Pero nos llama la atención que la capacidad de entender las clases (con profesor presente online) sí empeoró con respecto a las clases presenciales. Aquí puede haber diferentes factores que estén interviniendo y que no fueron medidos. En primer lugar, se debe tener en cuenta que hay factores tanto psicológicos como psicopedagógicos en algunos estudiantes, como dislexia o síndromes atencionales. Estas causas se ven fuertemente afectadas por la virtualidad.
En segundo lugar, otras de las dificultades no evaluadas son las tecnológicas, como conexión a internet y/o audio, que sabemos son muy variables e inestables en nuestro país. También se debería tener en cuenta el tiempo de duración de la clase, que pueda afectar los tiempos atencionales. Otro elemento a considerar es la capacidad del profesor de adaptarse a las nuevas exigencias de las clases remotas. Es de conocimiento general que esta experiencia es un desafío complejo para todos, especialmente para los docentes que deben cambiar todas sus técnicas didácticas y preparar las clases con nuevos formatos.
Todas estas posibilidades y quizá otras no tenidas en cuenta pueden afectar la calidad del aprendizaje y la comprensión de las clases virtuales. Ahora bien, veamos qué se observó en los ítems medidos referentes a la sociabilidad.
Por lo que podemos observar, la imposibilidad de tener clases presenciales afectó claramente la sociabilidad de los alumnos. Son muy notorias las diferencias con las medidas de mejoró o igualó las relaciones interpersonales entre compañeros y profesores. También es notorio el resultado obtenido referente a vida universitaria . Si esta es entendida por todas las relaciones extraáulicas, posibilidades de cursos, extensión universitaria, vida social y demás, claramente es lo que esta situación de cuarentena obligatoria vio suspendida.
Por esto podemos afirmar que la capacidad de aprender, los tiempos dedicados al estudio y temas referentes a la capacidad de continuar con el estudio tuvieron un impacto relativo, quizá relacionado más con situaciones individuales que colectivas. Pero en relación con las relaciones interpersonales, definidas como sociabilidad, mostraron un impacto negativo muy amplio.
A modo de unas primeras conclusiones de esta encuesta, podríamos afirmar que la vida en familia sufrió un proceso de resocialización, exigiendo una cooperación entre todos los miembros demostrada en la distribución de tareas domésticas, organización del tiempo y el espacio de convivencia, pero también situaciones de cambios de humor, pérdida de privacidad, estrés por continuidad imprevisible de cuarentena.
Estos temas convivenciales, sin embargo, no afectaron de manera determinante las capacidades educativas, ya que se observó que el tiempo para dedicarse al estudio mejoró, así como la posibilidad de hacer trabajos y leer materiales de estudio es similar a la situación presencial. Sin embargo, la sociabilidad universitaria es claramente el punto neurálgico más negativo que demuestra claramente que esta etapa de formación educativa necesita ser evaluada no solo por los contenidos transmitidos y aprendidos, sino también por las relaciones sociales perdidas en tiempos de aislamiento obligatorio.
A pesar de que los jóvenes que participaron en las encuestas permanecen acompañados por sus familiares, las relaciones diversas con pares, profesores y todo lo que implica la vida universitaria es lo que demuestra la falencia o el cambio mayor que afectó a los estudiantes.
Reflexiones sobre la nueva realidad que deviene del ASPO
Para realizar estas reflexiones, partimos de la idea de que este tiempo de convivencia de toda la familia en el hogar produjo indudablemente una nueva socialización (resocialización).
Frente a la realidad objetiva de la presencia de una pandemia provocada por un virus causa de la covid-19, las medidas antes descriptas que tomó el gobierno argentino produjeron una realidad que objetivamente cambió todo tipo de normalidad. Ahora bien, no solo se modificaron las normas generales, sino que estas modificaron la realidad subjetiva de todos los habitantes de este país. Esto lo sostenemos por el hecho de que, como Peter Berger y Thomas Luckmann explican (2005), la realidad subjetiva se mantiene con rutinas internalizadas en la vida cotidiana. Estas rutinas constituyen la esencia de la institucionalización de las interacciones entre los actores sociales. Esto significa que lo que las personas hacen comúnmente en su vida habitual de manera rutinaria, por ejemplo estudiar, trabajar, horarios para comer o higienizase, etc., cobran sentido subjetivo en cada uno de los individuos de una sociedad.
La vida de las personas en su cotidianidad está afectada por lo que sucede en su mundo exterior. De ello surge que hay una relación dinámica y dialéctica, como resultado de un proceso social que va conformando una conciencia subjetiva individual, que no puede diferir demasiado de la realidad objetiva socialmente definida (Berger y Luckmann, 2005: 185). Esto significaría que hay una concordancia entre la realidad subjetiva y la objetiva que mantiene una normalidad social.
Para la gran mayoría de los estudiantes universitarios, la “normalidad” conformaba una rutina cotidiana entre la convivencia en el hogar con sus familiares y la vida como estudiantes universitarios en el ámbito de facultades con actores propios en cada uno de esos espacios. Es decir que existe una diferencia entre la subjetividad rutinizada e institucionalizada en el hogar y otra en el espacio universitario. En caso de que alguno de los estudiantes realizara otras actividades en otros campos, como por ejemplo el laboral, las acciones que esa esfera le demandara también conforman otro tipo de institucionalización con otro tipo de actores.
Pero la pandemia nos enfrentó a situaciones de crisis, donde las rutinas cambiaron. La sociedad misma establece procedimientos para situaciones de riesgo de ruptura de la realidad. El peligro es que la realidad subjetiva puede transformarse en diferentes grados. Si es que nunca es total, porque la identidad individual y social requiere de un ayer, el hoy tiene otro significado que requiere una resignificación. Por esto, afirmamos que de alguna manera se produjo en esta realidad actual un proceso de resocialización dentro del hogar (agentes socializadores primarios) y en las instituciones educativas, en este caso las universitarias (socialización secundaria).
Dentro del grupo familiar se produjo un cambio de expectativas vis à vis del individuo. Esto no significa que quienes desempeñan roles de padres-madres e hijos-hijas cambien nominalmente, pero sí en el espacio denominado “hogar”, donde de alguna manera cambió de significado. De ser el lugar en el que se realizaban las interacciones naturales de familia (desempeño de roles de esposos, padres, hijos y hermanos) pasó a ser, además de esto, el lugar de trabajo, estudio, actividades de esparcimiento, etc. Es decir que el espacio de convivencia se convirtió en multifuncional para todos los miembros de hogar. De esta manera, por ejemplo, el living se convirtió en oficina y lugar de esparcimiento, la cocina en lugar de encuentros familiares y estudio, el dormitorio en lugar de descanso, estudio, juegos y así en más cada lugar de la casa tomó otra función, otra identidad y, por supuesto, otra significación.
Mundos de interacción relacional de los actores sociales de la vida cotidiana precuarentena
Fuente: elaboración propia.
Mundo de interacción relacional de los actores sociales en tiempo de cuarentena
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