Una vez dirimida la cuestión de competencias, como se ha dicho, la causa se presenta como una serie de autos contra el mercader de libros, Manuel Antúnez, que había comprado y hecho traer libros impresos vulnerando la normativa vigente, bien porque careciesen de licencia del Consejo, bien porque se hubiesen impreso quebrantando el privilegio concedido a terceros. Gracias, de un lado, a las diligencias hechas con este motivo y, de otro, a la parte del proceso abierto en atención a la reclamación de Antúnez contra Fernández, es posible conocer el contenido del cargamento del medio centenar de arrobas de libros y papeles venidos de Sevilla a Madrid.
El impresor Mateo Fernández aportó al proceso un ilustrativo Memorial de los libros y papeles que compré del Corregidor desta villa [Luis Jerónimo de Contreras, Vizconde de Laguna de Contreras] y defetos que padecen en el que se recogían:
Primeramente, ¶ comedias sueltas sin licencia del Consejo ni título donde se imprimiesen.
¶ Cartillas falsas contra el privilegio que la iglesia de Valladolid tiene.
¶ Oratorios de fray Luis de granada contra privilegio que V.A. ha dado a la hermandad de los mercaderes de libros desta corte.
¶ Marco bruto y otros libros de Quevedo y otros asimismo sin licencia del Consejo de todos los quales no se han pagado los libros que de cada impresión se dan a V.A. ni se ha pedido tasa ni fee de erratas y otras falsedades que constan que me ofrezco a probar.
Mateo Fernández.
He aquí una magnífica presentación de los «defectos» del cargamento: obras sin licencia, contra privilegio, sin tasa ni fe de erratas y, además, impresiones que no habían satisfecho los ejemplares que se entregaban a los miembros del Consejo.
Las actuaciones de Ramírez de Prado van haciendo posible que se desvele que del traslado de las balas de Sevilla a Madrid se había ocupado el arriero Pedro Martín, cuyo testimonio documentaba que había cobrado 912 reales por traer de Sevilla a Carabanchel las cuarenta y ocho arrobas que pesaban. Que, en marzo de 1650, el mercader de libros Antonio de Ribero fue requerido para estimar el volumen de las mercancías rematadas a Mateo Fernández y que había declarado que «le parecía abría en dichos libros y coplas y comedias asta zinqüenta resmas poco más o menos», por las que Fernández habría pagado 3000 reales a la fiscalía de millones. Así como que, por último, la pena pecuniaria impuesta a Antúnez por Ramírez de Prado como condena por haber mercadeado con estampas y obras encuadernadas y en pliegos sin licencia o contra privilegio se elevó hasta los 20.000 maravedíes.
Hay que destacar que la condena de Antúnez no le supuso la pérdida del cargamento, porque el mercader logró convencer a Ramírez de Prado de que había adquirido en Sevilla las distintas suertes de libros, pliegos y estampas cuando ya estaban vendiéndose públicamente. Por tanto, no habían sido impresos a petición suya, lo que suponía que no se le aplicasen las penas a las que debían hacer frente quienes i imprimían vulnerando obras cuyo privilegio estuviese vigente. Siendo así, el juez privativo requirió a Mateo Fernández que devolviese la carga a Antúnez, cuando éste, en mayo de 1650, satisfizo la pena de condenación que le había sido impuesta. Por supuesto, además de resistirse a entregar los libros hasta que se le devolviesen los 3000 reales que había pagado al fiscal de millones, por lo que hubo de ingresar en la cárcel de corte, Mateo Fernández presentó un inventario del que habían desaparecido no pocas piezas a juicio de Manuel Antúnez.
Gracias a las sucesivas requisitorias y declaraciones que se fueron haciendo al hilo de todas estas vicisitudes procesales, es posible saber qué había sido comprado en Sevilla y, en ocasiones, a quién y en qué cantidad. Así, Manuel Antúnez identifica como proveedores a los sevillanos Pedro Gómez de Pastrana, Francisco de Lira o Nicolás Rodríguez de Ábrego, para los libros y pliegos, y a Francisco de Campolargo, corredor de lonja, para la adquisición de las estampas. 34 Resulta sorprendente, o acaso no tanto, que los impresores sevillanos con los que tuvo sus tratos Manuel Antúnez fueran Gómez, Lira y Rodríguez, cuyas prácticas ilícitas habían sido objeto del sonoro proceso en 1641 que fue estudiado por Calvo Poyato en 1987. 35
La memoria del mercader de libros Antúnez es o se finge frágil y, si bien recuerda algunos títulos y autores, no acierta con las cantidades, quizá porque mantuvo su particular duelo de inventarios con Mateo Fernández. De esta forma, su referencia a Gómez de Pastrana es, por desgracia, demasiado genérica. Una mayor concreción tiene la declaración de que «en casa de Lira [compró] 150 docenas de comedias». Por último, las noticias sobre sus tratos con la casa de Nicolás Rodríguez son más explícitas, pues allí recuerda, por ejemplo, haber adquirido entre otras obras «12 tesoros de pobres. 82 docenas de comedias. 12 don quixotes y seis obras de Góngora».
No todos los libros comprados por el mercader madrileño tuvieron que ser necesariamente ediciones contrahechas. Por ejemplo, declara que había comprado «seis obras de Góngora» en casa de Nicolás Rodríguez de Ábrego, que han de identificarse como Todas las obras en la edición de Gonzalo de Hocescon el pie de imprenta: «En Seuilla, por Nicolás Rodríguez, calle de Génoua, en este año de 1648, y a su costa». 36 Mayores posibilidades de haber sido contrahechos tienen los doce cuerpos del Libro de medicina llamado tesoro de pobres que también compró en casa de Nicolás Rodríguez, pero que el sevillano sólo imprimió con licencia en 1655. O los cuarenta ejemplares, veinte y veinte, de la Primera parte de la vida de Marco Bruto y de La caída para levantarse. El ciego para dar vista. El montante de la Iglesia, en la vida de san Pablo apóstol de Francisco de Quevedo, cuyo privilegio por diez años había vendido su autor a Pedro Coello en 1644. 37 De una forma u otra, de esta Sevilla, activo centro tipográfico, pero también auténtico emporio de la producción de falsos, sin licencia o contra privilegio, salieron hacia la corte ediciones de pliegos y de libros, a su vez, encuadernados o en pliegos.
Como juez superintendente de impresiones en el pleito de 1650 que venimos siguiendo, Lorenzo Ramírez de Prado actuaba sobre el comercio de impresos comprados en Sevilla para satisfacer la demanda del mercado lector en la corte. Hubo de ocuparse de «coplas diferentes sueltas» y otras menudencias o pliegos, por desgracia muy mal descritos. No obstante, entre ellos se puede asegurar que se encontraban la Historia del esforzado caballero Conde Dirlos y la Historia del emperador Carlo Magno , sin olvidar a la Doncella Teodor o a Roberto el diablo , así como «jácaras», «romanceros variados», «entremeses sueltos», medio centenar de fábulas de Esopo, doscientas docenas de comedias sueltas, veinticuatro docenas de oratorios de fray Luis de Granada y dos resmas de cartillas.
También se ocupó el consejero de Castilla de obras de Juan Pérez de Montalbán [ Sucesos y prodigios de amor en ocho novelas ejemplares ; Vida y purgatorio de San Patricio ], Miguel de Cervantes [ Novelas ejemplares ; Don Quijote , primera y segunda partes], Francisco de Quintana [ Experiencias de amor y fortuna ], Alonso de Castillo Solórzano [ Las harpías en Madrid ], Luis Vélez de Guevara [ El diablo cojuelo ], Gonzalo de Céspedes y Meneses [ Historias peregrinas y ejemplares ], Alonso Núñez de Castro [ Espejo cristalino ], Baltasar Porreño [ Dichos y hechos de Felipe ii ], Ginés Pérez de Hita [ Historia de los bandos de los zegríes y abencerrajes ], Jerónimo Cortés [ Lunario y pronóstico perpetuo ; Libro de fisonomía natural y varios secretos de naturaleza ], Juan de Palafox [ El pastor de Noche Buena ], José de Valdivielso [ Romancero espiritual ], Luis Remírez de Arellano [ Avisos para la muerte ], Roberto Bellarmino [ Declaración copiosa de la doctrina christiana de Roberto Bellarmino ], Francisco de Castro [ Reformación del christiano, assí del pecador como del virtuoso ], Comptentus mundi , Alonso Romano [ Recopilación de toda la teoría y prácticade cirugía ], Melchor de Santa Cruz [ Floresta española ], Juan de Escobar [ Romancero del Cid ], Jerónimo Rosales [ Catón cristiano ] o las Epistolae de san Jerónimo.
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