio Romano y la Guatemala moderna. Cualquiera que analice las experiencias de los campesinos en diferentes lugares y períodos de la historia del mundo deberá reconocer las similitudes existentes, no de orden existencial, sino derivadas de la comparación de la lógica del sistema económico de la extracción de renta. La China Sung no es extraña, irreconocible para los historiadores económicos de Occidente; no, al menos, en este aspecto.

La réplica habitual consiste en hacer el claro e irrefutable planteamiento de que en el resto de aspectos todas las sociedades mencionadas son bastante diferentes a la Francia de los Capetos, de manera que los respectivos modos de producción no pueden ser el mismo, es decir, feudal. Anderson ha tratado esta cuestión con cierto detenimiento y, posiblemente, de la manera más clara. Muchos otros, específicamente historiadores de las respectivas sociedades en cuestión, han procedido del mismo modo. A veces, este argumento al que acabo de aludir ni se plantea, ya que la definición de feudalismo se hace derivar simplemente de la existencia de feudos, vasallos y servicios militares reglados mediante contratos. Ésta no ha sido nunca una definición marxista, y argumentos de esta índole son el resultado de un simple malentendido.

P. Anderson es más sofisticado. Él reconoce ciertamente que una definición mínima de feudalismo, como la que he indicado más arriba, puede cubrir franjas amplias de la historia del mundo. La inexactitud del análisis resultante le preocupa sólo en parte; lo más preocupante, según él, es que así no se puede explicar el desarrollo único de Occidente hacia el capitalismo. Anderson resuelve el problema definiendo el modo de producción en términos de su superestructura, y así, lo que caracterizaría al feudalismo serían los sistemas político-militares de vasallaje y todo lo demás. Paul Hirst ha analizado el juego de manos de Anderson. En palabras de Hirst, «esto significa que puede haber tantos modos de producción como diferentes constituciones legales y políticas, y otras tantas formas de sancionar de manera extraeconómica lo que de ellas se derivara». Anderson abandona en este punto a Marx, e incluso el análisis económico sistemático (que el lector decida qué es peor). 7

Pero el problema no tendría que haberse planteado nunca. Todos estos autores saben y afirman que un solo modo de producción casi nunca define a una sociedad (es decir, a una formación social). 8 Pero todos ellos lo han olvidado constantemente en sus análisis, ya sea en el de Hindess o Hirst sobre el Imperio Romano, o en el de Anderson sobre China (que contrasta, no obstante, con su diestro tratamiento de la relación entre modos en Rusia). Si el feudalismo no es necesariamente el modo dominante allí donde está presente, entonces es más fácil explicar las notables diferencias que existen entre las sociedades en las que se encuentra el feudalismo, especialmente en el sistema político. El problema de Anderson de la singularidad (o primacía) de Occidente es bastante menos difícil de resolver si se reformula este término: el Occidente medieval y posmedieval ha sido una de las pocas sociedades en las que el feudalismo ha dominado .

No voy a tratar ahora, y mucho menos a explicar, el origen del capitalismo. En lugar de ello, intentaré ceñirme a una cuestión relativamente escueta, como alternativa realista a la tarea de caracterizar toda la historia del mundo en 10.000 palabras: la relación entre dos modos de producción caracterizados respectivamente por la obtención de renta y por la exacción fiscal en ciertas sociedades precapitalistas con estado, de Oeste a Este, de Roma a China. Trataré sobre la relación entre estos dos modos en dos niveles, el de la economía y el de la política y el Estado; así pues, dejaré de lado en buena medida el problema de la ideología. También excluiré cualquier consideración sobre otros modos y su rol en estas sociedades, incluido el modo capitalista (potencialmente naciente en muchas de las sociedades que trataré), a pesar de la importancia que tiene en el problema clásico del desarrollo bloqueado . Por supuesto, tampoco me detendré en los problemas de la distribución. Una omisión más significativa será, sin embargo, la del conjunto de modos más primitivos que también contienen estas sociedades, y que han tenido a menudo un relieve considerable en su desarrollo histórico (particularmente lo que ha sido llamado a veces el modo nómada . Los nómadas conquistaron todos los estados asiáticos a los que me referiré al menos una vez, y en algún caso, varias. El nomadismo, tanto en las formas en las que genera explotación como en las que no, es aún un sistema económico y social de cierta importancia y peso político en Irán, por ejemplo). 9 La renta y el tributo han sido hasta el siglo XX, sin embargo, las formas más importantes de extracción de excedente en todos los estados de Asia, y la relación entre ambos es crucial histórica y analíticamente. Hay que empezar por aquí.

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