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ARCHIVOS Y CENTROS DE DOCUMENTACIÓN
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Archivo del Instituto N.° 1 de Requena, Requena
Archivo del Juzgado N.° 1 de Requena, Requena
Archivo Municipal de Requena, Requena
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Archivo General de la Administración, Alcalá de Henares
Archivo General e Histórico de Defensa, Madrid
Archivo Histórico de la Comunidad Valencia, Valencia
Archivo Histórico Nacional, Madrid
Archivo Max Aub, Segorbe
Archivo privado de Gonzalo Suárez, Madrid
Arxiu Històric de la Comunitat Valenciana, Valencia
Centro Documental de la Memoria Histórica, Salamanca
INTRODUCCIÓN. LA SEGUNDA ENSEÑANZA EN LA GUERRA CIVIL
El combate ideológico que se vivió en el ámbito de la Segunda Enseñanza durante la Guerra Civil y el primer franquismo en el País Valenciano se inscribe en el ciclo de profunda crisis que azotó Europa entre 1914 y 1945, una fractura traumática que no fue solo económica y social, sino también política y de legitimidad, que implicó el auge de discursos, ideologías y prácticas de violencia y un hondo cuestionamiento de las formas parlamentarias de la democracia liberal. 1El profesorado de los institutos de las provincias de Castellón, Valencia y Alicante, en la retaguardia republicana, vivió de manera dramática esa fractura político-ideológica causada por la guerra. Fue un choque ideológico entre valores, visiones del mundo y concepciones de la cultura completamente opuestas, y al mismo tiempo un conflicto entre modernidad y conservadurismo que no se libró solo en España, también se desarrolló de manera simultánea en toda Europa.
La complejidad política e ideológica de Europa era también la complejidad de la realidad española de aquel tiempo. Por eso no cabe aceptar la vieja imagen de las dos Españas condenadas a enfrentarse. 2La fractura que provocó la guerra civil en la Segunda Enseñanza en España no fue un episodio aislado en la historia de Europa, la misma persecución por cuestiones de pensamiento y las mismas exoneraciones del personal docente más comprometido con los valores de la izquierda se dieron también en Italia y en Portugal, si bien con diferentes métodos, y nunca llegando a las exorbitantes cifras de represión política y cultural del franquismo. No hay diferencias sustanciales entre lo ocurrido aquí y en otros lugares del continente en el primer tercio del siglo XX. En palabras de José-Carlos Mainer: «La presunta anomalía española es un simple desenfoque de los observadores –propios y foráneos– excesivamente encandilados con la tragedia nacional». 3
Existía con anterioridad a la década de los años treinta –al menos en las grandes ciudades como Valencia– una clase media moderna e ilustrada que mostraba la misma división cultural e ideológica que sus contemporáneos europeos. «Ser de provincias en los años republicanos no era un obstáculo para vivir en plenitud la vida intelectual. […] En el caso de un lugar como Valencia, porque la ciudad había sido siempre la tercera gran metrópoli intelectual española», se vivía en ese tiempo una época de gran efervescencia cultural. Muestras de ello eran la estética art déco de los cines y piscinas y la proliferación de revistas de gran altura literaria y filosófica como Nueva Cultura. 4Según Ismael Saz: «Los grandes parámetros de la crisis de la modernidad en España son los de la crisis de la modernidad en Europa. […] España vivía completamente inmersa en ese inmenso laboratorio de la cultura europea». 5
El enfrentamiento entre los dos bloques ideológicos se venía gestando, también en España, desde la Gran Guerra. El periodo de 1914-1918 es considerado clave por muchos historiadores que consideran que actuó como un vierteaguas de los cambios que se produjeron en el mundo contemporáneo. Muchos profesores de institutos españoles se identificaban con las nuevas tendencias del nacionalismo antiliberal reaccionario y del fascismo que se estaban abriendo paso en Europa. Frente a ellos, otro sector importante del profesorado simpatizaba o se reconocía en los valores ideológicos de las distintas opciones de la izquierda. En esos años ni la derecha ni la izquierda constituían bloques ideológicos homogéneos. Entre los izquierdistas, los había desde los más escépticos a los más entusiasmados con lo ocurrido en la reciente Revolución rusa, y la «alianza natural de la derecha abarcaba desde los conservadores tradicionales hasta el sector más extremo de la patología fascista, pasando por los reaccionarios de viejo cuño». 6
En nuestro país, ni el republicanismo ni el antirrepublicanismo constituyeron culturas políticas homogéneas. Tanto las fuerzas antirrepublicanas aglutinadas finalmente en el franquismo como las republicanas nunca presentaron una plena identificación, siempre mantuvieron diferencias. Los españoles de DRV, Acción Nacional, Renovación Española y Falange Española tenían conciencia de formar parte de la misma cultura política o movimiento transnacional que estaba consiguiendo tantas adhesiones entre sus contemporáneos europeos en los años treinta. El franquismo nunca fue un todo monolítico, los distintos sectores –pese a las pugnas motivadas por la diferente concepción educativa y otros aspectos– participaron de una plena identificación con la ultraderecha europea contemporánea y transitaron el mismo espacio político.
Somos conscientes de que el uso del lenguaje no es gratuito, y al utilizar los conceptos franquista y antifranquista para referirnos a las facciones enfrentadas durante la guerra en el terreno de la Segunda Enseñanza, podemos ser acusados de usar una terminología avant la lettre . Se puede pensar que estamos dando carta de naturaleza a la dictadura franquista antes de que estuviera mínimamente constituida. Y lo que es peor, alguien puede interpretar que nos guiamos por una visión teleológica que precede el resultado de la guerra, como si este estuviera decidido de antemano. Estas consideraciones están muy lejos de nuestra intención, pero el hecho de que por el momento los historiadores sigan teniendo muchos problemas para poder determinar de manera consensuada la naturaleza política del franquismo y el debate continúe abierto nos ha disuadido a la hora de oponer los términos fascismo y antifascismo al referirnos a nuestra guerra. Las razones estriban en que si bien el segundo no genera polémica y podría englobar perfectamente a las distintas fuerzas republicanas, el primero no es aceptado por la totalidad de la comunidad historiográfica porque, como es sabido, en el franquismo confluyeron fascismo y nacionalcatolicismo, lo que se ha denominado «nacionalismo reaccionario». 7
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