Junto a estos problemas internos, Japón había conocido la guerra contra Corea, «la expedición de Formosa contra ley y derecho» (MM: 226) y había convocado al Parlamento.
¿Cuál será el resultado de la situación en este país? ¿Seguirán adelante con las reformas, y fundarán en un país habitado por raza amarilla instituciones que han hecho progresar a la raza blanca, o llegando el partido anti-reformista a medidas violentas, se atraerá la intervención occidental, sirviendo el Japón como campo para los intereses encontrados de Rusia, Inglaterra y los Estados Unidos? Nadie puede preverlo (MM: 227).
Estas consideraciones llevan inevitablemente a Dupuy a extender sus reflexiones sobre la política internacional. Sobre todo, pone la atención en el futuro geopolítico de Japón:
Si el Japón está destinado a progresar en el camino que ha emprendido, su influencia en Asia será muy grande; su situación es magnífica. País insular, y de costas que la naturaleza ha hecho poco hospitalarias, es muy fácil de defender, y puede llegar a ser, por su posición análoga, la Inglaterra de Asia (MM: 227).
Pero en Japón convergían también las pretensiones coloniales de las potencias occidentales. Al lector de hoy le llama la atención la escasa relevancia que entonces tenía Estados Unidos en el área del Pacífico. Esta vocación estadounidense por el océano Pacífico podría haberse visto favorecida por el «fabuloso desarrollo de sus Estados del Pacífico», pero –según Dupuy– se tropezaba con obstáculos por su estructura política, con una administración que cambiaba con cada presidente, con «el abandono de la política activa por casi todas las personas honradas» y, por consiguiente, con «una representación diplomática y consular completamente lega, muchas veces poco respetable», otras veces «formada de personas improvisadas» que «pretenden aplicar a todas las cuestiones el criterio americano, con lo que consiguen resultados negativos» (MM: 227 y ss.). La actitud antiestadounidense (y antinglesa) de Dupuy es una constante de sus escritos y contribuye a explicar la dureza de los ataques al presidente de Estados Unidos contenidos en la carta que causó su dimisión como ministro de España en Washington ( cf . § 15).
La marina mercante estadounidense era ya entonces la segunda del mundo, pero no era suficiente para garantizar su influencia en Asia porque –según la opinión de Dupuy, que refleja la de la entera comunidad diplomática de entonces– Estados Unidos no estaba militarmente en condiciones de influir en el área del Pacífico:
Su marina militar tampoco les ayuda en Asia a conquistar ni a mantener influencia; conocido es de todos el sistema seguido per el Ministerio de Marina en estos últimos tiempos. Los barcos que tienen en Asia no pueden asustar ni siquiera a las naciones salvajes. Todos ellos son restos de la Guerra Civil, y muchos no pueden volver a América a causa de sus malas cualidades marineras (MM: 228).
Más concretas podían ser, en cambio, las pretensiones de Gran Bretaña, que habría deseado «anexionarse el Japón»; sin embargo, habría sido más realista «ocupar algún puerto, como ha hecho en Hong Kong y Singapur», dado que a Inglaterra le importa «imponer tarifas de aduana, sin cuidarse para nada del interés de los demás con tal que el suyo encuentre ventajas» (MM: 228 y ss.). Pero estos intereses comerciales chocaban con las pretensiones expansionistas de Rusia. En efecto, la amenaza rusa podía adivinarse ya en su peligrosa proximidad, dado que «para completar y defender sus establecimientos en Siberia oriental, se ha anexionado la isla de Shangalien, haciendo un cambio con el Japón, con lo cual es dueña de uno de los lados del Estrecho de Lapeyrouse, 84y puede, cuando quiere, cerrar el paso» (MM: 229). En definitiva, concluye Dupuy, vale el dicho: «Dios nos libre de la vecindad de Rusia y de la amistad de Inglaterra».
Después venían aquellas potencias medianas que, pese a ser menos peligrosas para Japón, tenían mayores posibilidades de intercambios no solo comerciales: «Sobre todo Francia, Italia y Alemania, tienen relaciones comerciales con el Japón y tienen interés en que se desarrollen los recursos de ese país y que sirva de ejemplo a las demás naciones asiáticas» (MM: 229).
Dupuy concluye este panorama internacional con unas sentidas notas sobre España: «España, que debería estar directamente interesada en este país, porque es el que más cerca de él posee una colonia muy importante, no hace nada porque su nombre sea conocido y respetado». Siguen las constataciones recurrentes en las comunicaciones de los diplomáticos españoles en Asia oriental, hoy conservadas en el Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores en Madrid: la legación española está dirigida por un «Encargado de Negocios, mientras todas las demás naciones tienen Ministros»; así, el representante de España «es siempre el último del cuerpo diplomático, y no tiene intérprete ni casa»; además, después de la firma del tratado de comercio y amistad de 1868 entre España y Japón, «no ha ido ni un solo buque de nuestra Armada»; y aquel tratado ha sido «firmado, por cierto, catorce años después que los de las otras naciones». 85
Dupuy se refiere aquí al tratado que España firmó en 1868, justo catorce años después de los primeros tratados suscritos por Gran Bretaña y Estados Unidos. Un vistazo a las cartas del archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores español confirma la dificultad con la que constantemente se paralizaban las relaciones hispano-japonesas. 86
Por último, respecto al tercer tema –los recuerdos personales–, nos encontramos de nuevo con la alternancia de luces y sombras. Refiriéndose a los dos años de estancia en Japón, escribe Dupuy: «quiero solo recordar un país hermosísimo, cuyo privilegiado suelo es uno de los más bellos del mundo» (MM: 239). Sin embargo, no todas las experiencias japonesas habían sido positivas, de modo que, además de las cosas que rememorar, se añaden las cosas que olvidar, todas ellas unidas a las que ofrecen una visión realista de aquel Japón en plena transición:
Quiero olvidar el odio que hacia nosotros siente esta raza, para no acordarme más que de su afable y ceremoniosa hospitalidad; quiero olvidar sus bajezas y embustes, y llevarme solo el recuerdo de su urbanidad y de su constante alegría. No quiero recordar su servil instinto de imitación para pensar sólo en los progresos que en la moderna cultura ha realizado (MM: 231).
8. EL ESTUDIO GLOBAL DEL JAPÓN AQUÍ PUBLICADO
Enrique Dupuy se proponía escribir una obra seriamente informativa sobre Japón, pero no formalmente científica. Esto explica, por un lado, la vaguedad de las referencias a los autores de tanto en tanto utilizados y, por otro lado, su atención a los datos estadísticos. Sus notas sobre Japón aquí publicadas –escritas antes de 1874 pero reelaboradas a lo largo de los años, como veremos en el punto b – presentan el estilo seco y documental de sus informes comerciales. Sin embargo, precisamente como consecuencia de la seriedad con que se tomaba su trabajo, Dupuy dejó indicadas, al menos de forma sintética, las principales publicaciones a las que recurrió en el curso de la redacción. Estas indicaciones son importantes, además, porque llaman la atención sobre las raras publicaciones españolas del siglo XIX acerca de Japón. Por ello, a continuación se analizarán estas fuentes con algo más de detalle. Quedará así documentado el contexto cultural al que él se remitía, pero sin hacer excesivamente densas las notas explicativas que acompañan al texto íntegro de sus observaciones sobre Japón.
a ) Las fuentes impresas de Enrique Dupuy
Una vez llegado a la parte final de su escrito, Dupuy confronta la historia de las Islas Filipinas con la de las islas japonesas, para constatar que, mientras en Filipinas fue necesario un intenso trabajo civilizatorio por parte de los españoles, Japón ya contaba con una civilización milenaria en el momento de su apertura. En Filipinas los españoles tuvieron que llevar la civilización a «una sociedad completamente salvaje» ( infra , p. 260). Para sostener esta afirmación, Dupuy aporta varios escritos sobre Filipinas, todos ellos brevemente comentados en las notas en el texto del mismo Dupuy. 87
Читать дальше