Diego Maradona, un Hombre del Pueblo, fue fundamental para esta movida política del Stop Bush y NO al Alca. El comandante Fidel Castro jugó un papel estratégico, instruyó a todos sus colaboradores full time, día y noche y, obviamente, pudo ser un éxito también por el frente político de carácter latinoamericano de Néstor Kirchner en Argentina, el Chávez en Venezuela y el Lula en Brasil.
Después de terminada la operación política del NO al Alca, estando en Buenos Aires y de estar una semana sin dormir, en el medio de mi descanso recibí un llamado telefónico de mi amigo el embajador Alejandro González Galeano, en el que me decía que volara nuevamente a Mar del Plata porque Chávez iba a hacer una cena en agradecimiento a los organizadores de la Contra Cumbre. Esa noche también fue memorable.
Ya había recibido las felicitaciones del presidente Kirchner cuando todo había concluido y a mi regreso a Cuba por cuestiones personales, Fidel me vino a ver a la casa donde yo estaba y me dio un abrazo que sentí como una condecoración por el trabajo realizado.
En ese entonces, Evo Morales era un destacado dirigente social cocalero que proponía en las elecciones de 2006 modificar el destino de una Bolivia sufrida por distintas administraciones de derecha, con el apoyo del Departamento de Estado norteamericano (situación que logró transformar convirtiéndose en el primer presidente indígena del país andino). Durante su estadía en Argentina, Evo, que también es un apasionado del fútbol, pudo conocer en persona a Maradona, y a partir de ese momento surgió una amistad espiritual y política inquebrantable:
Pude conocer personalmente a Diego Armando Maradona en noviembre de 2005 durante la travesía que hicimos en el Tren del Alba en Mar Del Plata, una de las acciones políticas de protesta y rechazo al presidente de los Estados Unidos, Bush (h) y su herramienta de sometimiento política y económica contra la soberanía de todos los pueblos de América Latina que era el ALCA (Área de Libre Comercio para las Américas). Allí pudimos conversar sobre distintos temas y quedé sorprendido al ver un deportista de talla mundial teniendo una posición política e ideológica antiimperialista y en defensa de los más sufridos de toda América. Fue muy enriquecedor compartir con Diego tanto de política como de fútbol y también poder comprobar el amor de la gente a su ídolo.
Esas jornadas de luchas antiimperialista y anticolonial contra los Estados Unidos fueron cruciales para fortalecer la unidad de la Patria Grande del siglo XXI con las presidencias de Néstor Kirchner, Hugo Chávez, Lula y pronto yo llegaría a la presidencia de Bolivia para poder refundarla en un Estado Plurinacional y seguir en la batalla de un nuevo amanecer emancipador de todos nuestros pueblos.
Luego compartí con Diego —y muchos compañeros— escenario en la jornada de la Cumbre de los Pueblos en un estadio Mundialista colmado que escucharon atentos las palabras del Pibe de Oro y el grito de Hugo Chávez ¡ALCA, ALCA, Al carajo!
Fue una jornada histórica popular del nuevo amanecer de América Latina y el Caribe donde se sepultó al ALCA y también pude conocer al mejor jugador de todos los tiempos y al Diego político.
Sandra Russo, periodista de extensa trayectoria en distintos medios radiales (Splendid, Radio Nacional) gráficos (Humor, Página/12) y televisivos (Cable a tierra, 6, 7, 8) autora de libros como Perdonen nuestros placeres, Milagro Sala. Jallalla. La Tupac Amaru, utopía en construcción, La presidenta. Historia de una vida, entre otros. Actualmente sigue escribiendo sus contratapas en Página/12. Russo rememora cómo llegó a cubrir y ser parte de la travesía antiimperialista del Tren al Alba y comprobar el magnetismo de Diego Armando Maradona:
Ya no trabajaba en la redacción de Página/12 después de tantos años. Pero cuando me llamaron y me propusieron viajar a Mar del Plata en el Tren del Alba, que iría a la Contra Cumbre en la que Chávez y Néstor enterraron el Alca con el mismísimo Bush en sus narices, dije que sí, que claro que sí, y empecé a preparar mi mochila, por inercia. No necesitaba ni una muda de ropa, porque no me pedían que cubriera ni la Cumbre ni la Contra Cumbre: solo el viaje en el tren. Tenía que llegar a la madrugada a Mar del Plata y tomarme primero un café y después otro micro que me devolviera a la Capital, para escribir la nota.
Fue en el mismo viaje, apenas empieza, o mejor dicho antes, en la conferencia de prensa que dio Maradona en la estación atestada de gente antes de la partida, que empecé a entender algo de lo que estaba pasando. Recién ahí lo quise a Maradona, después de mucho tiempo de una relación conflictiva de la que él nunca se enteró. Porque allí, en ese tren, que estaba lleno de actrices, actores, cantantes, gente famosa, dirigentes como Evo, dirigentes sindicales, la verdad de la milanesa era Maradona. Era el motor, la tracción a sangre que le dio un volumen enorme a ese viaje de vigilia por la Patria Grande. Todo lo que significa Maradona, él lo puso al servicio de un proyecto, que en ese momento era arruinarle la fiesta a Bush.
Russo publicó al otro día en Página/12 (5 de noviembre) una crónica memorable que tituló “La noche del Diez. El Tren del Alba”, donde describió el sentir de esos vagones repletos de distintas personalidades unidas por una causa común, que era decirle No al ALCA. A la distancia reflexiona el amor y la pasión que generaba Maradona en la gente:
Kusturica, que filmaba su documental, lo seguía por todas partes. Los primeros vagones, que era donde estaban los más importantes, eran inaccesibles para el resto de los pasajeros. Igual se podían hacer muchas notas en medio del apretujamiento general: si a uno le pegaban un codazo, se daba vuelta y seguro que era un “famoso pensante”, de esos que te dan buenas frases. Así transcurría la madrugada cuando la puerta del coche comedor se abrió y entró algo como una llamarada: era Maradona con Kusturika atrás y el séquito que lo seguía a todas partes.
Me achiqué en el asiento porque el clima en el coche comedor era de sofoco, pero de pronto una mano agarró la mía y era la de Maradona. Había ido a saludar a uno por uno de los que estábamos en el tren. ¿Hace falta decir que, desde entonces, yo, Maradó Maradó? Porque volví al toque y escribí la crónica que salió publicada al día siguiente, pero también vi y leí lo que había pasado en la Cumbre y en la Contra Cumbre, y la vibración inusual y magnífica del tren había tomado forma allí. Había encontrado su cauce.
Vi a Maradona apoyar su cabeza en el hombro de Chávez en el estadio. Vi y escuché el discurso de Néstor y la cara que iba poniendo Bush a medida que hablaba. Algo adormecido se desperezaba: un ciclo histórico regional y popular se ponía en marcha, y eso había sido posible esencialmente porque en Mar del Plata se había abortado la idea de la región eunuca y bananera dispuesta a las frígidas relaciones carnales.
¿Puede un viaje en tren cambiarte la vida? Sí. Cuando en un tren como ese se concentra como un extracto de perfume la voluntad de ser libres, viajar en él y pasar una noche en vela absorbiendo esa esencia, puede cambiarte la vida.
Carlos López es un destacado dirigente político con vasta trayectoria en el campo popular. Durante su juventud, fue integrante de la corriente política Juventud Peronista-Juventud Trabajadora Peronista (1969-1977) y de su órgano de difusión, la revista Jotape (1987-1989). Durante los doce años de gobierno kirchnerista cumplió distintas funciones como asesor de la Secretaría General Presidencia de la Nación (2004-2014) y secretario Adscripto para Asuntos Especiales de la presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner (2014-2015).
Veedor Internacional representando a Unasur e invitado por los CNE (Comisión Nacional Electoral) de cada país como Perú, Venezuela, Ecuador, Bolivia, entre otros).
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