Queriendo S.M. dar a su heroica villa de Madrid un nuevo testimonio de cuán grata le fue, y todavía le es, la memoria del célebre día Dos de mayo, en el que sus más leales vasallos, arrebatados de su amor al Rey y a la Real familia, tan noble y generosamente se sacrificaron, arrostrando la muerte por oponerse y no sufrir el yugo de la tiranía extranjera; se ha servido mandar que en aquel día se vista la corte de luto en señal de dolor por la muerte de tantas ilustres víctimas; que en todas las iglesias de esta capital se celebre con la solemnidad correspondiente un oficio y misa por el eterno descanso de las almas, etc. 60
La efeméride quedaba desprovista de desfiles y celebraciones populares. Si los liberales de las primeras Cortes, 61los del Trienio y los isabelinos, construyeron monumentos e hicieron de esa fecha una fiesta nacional, en la España absolutista imperaría la idea de que el Dos de Mayo fue un acto heroico de los madrileños, pero no espontáneo, aduciendo que había sido provocado por los franceses. 62
No satisfecha con adaptar el mito liberal del Dos de Mayo, la Monarquía entró en el juego liberal de las conmemoraciones y contraatacó con un aniversario propio, directamente vinculado con el rey. El 19 de marzo de 1808, fecha honrada durante la guerra como el día en el que Fernando VII sustituyó a su padre, y en la que Godoy fue derrocado, ya no interesaba al poder, ya que los liberales la habían usado para la proclamación de la Constitución de 1812. 63Así que el gobierno improvisó el 24 de marzo, doble aniversario por ser el día en el que Fernando entró en Madrid en 1808, y el día en el que había vuelto a España en 1814.
Decir que el gobierno «improvisó» esta conmemoración puede ser más que una forma de hablar. El 24 de marzo de 1815, Fernando VII había querido conmemorar el primer aniversario creando la Real orden Americana de Isabel la Católica, con la que pretendía fidelizar a sus vasallos americanos en pleno proceso de emancipación de las colonias. 64Peroninguna orden previa había previsto celebrar ni ese ni los posteriores aniversarios. Sin embargo, cuando se acercaba la fecha del Dos de Mayo, el rey quiso contrarrestar o compartir el protagonismo de esa fiesta popular anunciando la suya. No tiene otro sentido que el artículo de oficio que anunciaba la celebración del Dos de Mayo incluyese una orden supuestamente fechada el 25 de marzo de 1815, un día después del primer aniversario de su entrada triunfal en Madrid y de su cruce de los Pirineos, ordenando conmemorar los siguientes.
En el caso del 24 de marzo, se trata de una celebración generalizada en todos los dominios del monarca, y no limitada a Madrid, como el Dos de Mayo. Tenía la ventaja, además, de tener connotaciones festivas, no funerarias:
Condescendiendo el Rey nuestro Señor con la súplica que VV. SS. le han hecho, se ha servido mandar que el día 24 de marzo, aniversario de su feliz regreso a la Península, sea en lo sucesivo de gala con uniforme en todos los dominios de S.M.; que en las plazas de armas se celebre con triple salva de artillería, y que en el lugar que honre SM con su Real presencia haya besamanos general... 65
La Gaceta de Madrid siguió haciendo referencia a esta fiesta el resto del reinado, aunque parece que fue perdiendo fuerza con el tiempo. 66Podemos encontrar referencias al 24 de marzo en los elogios a Fernando (la Academia de la Historia lo llamó «venturoso día... de placer y de júbilo para España, que jamás se borrará del corazón de sus naturales»), 67en los sermones, 68y en alguna composición literaria dedicada expresamente a esa fecha. 69
Este simbólico juego de conmemoraciones se hace aún más evidente si contrastamos el Sexenio Absolutista con el Trienio Liberal. El 19 de marzo, aniversario de la Constitución, fue obviado de toda referencia absolutista hasta que la tercera consorte de Fernando VII, María Josefa Amalia de Sajonia, hizo necesario mencionarlo como fecha de su onomástica. Durante el Trienio, se volvió a rememorar el nacimiento de la Constitución, que se celebraba en la Corte junto al santo de la reina. 70En el caso del Dos de Mayo, los liberales de 1820 lo devolvieron a su condición de día en el que “sellaron con su sangre los primeros mártires de la patria su generoso y heroico amor a la libertad e independencia de la Nación”, magnificándolo en el tiempo («perpetuamente») y en el espacio («en toda la Monarquía española»). 71
LAS HISTORIAS FERNANDINAS DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA (1814-1833)
Durante el reinado absolutista de Fernando VII se publicaron en España tres relaciones del conflicto que hoy conocemos como Guerra de la Independencia: 72la Historia razonada de los principales sucesos de la gloriosa revolución de España , de José Clemente Carnicero; la Historia de la Guerra de España contra Napoleón Bonaparte , iniciada por una comisión militar; y la Historia política y militar de la Guerra de la independencia , de José Muñoz Maldonado. De una manera u otra, todas tuvieron el respaldo gubernamental, por lo que pueden sernos útiles para analizar la evolución de la visión fernandina del controvertido sexenio que va desde el Motín de Aranjuez hasta la derogación de la Constitución de Cádiz.
Por orden cronológico, la primera obra (1814-1815) es la de José Clemente Carnicero, oficial del archivo de la Secretaría de Gracia y Justicia, quien –como tantos otros autores– intentó congraciarse con su monarca escribiendo obras afines a la doctrina oficial. 73En 1816 publicó La inquisición, justamente restablecida , en la que refutaba tanto a liberales como a josefinos en su crítica y supresión del Santo Oficio. 74En 1830 sacó a la luz El liberalismo convencido por sus mismos escritos , donde revisaba y rebatía la Constitución de Cádiz junto a obras de autores liberales como Martínez Marina. 75En sus textos, Carnicero defendió el absolutismo fernandino, pero con un destacable tono moderado (en algunos pasajes, podemos considerar que el autor no es nada ajeno al espíritu ilustrado).
Ese tono es especialmente reseñable en su Historia razonada de los principales sucesos de la gloriosa revolución de España , 76ya que –como hemos visto– fue escrita en un momento de reacción y crispación generalizadas. 77En cambio, Carnicero menciona a los grandes enemigos de Fernando con cierto respeto (a José Bonaparte, como “rey Josef”, la mayoría de las veces), sin apenas ahondar en descalificaciones personales, y se puede decir lo mismo de su actitud con afrancesados y liberales. Llama la atención el papel de las Cortes en la obra, cuya tarea legislativa es pormenorizada y no siempre para mal. Carnicero parece considerar acertada la idea de reunir Cortes en Cádiz como manera de aunar esfuerzos para vencer a los franceses y recuperar al rey, y no da la impresión de poner en duda las buenas intenciones de los diputados. El espíritu de partido, junto a decisiones equivocadas como la libertad de imprenta o la supresión del Santo Oficio habrían fomentado la desafección del pueblo hacia la Constitución y la justa anulación por parte de Fernando VII. En definitiva, los liberales gaditanos parecen en el libro patriotas equivocados y seducidos por malas ideas.
Aunque no cabe duda del respaldo oficial a la obra, 78de los tres libros de Historia a comentar en este apartado, el de Carnicero es el único que no fue publicado por orden del rey. Quizá por eso no coincide del todo con la imagen canónica que del pasado reciente se estaba forjando. 79La dura crítica a Carlos IV, 80el tibio espíritu absolutista de algunos pasajes, 81e incluso las palabras a favor de los ingleses (cuyo papel en la guerra sería pronto obviado por motivos políticos), 82pueden explicar que el libro fuese casi ignorado por las dos Historias oficiales, 83y que el autor no pasase de oficial de archivo. 84Es evidente que el espíritu conciliador con que Carnicero cerraba su Historia razonada no iba acorde con los tiempos que corrían en España:
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