Los organismos internacionales más señalados, incluyendo la OCDE y la UE, han elaborado recomendaciones en este sentido, pero restringidas a la dimensión oferta. En concreto, la UE ha promovido el desarrollo de la cultura económica y del emprendimiento, como factor clave de la competitividad, en su Recomendación del Parlamento Europeo y del Consejo de 18 de diciembre de 2006 , donde fijaba las competencias esenciales entre las que incluyó el espíritu de empresa. Un documento de referencia al respecto es la Agenda de Oslo de 2006, que ha codificado una batería de propuestas con este fin. La Comisión Europea (2008a), en su informe sobre Entrepreneurship in higher education, specially within non business.studies , ha insistido en la trascendencia de promover un mayor espíritu emprendedor entre los jóvenes, como medio para fortalecer la cultura emprendedora y la creación de nuevas empresas innovadoras. La Estrategia Europea 2020 ha sido igualmente insistente en subrayar la necesidad de mejorar la enseñanza del emprendimiento en todos los niveles educativos, formando parte como elemento estratégico del programa Educación y Formación 2020 . La Comisión Europea (2012a,b) ha elaborado también recomendaciones para fomentar el emprendimiento en la etapa educativa obligatoria, con un enfoque de crecimiento en complejidad a medida que se avanza en formación (Kent, 1989, 1990).
La potenciación del espíritu emprendedor en las fases más tempranas de la enseñanza debe rendir buenos resultados para motivar a los estudiantes para crear nuevas empresas que contribuyan a la innovación y al cambio hacia la sociedad del conocimiento. La enseñanza debe incluir desde una edad temprana la enseñanza de materias con contenidos 4E (economía, empresa, empresario, emprendedurismo), no con el fin de formar expertos económicos o empresariales ni magos de las finanzas, sino de asegurar la posesión de una mínima cultura sobre los sistemas económico, productivo y financiero a toda la población que: (a) abra la mente a las oportunidades para desarrollarse como emprendedor; (b) prevenga del desánimo a potenciales emprendedores ante la falta de estímulos y contenidos que aseguren su vocación. La introducción de estas materias en la educación no universitaria con carácter general, sin restringirla a los alumnos que deseen profundizar en ellas más adelante, sería pues la respuesta a una necesidad social (González, 2011).
Además, la formación temprana de los potenciales empresarios es esencial para fortalecer la educación emprendedora a todos los grados y desde el nivel de enseñanza obligatoria. La demanda de estudios universitarios de carácter económico y empresarial (tanto si son de carácter general como especializados en gestión, emprendedurismo, finanzas, marketing, recursos humanos o logística) aconseja fortalecer los conocimientos previos adquiridos durante la educación secundaria y media, a fin de que lleguen con la mejor formación posible a la Universidad.
La formación emprendedora-económico-empresarial en la enseñanza no universitaria ha ido ganando presencia en los países del entorno cultural español durante las últimas décadas (European Commission, 2009c, Eurydice, 2012, European Commission/EACEA/Eurydice, 2016). La educación emprendedora se ha incorporado a los curricula escolares en la mayoría de países desarrollados y en un número creciente de las naciones emergentes económicamente (Li et al., 2003, Sanguinetti, coord., 2013, IPEBA, 2013), si bien con evoluciones con diferencias significativas al menos entre Estados Unidos y Europa (Guzmán & Liñán, 2005).
Sin embargo, bastantes de los factores que desaniman o al menos no colaboran con el incentivo del espíritu emprendedor nacional y regional residen en el sistema educativo (Travé, 1999, 2001). Tanto la Escuela como la Universidad han manifestado cierta dejadez en asumir responsabilidades de promocionar el emprendimiento, por razones tanto pedagógicas como ideológicas. En concreto, son un lugar común las dificultades que las materias nutrientes del espíritu emprendedor (Economía, Finanzas y Gestión Empresarial) han sufrido en la formación preuniversitaria para encontrar un lugar propio con la suficiente entidad para generar resultados positivos en términos de conocimientos y valores que coadyuven a germinar y/o orientar vocaciones emprendedoras. La inquietud por la formación económica y empresarial no surge en España hasta que los ilustrados, a finales del siglo XVIII, proclaman la necesidad de una reflexión sobre los problemas económicos nacionales y promueven la creación de las “Escuelas de Comercio”. Los tímidos intentos de introducir materias económicas y empresariales autónomas en la segunda enseñanza por las distintas leyes de educación tuvieron una vida efímera y una implantación reducida durante el siglo XIX y casi todo el siglo XX. Por tanto, la enseñanza de la Economía, la Empresa, la Dirección y las Finanzas como materias independientes ha tenido una limitada presencia en la enseñanza secundaria obligatoria española. Los contenidos de estas disciplinas han sido acaparados por asignaturas como Geografía e Historia, pero en un papel secundario y frecuentemente sin un orden conceptual y teórico que permitiese a los alumnos comprender las leyes lógicas de los sistemas económicos, los mercados, las empresas y las finanzas.
Este diagnóstico ha empujado a muchas instituciones a reclamar al sistema educativo un esfuerzo por transmitir a la juventud del país y al conjunto de la sociedad civil una imagen real de los beneficios asociados al emprendimiento y la innovación. En especial, la promoción de la iniciativa emprendedora en la educación preuniversitaria ha formado parte de las demandas de instituciones como el Círculo de Empresarios (2009), la Organización de Economistas de la Educación (OEE) del Consejo General de Colegios de Economistas de España (2013), la Asociación de Economía de la Educación (AEDE), la Confederación Estatal de Asociaciones de Profesorado de Economía (CEAPES) y la Confederación Española de Decanos de Economía y Empresa (CONFEDE). El Ministerio de Industria, Turismo y Comercio (2010), en su informe El fomento de la iniciativa emprendedora en el sistema educativo español , ha destacado las competencias que deben trabajarse en España para propulsar el espíritu emprendedor. Los proyectos institucionales están ayudando a corregir el desajuste entre las necesidades de cualificación económico-financiera-empresarial que la vida moderna plantea y las competencias reales que se tienen, pero a un ritmo demasiado lento y limitado.
La vía para la incorporación definitiva y autónoma de las enseñanzas económicas y empresariales a la formación preuniversitaria no profesional se abrió con la LOGSE de 1990 y el nuevo currículo del BUP aprobado en el año 2000. La Economía y la Empresa se incorporan entonces como asignaturas independientes al currículo del Bachillerato en Humanidades y Ciencias Sociales. Sin embargo, el alcance de la enseñanza económico-empresarial siguió limitado a una rama del Bachillerato y fuera de la ESO, de manera que los jóvenes que salían al mercado laboral desde la formación secundaria obligatoria carecían de base económica. La LOCE no modificó en lo sustancial este diseño curricular. Ninguno de los diseños curriculares previos a la LOMCE de 2013 incluyó pues entre sus fines conseguir que el alumno de Bachillerato desarrollase el espíritu emprendedor. Los tímidos intentos de la LOGSE se redujeron a la materia optativa “Fundamentos de la administración y gestión”, de la cual una parte sustancial se dedicaba a la creación de una nueva empresa y a técnicas necesarias para su gobierno. Tanto en ella como más tarde en la LOCE, el desarrollo de la iniciativa emprendedora quedó confinado a la formación profesional.
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