Joan-Lluís Palos Peñarroya - La mirada italiana

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Con viento favorable, la distancia desde Gaeta podía salvarse en apenas una jornada. Después de haber recibido la bienvenida en el viejo castillo que custodiaba la entrada del Reame, las galeras que transportaban a los virreyes hacia su nuevo destino, se adentraban en la región de la fábula, morada de los dioses y solaz de antiguos emperadores. Nápoles se hallaba en uno de los lugares más hermosos del mundo que, ya desde los tiempos en que era una colonia griega, había ejercido una irresistible fascinación en sus visitantes. Gracias a los virreyes, Nápoles se convirtió en una cantera de artistas que trabajaron intensamente para la corona española, y sobre todo, en el puente a través del cual la gran cultura de Italia llegó a la corte de Madrid y proporcionó la horma para modelar la imagen pública de los monarcas. La mirada italiana.

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fig 11 Francesco Rosselli atribuido Tavola Strozzi 14721473 témpera - фото 5

fig. 1.1 Francesco Rosselli (atribuido), Tavola Strozzi , 1472-1473, témpera sobre tabla. Nápoles, Museo de San Martino.

Nápoles se hallaba en un los lugares más hermosos del mundo que, ya desde los tiempos en que era una simple colonia griega, había ejercido una irresistible fascinación en sus visitantes. Nada tenía de extraño que se hubiera convertido también en uno de los objetos más deseados por vedutistas llegados de los más remotos lugares. Desde la famosa tavola Strozzi , con sus pululantes figuritas de presepe negociando en el molo engastado sobre el fondo de un abigarrado conglomerado de edificaciones, blancas, ocres y rosadas, coronadas por sonrientes colinas, a la incandescente visión de Didier Barra, pasando por la inquietante representación de Pieter Brueghel, de aguas color esmeralda y cielo cremoso sobre unas escarpadas colinas de coral o la engañosa geometría de los soberbios grabados de Antoine Lafréry y Alessandro Baratta, Nápoles se había convertido en uno de los escenarios urbanos más reproducidos de Europa. fig. 1.1 y fig. 1.2

fig 12 Pieter Brueghel El golfo de Nápoles Roma Galería Doria Pamphili - фото 6

fig. 1.2 Pieter Brueghel, El golfo de Nápoles . Roma, Galería Doria Pamphili.

Además, cuando desde mediados del siglo XVI se insertó en el circuito del Grand Tour , las guías para visitantes se convirtieron en un género de éxito garantizado. Algunas de ellas, como la de Pompeo Sarnelli, alcanzaron un número de ediciones sólo comparable a los devocionarios más populares. A nadie parecía importarle demasiado que, entonces como ahora, esta clase de libros, y las ilustraciones que los acompañaban, contuvieran una notable cantidad de lugares comunes que contribuían a enmascarar la realidad tanto como a mostrarla.

fig 13 Didier Barra Nápoles a vista de pájaro 1647 óleo sobre tela - фото 7

fig. 1.3 Didier Barra, Nápoles a vista de pájaro , 1647, óleo sobre tela. Nápoles, Museo de San Martino.

Vista desde la altura del vuelo de una gaviota, Nápoles parecía la proa de una enorme embarcación, con Castel Sant’Elmo coronando el puente de mando y Castel dell’Ovo, a los pies del macizo rocoso de Pizzofalcone, a modo de mascarón. A babor la riviera de Chiaia que la comunicaba con Capo Posillipo y a estibor la Corregge que conducía al puente de la Maddalena y el área del Vesubio. fig. 1.3Aunque ésta era una forma adquirida recientemente. En la tavola Strozzi , pintada hacia 1470, tenía todavía una sola ensenada, dominada por las grandes edificaciones religiosas del siglo XIV como Santa Chiara, San Domenico, San Lorenzo Maggiore, Santa Maria la Nova, el Duomo y San Giovanni a Carbonara. Era todavía la ciudad modelada por los dominadores franceses, que habían ampliado el circuito de las murallas para incorporar el barrio marítimo y, sobre todo, construido un nuevo distrito oficial alrededor del muelle presidido por la impresionante fortaleza de Castelnuovo.

fig 14 1 Étienne Du Pérac Antoine Lafréry editor Quale et di quanta - фото 8

fig. 1.4 (1) Étienne Du Pérac, Antoine Lafréry, editor, Quale et di quanta importanza e bellezza sia la Nobile Cita di Napole , grabado, Roma 1566. Nápoles, Museo de San Martino. Recuadro naranja: recinto de la ciudad medieval; recuadro verde: ampliación de don Pedro de Toledo.

fig 14 2 Étienne Du Pérac Antoine Lafréry editor Quale et di quanta - фото 9

fig. 1.4 (2) Étienne Du Pérac, Antoine Lafréry, editor, Quale et di quanta importanza e bellezza sia la Nobile Cita di Napole , grabado, Roma 1566. Nápoles, Museo de San Martino. Perímetro rojo: Largo del Castello; perímetro azul: Quartiere degli Spagnoli; perímetro verde: Piazza del Mercato.

La ciudad no había vuelto a experimentar una ampliación similar hasta 1537 cuando el virrey Pedro de Toledo duplicó prácticamente su perímetro. fig. 1.4 (1)Los muros de poniente fueron demolidos para permitir el ascenso de las nuevas construcciones por la colina del Vomero en dirección a la cartuja de San Martino; se proyectó un barrio completamente nuevo, el Quartiere degli Spagnoli, de calles rectilíneas y casas uniformes, siguiendo las directrices de los campamentos militares, para alojar la numerosa guarnición de soldados; se trazó la Via di Santa Lucia para comunicar Castel dell’Ovo con Pizzofalcone y se abrió una nueva red viaria que unió el núcleo urbano con el cabo Posillipo facilitando así la expansión hacia la Chiaia, la línea costera ocupada hasta entonces por chamizos de pescadores.

Estas intervenciones inyectaron aire a la vieja ciudad y permitieron ganar espacios como el Largo del Castello, la amplia explanada utilizada en lo sucesivo para las paradas militares y las concentraciones religiosas. El hervor popular seguió sin embargo concentrado en la plaza del mercado, presidido por la iglesia del Carmine, en el extremo oriental, donde la ciudad se abría hacia el Vesubio. No por azar éste había sido el emplazamiento escogido para plantar el patíbulo “per giustiziari i trasgressori”. fig. 1.4 (2)

Longitudinalmente al foso de la muralla derruida, se abrió una gran arteria que en honor del virrey fue bautizada como Via Toledo. Tiempo después habría quien la consideraría como “la più bella strada di Napoli e dell’Italia”, por la multitud de palacios que la flanqueaban, por sus bellos comercios, donde podía encontrarse todo género de productos y “per la folla di un popolo numeroso”. 3

Claro que no todo el mundo estaba dispuesto a valorar con la misma admiración la presencia de un popolo tan abundante. Cuando el conde de Benavente se hizo cargo de las riendas del gobierno, Nápoles era, con sus casi trescientos mil habitantes, la mayor metrópoli de Europa después de París. Desde los comienzos de la dominación española su población se había multiplicado por tres. Todas las medidas adoptadas, bajo la presión de los barones que veían como sus súbditos “desamparaban los lugares”, resultaron inútiles. 4

La mayor parte de esta masa humana se arracimaba en el recinto delimitado por los antiguos griegos, entre las portas Reale, de Constantinopoli, San Gennaro, Capuana, Nolana y del Carmine, un dédalo de estrechos callejones seccionado por las tres vías paralelas, San Biagio dei Librai, Tribunali y Anticaglia, los antiguos cardos, atravesados todos por el decumano, que ahora era la Via del Duomo. Éste era un reducto ocupado por una mezcolanza en la que las ciudadelas monacales, protegidas del exterior por imponentes muros disuasorios, y las sólidas residencias baroniales se alternaban con inmundas madrigueras donde vivía hacinada la mayor parte de la gente. Para poder alojar la riada de menesterosos que a diario llegaban desde las provincias huyendo de la extorsión del baronaggio , los edificios habían ido ganando altura. Mientras que en Roma la media era de tres pisos, en Nápoles era fácil que se alcanzaran seis o siete. En las estrechas y sombrías callejuelas de esta zona de la ciudad, el sol tenía que hacer prodigios de contorsionismo para encontrar una rendija por donde colarse.

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