1 ...8 9 10 12 13 14 ...37 Ciertamente, la presión de un Islam mediterráneo extraordinariamente renovado y dinámico frente al mundo cristiano, fue un factor que frenó la presión sobre el grupo, pero también una circunstancia que espoleó los recelos cristianos hasta sembrar alarmas, infundadas o no. Estamos pensando en el argumento, por ejemplo, de la piratería berberisca, que ocultaba las incursiones cristianas en el litoral musulmán, mientras justificaba una severa política interior de apartamiento de los mudéjares y moriscos de las zonas costeras, cuando hacer tal cosa era posible. 10 Sea como fuere, la población mudéjar apenas interesó al nuevo y flamante tribunal del Santo Oficio, en especial al que actuaba en el territorio valenciano, donde su presencia humana era notable, salvo en aquellas ocasiones en que los mudéjares se relacionaban con cristianos o conversos. Aun así, la protección real los mantuvo, en cierto modo, al margen de la presión inquisitorial; una actitud que, en sucesivas oleadas −1498-1499, 1502-1503, 1520 y, por fin, 1526− iba a cambiar, junto con el propio estatuto e imagen social del mudéjar, convertido ahora en otra forma de cristiano nuevo, el «morisco» o «converso de moro». Se ponía en marcha una política activa de represión cuya víctima era el antiguo mudéjar convertido al cristianismo por la fuerza.
La cuestión inicial remite aquí a una presunta mayor resistencia de los mudéjares a abandonar su fe islámica. ¿Por qué? ¿Por la firmeza de su convicción religiosa musulmana, de su identidad grupal mudéjar, araboislámica, o porque se produjo una clara abstención cristiana que, indirectamente, mantuvo apuntalada la «tradición» que señaló Meyerson en cuanto a las relaciones entre cristianos, mudéjares y judíos en la Valencia del XV? 11
Estas cuestiones generales enmarcarán nuestro estudio, que presenta dos partes claramente diferenciadas, reflejo también de los dos ámbitos sobre los que nos centramos en la presente investigación. La problemática de la conversión al cristianismo entre el grupo mudéjar será la primera y fundamental. Se trata de la línea de trabajo más antigua en cuanto a tiempo, dedicación y, sin duda, también más sólida en cuanto a resultados y comprensión. Nuestro análisis parte de algunos ejemplos de conversión de mudéjares al cristianismo. Un tema de particular interés y no sólo por lo que toca a Valencia, sino también al conjunto de la Península Ibérica, donde el mudejarismo alcanzó una presencia social de cierto relieve. Con ello, pretendemos acercarnos a la comprensión de las notables dificultades que para la asimilación del grupo musulmán al cristianismo surgieron cuando, a partir de 1526, se produjo en Valencia la conversión forzosa y se hizo de los mudéjares, perdida su condición inicial y su propia religión, otro grupo de cristianos nuevos, de conversos, esta vez formado por antiguos mudéjares, los moriscos.
No fue la población mudéjar, por sus características, un grupo social precisamente proclive a la conversión. ¿Por qué? Siempre se ha destacado esta cuestión como signo claro de la identidad islámica del grupo mudéjar. 12 Una muestra evidente del arraigo de su fe coránica. Lo cierto es que la vida de los conversos musulmanes, antes de la tragedia morisca, será siempre muy apagada, prácticamente clandestina, entre el silencio de los individuos, el rechazo de sus antiguos correligionarios y la indiferencia cristiana.
En términos generales, la fidelidad de la población mudéjar a la religión islámica se muestra como un signo claro de identidad específica, al igual que las costumbres arraigadas en el grupo y derivadas del pensamiento y la civilización andalusí, que se manifestaba también en el uso de la lengua árabe, nombres arabizados −aunque con intrusiones ocasionales de la onomástica cristiana, catalana o castellana, que resulta evidente entre los mudéjares de Aragón y de Castilla−, lo que nos pone frente a la evidencia de una patente y completa inserción mudéjar en el universo cultural del Islam. Inserción y además una neta voluntad de permanencia dentro de un mundo, su mundo, que en buena medida se había visto dramáticamente alterado al perder esa dar al῾umma nutricia y queda dominado por los cristianos, los rumíes , los «politeístas». Los mudéjares pasaron así a convertirse en un grupo social, cultural y religioso subordinado; una mera instancia cultural dominada y subalterna a partir de la conquista, feudalización y creación de una nueva y dominante sociedad cristiana que se asentó, desde el siglo XIII, en las tierras de Valencia.
No se trata únicamente de la reacción refractaria de un grupo cuyo propio nivel cultural, en base a sus propias condiciones de vida material y sus relaciones de sociabilidad, no fue nunca, salvo en algunas excepciones individuales, demasiado elevado. La constante sangría que representó la emigración a las «tierras de moros» tanto de las élites como de otros miembros menos destacados del grupo, un procedimiento legal permitido condicionalmente y siempre bajo fiscalización por parte de las autoridades cristianas, vino a acentuar la condición de medio cultural en decadencia, en parte clandestino, con escasas posibilidades de evolución o progreso, continuamente percibido con hostilidad por el grupo «protector» cristiano, y con no pocas suspicacias por los aquellos hermanos de religión más afortunados que vivían en tierras mahometanas. Sin embargo, su propia fe, que definía incluso la propia condición de mudéjares, constituyó un elemento de continuidad y cohesión del grupo. Estatuto y condición que retroalimentaron la fuerza y densidad de la resistencia, y de la propia supervivencia del grupo mudéjar a través de los vínculos trazados por las relaciones personales, las creencias y la fe islámica del conjunto de este grupo social, reforzando así su cohesión interna.
La misma confrontación con el mundo cristiano estaba suficientemente arraigada ya en los siglos xiv y XV, definiendo a los mudéjares como uno de los «otros», los musulmanes, que permanecieron bajo el dominio de la sociedad cristiana triunfante. Esta perspectiva trata de salvar el callejón sin salida interpretativo en el que las constantes referencias globales −mal definidas y peor identificadas− al proselitismo cristiano y a la hostilidad de la Iglesia, tratada siempre de forma genérica, habían sumido el tema, zanjándolo con una fácil y rápida explicación «magistral». La protección regia, estudiada en la legislación y en la praxis cotidiana, empieza a permitir una visión que va más allá de esa especie de «otra cara de la moneda histórica», como era entendida la relación que los musulmanes plantearon, a partir del siglo vii, con las comunidades que practicaban religiones distintas al propio islam, como eran el judaísmo o el cristianismo. La dihma o protección «a las gentes del Libro», era un principio de relación entre gobernantes y administrados que no cesó de evolucionar, al margen de los efectos que el proceso de islamización, lento pero eficaz en muchos territorios, desencadenó en las comunidades sometidas al control islámico.
Si el mantenimiento de los hábitos alimentarios, especialmente en cuanto al sacrificio ritual de animales, o la preservación de una serie de productos de consumo autorizado ( ḥalal ) o vetado (como la carne de cerdo o el vino) era una forma de demostrar la ortodoxia religiosa islámica, como también lo fue el sistema matrimonial propio −en cuanto a bodas, muy relativa y escasísima poligamia, separación o divorcio y sistema testamentario como mecanismo de constitución y defensa del patrimonio personal y familiar−, la posibilidad de celebrar sus ceremonias religiosas −oraciones, fiestas y ayunos fundamentalmente−, etc., son elementos y hechos importantes no sólo en el seguimiento de su fe religiosa, sino principalmente como factores de cohesión e identidad como grupo. Por ello, a pesar de estar celosamente vigilados y, en ocasiones concretas, en cuanto a tiempo y espacio, reprimidos, los mudéjares por definición no fueron nunca, como los conversos, objeto de represión. Sí en cambio lo fueron los moriscos, con las trágicas consecuencias que llevaron a su extirpación del cuerpo social cristiano, siquiera como pertenecientes, al igual que los judíos, al mundo de lo apartado, de lo separado.
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