3. SOSTENIBILIDAD Y NATURALEZA
La idea de la sostenibilidad hace referencia a los procesos de desbordamiento, de sobrepasamiento de la capacidad de la biosfera para proporcionar recursos de todo tipo (renovables y no renovables), así como su capacidad para absorber los residuos que genera la actividad humana en la utilización de aquellos recursos. Estamos hablando, por tanto, de límites. Y en esta dirección, como muestra el último informe del Club de Roma (año 2004), limitan el ritmo al que la humanidad puede extraer recursos (cosechas, pastos, madera, pescado) y emitir residuos (gases de efecto invernadero, sustancias tóxicas y no tóxicas) sin superar la capacidad de producción o de absorción del planeta (Informe Meadows y Randers, 2004).
En el fondo, la sostenibilidad no implica otra cosa que seguir los ciclos naturales de la propia biosfera. En la medida en que la actuación humana violenta, sobrepasa, aquellos ciclos genera reacciones que interrumpen aquellos procesos naturales. Por ello, debemos enjuiciar la sostenibilidad de un sistema económico no tanto por la intensidad que hace del uso de los recursos no renovables, como por su capacidad de cerrar los ciclos de materiales mediante la recuperación y el reciclaje, con la ayuda de fuentes renovables (energía solar).
Es cierto que los seres humanos y los organismos, en general, necesitan degradar energía y materiales para mantenerse vivos. Y para evitar que ello redunde en un deterioro antrópico de la Tierra, se debe articular dicha degradación sobre el flujo de energía procedente del Sol y sus derivados, como bien ejemplifica la fotosíntesis que permitió el desarrollo de la biosfera y de la especie humana. Ha sido J. M. Naredo uno de los que mejor ha sintetizado aquel proceso. Destaca cuatro hechos en este proceso de la transformación de los materiales y la energía que operan en el caso de la fotosíntesis. En primer lugar, la energía necesaria para dotar de complejidad los enlaces que ligan a los elementos disponibles, procede de una fuente que se puede considerar inagotable (el Sol) y, al mismo tiempo, que asegura la continuidad del proceso, sin que ello suponga un aumento adicional de la entropía y el desorden de la Tierra. Por otro lado, y en segundo lugar pero no menos importante, los convertidores que permiten transformar la energía solar en energía de enlace –las plantas verdes– se reproducen utilizando para ello esa misma fuente renovable sin necesidad de utilizar otras energías derivadas. En tercer lugar, los desechos vegetales que se generan, tras un proceso de descomposición natural, se convierten en recursos fuente de fertilidad, al incorporarse al suelo en forma de humus, con lo que se cierra el ciclo de materiales vinculado alproceso. Y, por último, que el proceso utiliza materiales que, por lo general, abundan en nuestro planeta (Naredo y Valero, 1999: 24-68).
En definitiva, en general, los físicos, biólogos y ecólogos (por ejemplo,Fritjof Capra, Margalef, Margulis, Terrades, etc.) están de acuerdo en destacar que la característica del hogar Tierra consiste en su capacidad innata para sostener la vida. En este sentido, la comunidad planetaria de seres vivos ha de ajustar sus comportamientos para no perturbar aquella capacidad innata: este es el significado de la sostenibilidad ecológica. Por ello, según Capra, lo que es sostenido en una comunidad sostenible no es su crecimiento económico ni su desarrollo, sino toda la trama de la vida, de la que depende nuestra supervivencia a largo plazo (Capra, 2003). Ello implica que una comunidad humana, para ser sostenible, se ha de diseñar de tal modo que sus formas de vida, de negocios, de economía y de estructuras físicas y tecnológicas no interfieran con esa capacidad innata de la naturaleza para sustentar la vida.
El significado de esta última afirmación no tiene el porqué tener un contenido restrictivo, pues según los ecólogos y biólogos las formas de vida de las comunidades sostenibles evolucionan con el tiempo en constante interacción con otros sistemas vivos, sean humanos o no. Por ello, la sostenibilidad no significa que las cosas no cambien, que se mantengan en un estado estático. Más bien implica un proceso dinámico de coevolución.
El primer paso operativo de aquella sostenibilidad, según Capra (2003), es dotarnos de la capacidad para comprender –lo que él denomina ecoalfabetización– los principios de organización comunes a todos los sistemas vivos. En otras palabras, que los sistemas vivos son redes autogenéticas (o sea, que dependen de sí y para sí), orgánicamente cerradas dentro de perímetros, pero funcionalmente abiertas a flujos constantes de materia y energía. Esta comprensión sistémica de la vida nos permite identificar los principios básicos de la ecología para la construcción de las sociedades humanas sostenibles. Seis principios de ecología son centrales para el sostenimiento de la vida:
1. Redes, entendiendo por tales que todos los seres vivos se comunican y comparten recursos a través de sus perímetros.
2. Ciclos, a través de los cuales los sistemas vivos intercambian materia y energía procedente de su medio, produciendo residuos. Sin embargo, ningún ecosistema genera residuos netos, puesto que los residuos de una especie son siempre el alimento de otra.
3. La energía solar a través de la fotosíntesis de las plantas verdes genera los ciclos ecológicos.
4. Asociación, que indica que todo intercambio de energía y recursos que se da en cualquier ecosistema se lleva a cabo mediante la cooperación y el funcionamiento en red.
5. Diversidad, que es una característica fundamental de los ecosistemas para conseguir estabilidad y resistencia gracias a la complejidad de sus redes ecológicas.
6. Por último, el equilibrio dinámico, que nos indica que todo ecosistema es una red flexible en fluctuación permanente, de tal modo que ninguna variable puede ser maximizada en exclusiva, sino que todas fluctúan en torno a sus valores óptimos (Capra, 2003: 266-300).
Sin partir de estas ideas difícilmente podremos entender el sentido de la sostenibilidad de cualquier comunidad humana.Anuestro juicio, seguir los ciclos, el curso de la naturaleza, constituye el objetivo central de cualquier política de sostenibilidad. Los veremos de forma inmediata.
4. RESIDUOS Y NATURALEZA
Los ecosistemas vivos que funcionan según los ciclos naturales de la biosfera apenas producen residuos, pues se convierten, a través de diversos procesos de descomposición, en nutrientes para otros seres vivos, Hay una excepción a esta regla: la comunidad humana produce una enorme cantidad de residuos que, en la mayoría de los casos, no es integrada al ciclo biológico, como sucede con las otras especies vivas. Precisamente, la actividad de los humanos ha generado una contaminación tal que ha afectado seriamente a los ecosistemas reduciendo sus funciones de perpetuar la vida, como bien ha hecho notar el Informe de Evaluación del Milenium (2005) y que detallamos al principio de esta introducción.
Hagamos un alto en el camino para echar una ojeada a la situación de los residuos, en especial de los residuos urbanos. Después intentaremos hacer determinadas propuestas –de carácter general, que es lo que pretende esta introducción– volviendo a recoger el hilo de lo dicho más atrás.
Según el «Informe MedioAmbiente en Europa: Tercera Evaluación» (AEMA,2004), se calcula que en Europa se generan más de 3.000 millones de toneladas de residuos todos los años. Esto equivale a 3,8 toneladas per cápita en Europa Occidental y 4,4 toneladas en Europa Central y Oriental. La clasificación de residuos del informe es la siguiente: residuos urbanos, residuos peligrosos, residuos industriales no peligrosos, residuos de minas y canteras, residuos de la producción de electricidad (cenizas de carbón), residuos inertes. El informe pone de manifiesto que, según los datos disponibles, se observa una tendencia al alza de la producción total de residuos, y que los sectores de fabricación, de construcción, de demolición, extractivo y agrario, son los que más residuos generan (Informe 2004: 191-164).
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