En estas condiciones, las provincias del norte de los Países Bajos (Holanda), como parte de su revuelta contra la política fiscal y religiosa de Felipe II, atacaron las colonias portuguesas (bajo soberanía española desde 1580) tanto de Brasil como del Índico. Las principales ventajas de los holandeses serían el descubrimiento de una vía más directa hacia las islas de las especias, una mejor ordenación del comercio y la ocupación y explotación del territorio, que contrastaba con la política portuguesa de factorías mercantiles.
Tanto Inglaterra como Francia pronto imitaron la vía holandesa. La mayor competencia y las nuevas formas de gestión del negocio colonial trajeron consigo importantes transformaciones. La explotación de las colonias quedó principalmente en manos de grandes compañías comerciales privilegiadas, que pronto se convirtieron en sociedades de capitales (no de personas), es decir, en las primeras sociedades anónimas. De ese modo, el estado se liberaba de los gastos militares y de administración y el negocio funcionaba casi como un monopsonio y un monopolio, lo cual permitía maximizar los beneficios. Las principales compañías comerciales privilegiadas fueron las compañías holandesa e inglesa de las Indias Orientales.
Junto con la creación de las grandes compañías, el instrumento principal de explotación colonial a partir del siglo XVII fue la organización de la producción, sobre todo mediante la creación de plantaciones. La plantación es una gran explotación dedicada al monocultivo de un producto con demanda en Europa, producido con mano de obra esclava o sujeta. Los principales productos de plantación fueron al principio el azúcar, el cacao y el añil, y posteriormente el tabaco y el algodón. Tal como afirma Hobsbawm (1983), el antiguo sistema colonial basado en la extracción fue sustituido por el nuevo colonialismo de las plantaciones.
En América, la irrupción de los conquistadores había provocado una gran disminución de la población indígena, debido a las luchas y las enfermedades, hasta provocar la extinción de etnias enteras. Por otra parte, los indígenas americanos, acostumbrados a economías poco exigentes en trabajo, resistían mal el trabajo forzado en las plantaciones, de forma que estas dependieron del tráfico de esclavos africanos. La cantidad de africanos capturados fue de unos veinte millones, a los que hay que añadir los nacidos en América de madre esclava. Los principales destinos fueron Brasil y las colonias inglesas y francesas del Caribe, y más tarde las colonias de América del Norte. El tráfico de esclavos era en el siglo XVI un monopolio portugués, que rompieron los holandeses a principios del siglo XVII, al igual que ingleses y franceses en la segunda mitad del mismo siglo.
En Asia, las plantaciones serían mucho más tardías, pero la Compañía Holandesa de las Indias Orientales organizaba también la producción en provecho propio: aseguraba la autoridad de los reyezuelos locales a cambio de fuertes tributos, de forma que los indígenas no eran privados de la propiedad de la tierra pero quedaban sometidos a impuestos tan elevados que solo podían satisfacerlos cultivando y vendiendo más especias, cuyo precio fijaba la propia Compañía. Con este sistema, los indígenas eran prácticamente esclavos sobre su propiedad y la Compañía obtenía el doble beneficio del tributo pagado por los reyezuelos y de la compra de especias a bajo precio. Con la organización de la producción en las colonias, el comercio mundial empieza a basarse más en la cantidad vendida que en las ganancias por unidad: es el inicio del comercio masivo.
Por otro lado, en el siglo XVII holandeses e ingleses, a la vez que se iniciaban en el comercio transoceánico, se introducían también en el comercio mediterráneo, donde llevaban grano del norte, pesca salada, tejidos baratos y especias. La producción y venta de productos de lujo mediterráneos no podía competir con el comercio de bienes de consumo masivo ofrecidos por los ingleses, los holandeses y, más secundariamente, los franceses, de forma que la primacía europea, primero económica y a partir de mediados de siglo también política, pasó definitivamente del mundo mediterráneo a manos de los países situados en torno al mar del Norte.
Holanda fue la potencia hegemónica en los tres primeros cuartos del siglo XVII gracias a su predominio sobre el comercio asiático, el casi monopolio del comercio del Báltico, la penetración en el mundo mediterráneo, el papel de centro principal de intercambios –tanto de productos ultramarinos como de productos europeos–, el dominio del transporte (la flota holandesa equivalía aproximadamente a la suma de las flotas de las otras potencias europeas) y el papel de gran centro financiero mundial, sobre todo después de la fundación del Wisselbank (Banco de Giro, 1609).
Pero hacia mediados de siglo XVII el comercio asiático basado en las especias sufría por la caída de los precios europeos, que lo hacían cada vez menos remunerativo, y tenía que continuar saldándose en plata en una proporción superior al 80%. Para luchar contra este empeoramiento del negocio asiático, Holanda (y también Gran Bretaña) actuaron en dos sentidos: por un lado, diversificando los productos llevados a Europa, añadiendo a las especias y productos de lujo anteriores mercancías más baratas pero bastante remunerativas, entre ellas té, cobre, tejidos de seda y, sobre todo, tejidos de algodón indios (indianas o callicoes , procedentes de Calcuta), y también café muy hacia finales de siglo. Por otro lado, para limitar las salidas de plata de Europa se dedicaron al comercio y el transporte entre territorios asiáticos, lo que les permitía obtener unas ganancias con las que pagar parte de las mercancías enviadas a Europa.
A partir de mediados del siglo XVII, Holanda dejó de ser rápidamente la economía predominante, sobre todo por las políticas mercantilistas hostiles de Gran Bretaña y de Francia. El principal instrumento fueron las Navigation Acts inglesas (la primera y más importante de 1651), que solo permitían introducir mercancías en Gran Bretaña en naves inglesas o del país de procedencia de los productos, eliminando así el papel de transportistas que desempeñaban los holandeses. Tampoco se permitía a los extranjeros comerciar directamente con las colonias inglesas ni transportar pesca salada (bacalao, congrio, arenques) en naves que no fueran inglesas. Como consecuencia del malestar creado por estas medidas discriminatorias, se produjeron tres guerras comerciales entre Gran Bretaña y Holanda. Por su parte, Francia elevó los impuestos a las naves holandesas para atracar en los puertos franceses, e incluso intentó invadir Holanda. Holanda pudo resistir estos ataques, pero su economía se resintió fuertemente. El predominio comercial sería en adelante de Gran Bretaña; Holanda quedaría incluso por detrás de Francia, pero Ámsterdam seguiría siendo la primera plaza financiera mundial.
Los ingleses empezaron su expansión ultramarina casi al mismo tiempo que los holandeses y a remolque de estos, tanto en Asia como en el Caribe o el Mediterráneo. Sin embargo, establecieron una serie de colonias de población en las costas de América del Norte (los futuros EE. UU.). Las condiciones de suelo y de clima de las colonias más septentrionales (Nueva Inglaterra) permitían una agricultura de tipo europeo, próspera gracias a la disponibilidad de tierra y la eliminación o el alejamiento de las tribus indígenas. Las colonias meridionales fueron explotadas mediante plantaciones esclavistas de tabaco y de azúcar, y posteriormente, pero con mucha más importancia, de algodón.
La superioridad comercial británica se debió en gran parte al uso decidido de la capacidad legislativa e incluso de la violencia para favorecer su economía, política de raíz mercantilista que mantendría muy claramente hasta la Primera Guerra Mundial. Otro factor importante en la época fue la alianza con Portugal, forjada a partir de la ayuda británica a la independencia portuguesa. El descubrimiento de oro en la colonia portuguesa de Brasil en 1693 generó una intensa demanda de manufacturas, que fue satisfecha sobre todo por Gran Bretaña. De este modo, Lisboa se convirtió prácticamente en el punto de intercambio del oro brasileño por productos ingleses, de tal manera que ese oro no benefició a las economías de la colonia ni de la metrópoli, sino a la del país productor de manufacturas.
Читать дальше