36 Véase Duby, Early Growth of the European Economy, passim.
37 Para Bizancio, son buenas introducciones Patlagean, Pauvreté économique et pauvreté sociale , pp. 236-296, y su importante análisis, de nuevo desde un punto de vista chayanoviano, «“Economie paysanne” y “féodalité bizantine”», Annales E . S . C ., XXX, 1975, pp. 1.371-1.396. También hubo otros modos en Bizancio, por supuesto: el comercio no fue insignificante, y a menudo más independiente de lo que lo fue en Roma. Para la coyuntura del siglo VII, estoy agradecido a las discusiones y consejos de Michael Hendy y John Haldon; cfr. J. F. Haldon y H. Kennedy, «The Arab-Byzantine Frontier in the Eight and Ninth Centuries; Military Organisation and Society in the Borderlands», Zhornik radova Vizantoloskog institua , XIX, 1980, pp. 79-116, y J. F. Haldon, «Considerations on Byzantine Society and Economy in the Seventh Century», en J. F. Haldon y J. Koumoulides (eds.), Perspectives in Byzantine History and Culture , Amsterdam, de próxima aparición, para el análisis de las líneas que he establecido. La naturaleza del feudalismo bizantino ha sido objeto de una gran discusión entre los marxistas, no siempre del todo constructiva, y demasiado esquemática, por ejemplo en Recherches internationales à la lumière du marxisme , LXXIX, n.º 2, 1974. En la Italia bizantina de los siglos VII y VIII, aislada del resto del Imperio, la red de tributación parece haberse colapsado bastante antes: Wickham, Early Medieval Italy , pp. 75-79, y especialmente, T. S. Brown, Gentlemen and Officers: Imperial Administration and Aristocratic Power in Italy, 504-800 , Londres, 1984.
38 Wickham, «Uniqueness of the East»; S. Amin, Unequal Development , trad. B. Pearce, Hassocks, 1976, pp. 13 y ss. El desplazamiento de las ciudades como centros de imposición de tributos pudo darse también en Occidente, al menos allí donde las ciudades estaban en retroceso después del fin del Imperio y la caída de la propia tributación, como en la Galia franca y la España visigoda.
LA SINGULARIDAD DE ORIENTE
En un artículo estimulante, titulado «Was there feudalism in Indian history?», Harbans Mukhia rechazó la utilización del concepto marxista de feudalismo más allá de ciertas áreas restringidas del mundo, principalmente de Europa. No fue el primero; también lo hizo, enérgicamente aunque en términos diferentes, Perry Anderson, al final de su Lineages of the Absolutist State . El presente artículo, una respuesta crítica a esta concepción restrictiva del feudalismo, parte principalmente de mis intentos de reformular el problema de la caída del Imperio Romano en términos marxistas. Me propongo tratar aquí el contraste entre el Imperio Romano y la destacable continuidad de algunos de los imperios asiáticos, especialmente de los de China y de los del mundo islámico (árabe, persa y turco). Debo advertir que escribo como un medievalista de Occidente y que no pretendo tratar de manera experta estas áreas. Me he adentrado en un terreno que me es ajeno, siguiendo el ejemplo del propio Anderson. De hecho, sería descortés no reconocer desde el principio mi deuda con Anderson, a pesar de no estar de acuerdo con él: empecé con su análisis y su bibliografía, y ciertamente he acabado en otra parte. 1
Hay dos maneras habituales de considerar Asia en la historiografía marxista actual. La primera consiste en tomar los modos de producción de los escritos publicados e inéditos de Marx (el modo de producción feudal, el asiático e incluso el esclavista algunas veces), y tratar de encajar en ellos las pautas peculiares de la historia de Asia. Los resultados han sido particularmente desafortunados. Este método ha conducido a un encorsetamiento del desarrollo histórico asiático y a veces a serios malentendidos de los procesos socioeconómicos. El segundo método consiste en abandonar los sistemas de Marx y formular nuevos modos o categorías de análisis que no resultan ser otra cosa que postulados, a la manera tradicional, de la singularidad histórica de áreas específicas: «yo estudio Bizancio, o algunas partes de África, o de la India, o del Mediterráneo; esto que estudio es empíricamente diferente del Occidente medieval o del Imperio Romano, por lo tanto, puedo establecer un nuevo modo» –el bizantino, el africano, o el hindú. La «economía medieval de la India», de Irfan Habib, o el rechazo de Gunter Lewis a categorizar el sistema económico de la China medieval son variantes de lo mismo, aunque expresadas en términos diferentes. 2
Harbans Mukhia y Perry Anderson forman parte de este segundo grupo. A mí me parece que, mientras que el primer método es excesivamente esquemático, el segundo es descorazonador. Tanto como un tercer método, habitual entre algunos historiadores, que consiste en decir que debe de haber una especie de mezcla indefinida de modos en el interior de las formaciones sociales existentes en diferentes lugares de Asia que puede explicar las divergencias asiáticas respecto a las normas europeas. Esto conduce de nuevo a rechazar cualquier intento de establecer categorías. Un ejemplo de esta tendencia es el Islam and Capitalism , de Maxime Rodinson, a pesar de que la obra incluya una crítica sucinta de los diversos análisis hechos sobre el Islam medieval.
Los modos de producción son construcciones ideales, mientras que las formaciones sociales son sociedades reales con toda su complejidad, y así, tienen la virtud de ser irreductibles a categorías formales en la práctica. Esta aseveración no es mucho más que una excusa de la inexistencia de análisis, pero, con todo, me parece el procedimiento más práctico. No ha habido ninguna sociedad en la historia humana, después del desarrollo de las clases sociales, que contuviera un solo modo de producción. Lo que importa es saber cómo se han articulado los diferentes modos, un proceder que ha sido normalmente soslayado, también, por los filósofos, que han elaborado patrones complicados sobre el posible funcionamiento de estos míticos modos. 3
¿Por qué intentamos crear categorías de la historia del mundo en términos marxistas? Dejando a un lado los componentes devocionales de estas categorizaciones –un elemento que es bastante importante aún, como se sabe–, la única respuesta posible es la del propio Marx: porque entendemos mejor el mundo de esta manera, y así podemos cambiarlo. Tales categorizaciones deben ser elaboradas y tienen que hacer más o menos comprensibles los procesos socioeconómicos latentes en las formaciones sociales, los sistemas sociales, las sociedades que estudiamos y cuyas clases dirigentes han sido las que (habitualmente) han generado los restos materiales de los que disponemos. El gran logro de Marx fue poner al descubierto la lógica económica subyacente en el capitalismo, dejando bien claro que esta lógica era específica del modo de producción capitalista, y no un hecho histórico atemporal. Las reflexiones de Marx sobre los sistemas precapitalistas fueron de hecho reflejos de esta percepción. Pero, a pesar de que nuestras claves provienen de esta reflexión, para los historiadores precapitalistas se plantea un problema: ¿qué clases de lógica económica tuvieron realmente los modos anteriores al capitalismo?
La lista de Marx de los modos de producción varió durante su vida y la de Engels, y es absurdo asumir a priori que esta lista fuera completa e, incluso, que hubiera sido elaborada adecuadamente. Pero los sistemas económicos, con sus correspondientes procedimientos y lógicas de desarrollo, no pueden ser ilimitados. Llama la atención qué pocos intentos de inventar nuevos modos de producción ha habido después de Marx, fuera de los surgidos de los contextos particulares en los que los historiadores han llevado a cabo sus estudios. Y también sorprende que apenas se explique de qué manera funcionan tales modos, cuál es su especificidad. Existen, por supuesto, los modos en los que no existe la explotación, en los que las combinaciones y recombinaciones no parecen tener fin: explotación de los recursos nómada o seminómada/trashumante, o sedentaria; propiedad comunitaria o colectiva, o privada; cooperación clánica/de parentesco, o de aldea o doméstica, etc. Estos elementos también subyacen en los modos en los que existe explotación formando una disposición compleja, y ésta puede parecer aleatoria a primera vista, sin un estudio concienzudo. Pero aquello que distingue a los modos de explotación son las relaciones de producción que contienen, y se definen en buena medida por los sistemas específicos de apropiación del excedente. Y ciertamente, no hay un número ilimitado de ellos. Los métodos de apropiación del excedente parecen estar restringidos en la práctica a unos cuantos tipos básicos: la esclavitud, la extracción de renta (sea feudal , es decir, basada en la coerción, o determinada por las fuerzas del mercado), los tributos y la fiscalidad, el trabajo asalariado y la manipulación del pequeño comercio. Puede haber otras, pero no muchas más. Y, en mi opinión, las diferencias entre los modos de producción surgen de las diferencias entre estos elementos. 4
Читать дальше