Cuadro 1
Virreyes de Nápoles
1505-1507 |
Gonzalo Fernández de Córdoba |
Duque de Sessa y Terranova |
1507-1509 |
Juan de Aragón |
Code de Ribagorza |
1509-1522 |
Ramón de Cardona |
Conde de Albento |
1522-1527 |
Carlos de Lanuza |
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1527-1528 |
Hugo de Moncada |
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1528-1530 |
Filiberto de Chalons |
Príncipe de Orange |
1530-1532 |
Pompeyo Colonna |
Cardenal Colonna |
1532-1553 |
Pedro de Toledo |
Marqués de Villafranca del Bierzo |
1554 |
Pedro Pacheco |
Obispo de Jaén |
1555 |
Bernardino de Mendoza (interino) |
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1555-1556 |
Fernando Álvarez de Toledo |
III duque de Alba |
1556-1558 |
Fadrique de Toledo (interino) |
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1558 |
Bartolomé de la Cueva |
Cardenal de la Cueva |
1559-1571 |
Pedro Afán de Ribera |
Duque de Alcalá |
1571-1575 |
Antonio Perrenot Granvela |
Cardenal Granvela |
1575-1579 |
Íñigo López de Hurtado de Mendoza |
Marqués de Mondéjar |
1579-1582 |
Juan de Zúñiga y Requesens |
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1582-1586 |
Pedro Téllez-Girón y de la Cueva |
Duque de Osuna |
1586-1595 |
Juan de Zúñiga y Avellaneda |
Conde de Miranda del Castañar |
1595-1599 |
Enrique de Guzmán |
Conde de Olivares |
1599-1601 |
Francisco Ruiz de Castro |
VI conde de Lemos |
1601-1603 |
Francisco de Castro (interino) |
|
1603-1610 |
Juan Alonso Pimentel de Herrera |
Conde de Benavente |
1610-1616 |
Pedro Fernández de Castro |
VII conde de Lemos |
1616-1619 |
Pedro Téllez Girón |
III duque de Osuna |
1620 |
Gaspar Borja y Velasco |
Cardenal Borja |
1620-1622 |
Antonio Zapata y Cisneros |
Cardenal Zapata |
1622-1629 |
Antonio Álvarez de Toledo |
V duque de Alba |
1629-1631 |
Fernando Afán de Ribera |
III duque de Alcalá |
1631-1636 |
Manuel de Zúñiga y Fonseca |
Conde de Monterrey |
1636-1644 |
Ramiro Núñez de Guzmán |
Duque de Medina de las Torres |
1644-1646 |
Juan Alonso de Cabrera y Enríquez |
Almirante de Castilla |
1646-1648 |
Rodrigo Ponce de León |
Duque de Arcos |
1648-1653 |
Íñigo Vélez de Guevara |
Conde de Oñate |
1553-1658 |
García Avellaneda y Haro |
Conde de Castrillo |
1658-1665 |
Gaspar de Guzmán y Bracamonte |
Conde de Peñaranda |
1665-1666 |
Pascual de Aragón |
Cardenal de Aragón |
1666-1671 |
Pedro Antonio de Aragón |
Duque de Segorbe |
1671 |
Federico Toledo y Osorio (interino) |
Marqués de Vilafranca |
1672-1675 |
Antonio Pedro Álvarez Osorio |
Marqués de Astorga |
1675-1683 |
Fernando Fajardo |
Marqués de los Vélez |
1683-1687 |
Gaspar de Haro |
Marqués del Carpio |
1687-1696 |
Francisco de Benavides |
Conde de Santisteban |
1696-1702 |
Luis Francisco de la Cerda y Aragón |
Duque de Medinaceli |
1702-1707 |
Juan Manuel Fernández Pacheco |
Duque de Escalona |
Ciertamente, en el momento de recibir el nombramiento, todos habían recibido indicaciones detalladas sobre lo que de ellos se esperaba. Cosa bien distinta es que tuvieran los medios y, sobre todo, voluntad de hacerlo. La altivez era mala compañera de la docilidad y, con no poca frecuencia, en Madrid había quien se desesperaba viendo el grado de libertad con el que podían llegar a actuar los virreyes. Aun así, dio la impresión de que algunos principios básicos fueron siempre respetados independiente de la personalidad y los intereses del ocupante del cargo en cada momento determinado. Al menos esto es lo que dedujo el clérigo y escritor inglés John Gailhard, que visitó la ciudad en los años centrales del siglo XVII. Ignoramos de donde extrajo la información pero, desde su punto de vista, estaba claro que “gli Spagnoli governano Napoli sulle base de queste poche regole”. La primera consistía en mantener una buena relación con el Papa, no solamente por motivos religiosos o de vecindad sino, y sobre todo, porque podía causarles no pocos problemas, “fomentando e sostenendo le insurrezioni”. La segunda en atizar las divisiones entre nobles y popolo y aun entre los nobles entre sí, ya que si los napolitanos estuvieran unidos podrían facilmente echarlos del reino; a fin de cuentas “aunque la grupa del caballo napolitano presenta muchas desolladuras, escribió, si pudiera concentrar todas sus energías conseguiría descabalgar de su silla al caballero” ( anche se la groppa del cavallo napoletano presenta molte scorticature, pure, se potese dar fondo a tutte le propie energie, riuscirebbe a sbalzare di sella il cavaliere ). La tercera pasaba por favorecer que los grandes patrimonios recayeran en manos de mujeres que pudieran ser casadas con nobles españoles”. 6Sorprendentemente, estos maquiavélicos consejos no hacían referencia alguna al que casi todos consideraban la principal dificultad del gobierno: la inestabilidad derivada de las grandes diferencias económicas entre sus habitantes.
Esplendor y miseria
Nápoles era la cabeza de una superficie organizada en doce provincias encajadas entre el Tirreno y el Adriático, los Abruzzo y el estrecho de Mesina: la Terra di Lavoro, los dos Principados, Citra y Ultra, la Basilicata, las dos Calabrias, Superior e Inferior, la Terra di Otranto, la de Bari, los dos Abruzzo, Citra y Ultra, el Condado de Molise y la Capitanata. Un conjunto de territorios que Plinio había bautizado, a la vista de la feracidad de su naturaleza, como la Campania felix . fig. 1.6
Si damos crédito a un observador del principios del Seiscientos, esta condición no había cambiado mucho desde la Antigüedad: “ninguno de cuantos reinos comprende el mundo tiene menos necesidad de lo ageno, ni quien mas envíe fuera de lo propio”, escribió en 1617 Cristóbal Suárez de Figueroa, que conocía bien el territorio por haber servido en varias de sus provincias. “Despacha almendras, nueces y anís hasta para Berbería y Egipto; azafrán para muchas partes; sedas para Génova y Toscana; aceite para Venecia y otros lugares; vinos para Roma; caballos y ganado diverso para diversas provincias. Apulia es el granero de Italia”. Aunque por encima de todas destacaba la Calabria, que bien podía considerarse el epítome de las riquezas naturales de Italia. Producía dátiles, algodón, cañas dulces, maná, almáciga, minerales de sal inexahustos, vinos de muchas diferencias y todos buenos, frutos de todas suertes, caballos de excelente raza, seda de toda perfección. El ganado, menor y mayor, pastaba en la Apulia en invierno y, como en Extremadura, ascendía en verano en búsqueda de los pastos frescos en los Abruzzo. 7
A pesar de esto, la carestía en el reino es tan grande, había escrito diez años antes, en la primavera de 1607, el agente de Fernando I de Médici, “que comunidades enteras vienen a Nápoles y andan por las calles gritando: pan, pan, y han llegado tantos pobres que quiera Dios que no estalle la peste porque las personas mueren por las calles y no se toma ninguna medida”. En el discurso que un observador local, Fabio Frezza, dirigió al duque de Alba al inicio de su gobierno en 1623, éste era presentado como el más grave de los problemas que padecía la ciudad ya que “no puede haber en general cosa más odiosa a la multitud que los nobles y los grandes disfruten de tantas delicias y tengan tantos entretenimientos”. Si no deseaba tener que hacer frente a los disturbios callejeros, la primera preocupación de un virrey tenía que ser la de garantizar el aprovisionamiento de sus habitantes. 8
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