1 ...7 8 9 11 12 13 ...20 El primer punto que conviene aclarar es si Entrepreneurship debe considerarse simplemente como una habilidad empresarial o si debe asignársele un significado más amplio (Gibb, 2002). La respuesta a esta cuestión depende en buena medida de si adoptamos una perspectiva económica, psicológica o sociológica del concepto (Kalantaridis, 2004).
La perspectiva económica facilita una definición clara de Entrepreneurship, porque parte del consenso sobre quién es el emprendedor (Hebert & Link, 1988: 11): el empresario, el agente económico central de una economía de mercado. Por tanto, es un concepto cuyo pilar es el desempeño de un rol social particular. De todas formas, hay distintas corrientes académicas que discrepan en qué es aquello que lo hace único, la cualidad del Entrepreneurship, señalando su disposición al riesgo, su rol de perceptor y explotador de oportunidades, su rol innovador o su papel de organizador del conjunto de recursos de la empresa. En cualquier caso, la definición económica de Entrepreneurship heredera de la tradición austríaca confina su radio de acción al mercado y lo define como “el comportamiento competitivo que conduce el proceso de mercado” (Davidson, 2004: 16). Esta concepción recalca dos elementos: el comportamiento y los resultados. El comportamiento emprendedor se tipifica por su naturaleza competitiva y los resultados se miden por los logros que el emprendedor consigue en el mercado (Baumol, 1968) o su aptitud emprendedora. La interpretación económica del emprendimiento también destaca que su esencia es hacer las cosas de una forma distinta (Bianchi & Henreckson, 2005). Esta conceptualización creemos que se encuentra bien recogida en la traducción de Entrepreneurship por comportamiento / actividad / iniciativa y aptitud emprendedores .
Existe también una versión sociológica del Entrepreneurship cuyo eje de interés es la relación entre los entrepreneurs y su contexto. La investigación sociológica define el Entrepreneurship en términos de conjunto de tareas. Gartner (1988) explicita con claridad este enfoque al definir el Entrepreneurship como el proceso que toma forma en la creación y el establecimiento de nuevas organizaciones. La investigación sociológica se ha centrado en la identificación de las etapas que incluye, de los factores ambientales (políticas, culturales, educativas, económicas, etc.) que estimulan o constriñen el proceso, y de las habilidades críticas que el emprendedor precisa. Entrepreneurship equivale pues desde el ángulo sociológico a proceso emprendedor .
La perspectiva psicológica da una visión alternativa que pone la atención sobre la motivación y el proceso cognitivo de los agentes. La investigación psicológica define el Entrepreneurship a partir de las características personas específicas que les adornan (Brockhaus, 1982). Un emprendedor sería entonces todo aquel que en su comportamiento exhibe una combinación de ciertos atributos (Gibb, 1990, Boydston et al., 2000, Turker et al., 2005, Veciana et al., 2005, Kirby, 2006: 37-39, Turker & Senem, 2008). Entre ellos, se citan su disposición a tomar riesgos (Brockhaus, 1980), su alta motivación de logro (McClelland, 1961), un alto enfoque interno de control (Brockhaus, 1982), una alta necesidad de autonomía o independencia y resistencia a la autoridad (Collins et al., 1964), auto-confianza y optimismo (Lüthje & Franke, 2003), proactividad entendida como la orientación a buscar oportunidades -mediante la anticipación y prevención de problemas- y emprender acciones -orientación a la acción- para explotarlas con perseverancia y paciencia hasta lograr el cambio (Covin & Slevin, 1989, Bateman & Crant, 1993), creatividad, intuición y habilidad para explotar oportunidades (Davidsson, 1989). La conceptualización psicológica conduce pues a la definición y traducción de Entrepreneurship como espíritu, actitud, mentalidad o forma de pensar emprendedora . La interpretación psicológica del emprendedor es la de alcance más amplio, pues extiende el calificativo a todo agente con un comportamiento definido por una serie de atributos personales, con independencia de que esté situado en un contexto de negocio y del proceso y los resultados ligados a sus decisiones (Gibb, 1990, Atherton, 2004).
La elección entre una de estas tres perspectivas en el ámbito político-práctico ha sido confusa, pues se utilizan elementos de todas ellas sin excesivo orden ni concierto y se empaquetan bajo conceptos plurales que muchas veces no se corresponden con el contenido del término (Alemany et al., 2011). Así ocurre con los documentos elaborados por la Unión Europea, que con carácter general designan la cualidad que adorna al empresario con el vocablo “Entrepreneurship” en la versión inglesa, pero luego lo traduce al español por “espíritu emprendedor” o “espíritu empresarial” aunque no se ciña a la interpretación psicológica. Otra de sus disfuncionalidades es calificar Entrepreneurship sólo como un proceso, cuando su dominio rebasa con creces el concepto sociológico.
La definición cuasi-oficial del término Entrepreneurship (que la propia Comisión traducía inicialmente en sus documentos por “espíritu empresarial”) adoptada por la Comisión Europea en el Libro verde El Espíritu Empresarial en Europa [ Green Paper Entrepreneurship in Europe ] (European Commission, 2003a: 6) versaba en los siguientes términos:
El espíritu empresarial [entrepreneurship] es, sobre todo, una actitud en la que se refleja la motivación y la capacidad del individuo, independiente o dentro de una organización, a la hora de identificar una oportunidad y luchar por ella para producir nuevo valor o éxito económico
Se trata de una definición interdisciplinar que conjuga los elementos dados en las conceptualizaciones económica, sociológica y psicológica. El mismo Libro Verde (European Commission, 2003a: 6-7) precisa que el espíritu emprendedor conjuga una actitud (que es su dimensión más horizontal) marcada por la predisposición a la asunción de riesgos, la atracción por la independencia y la realización personal, la creatividad y la innovación; y una capacidad sólida de gestión que va más allá de la gestión diaria y afecta a la estrategia y a los propósitos de la empresa. Remarca que “para que una idea empresarial sea un éxito es necesaria una capacidad de combinar la creatividad o la innovación con una gestión sólida y de adaptar el negocio de modo que su desarrollo se vea optimizado durante todas las fases de su ciclo de vida”. Se entiende pues que el espíritu empresarial es también un proceso para crear actividad económica. La voluntad de universalidad del concepto queda bien reflejada en la insistencia en que el espíritu empresarial es localizable en cualquier sector y tipo de negocio, con independencia de su naturaleza, tamaño y estructura de propiedad. También se aclara que el espíritu empresarial puede darse tanto en la creación de una nueva empresa como en empresas ya existentes. Por tanto, pese a su carácter interdisciplinar, el elemento económico referido al papel del emprendedor en el mercado constituye el eje fundamental.
Esta visión con un claro acento en la empresarialidad subyacía ya explícitamente a los dos primeros Programas Comunitarios para las Pymes (European Commission, 1983, 1986b) y al Programa Integrado en favor de las pymes de 1994 (European Commission, 1996). La preocupación por aumentar la cualificación de la mano de obra y por sensibilizar a los jóvenes a fin de motivarles para la carrera empresarial, así como el deseo de prestigiar la figura del empresario, hicieron que el concepto de Entrepreneurship adoptado basculase hacia la dimensión mercado y alto crecimiento. La Estrategia de Lisboa para Europa 2010 siguió insistiendo en la necesidad de desarrollar el espíritu de empresa entendido como la formación de los jefes de empresa y los trabajadores por cuenta propia (European Commission, 2001a,c). Esta visión del Entrepreneurship continuó con el cuarto Programa plurianual en favor de la empresa y del espíritu empresarial para el periodo 2001-2005 (European Commission, 2000d), la Carta Europea para las Pequeñas Empresas (European Commission, 2000b), el Libro Verde sobre el espíritu empresarial en Europa (European Commission, 2003a), el Plan de acción: Programa europeo en favor del espíritu empresarial (European Commission, 2004a), el Pacto Europeo para la Juventud (European Commission, 2009d), las Directrices integradas para el crecimiento y el empleo (2005-2008) (European Commission, 2005d), las Orientaciones Estratégicas Comunitarias en Materia de Cohesión para el periodo 2007-2013 (European Commission, 2005c, 2006c), la Comunicación de la Comisión COM (2005) 551 (European Commission, 2005h) que propuso la Política Moderna de la Pyme de la UE, el quinto Programa-Marco para la Competitividad y la Innovación (2007-2013) (CIP ) (European Parliament & European Council, 2006c) y la Revisión intermedia de la Política Moderna de la pyme de la UE de 2005 a 2007 (European Commission, 2005i).
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