Este diálogo puede ser construido de diversas formas, centrándose, por ejemplo, en discursos dramatúrgicos y también dentro de las llamadas luchas discursivas (Alvesson y Deetz, 1999). Las expresiones de los demás pueden llegar a ser asimiladas en uno mismo y convertirse en un mismo sentido. Desde esta concepción, trabajos como los de Cunliffe (2002) se han centrado en el discurso de los administradores como práctica que actúa e interactúa con otros, es decir, la identidad en tanto que un proceso que es resultado de , y al mismo tiempo posibilidad para el diálogo como tal.
Lo dialógico es considerado como un concepto puente entre el individuo y la sociedad. Su potencial mediático radica en su doble carácter que refracta lo que puede ser visto como una dialéctica permanente entre la estructura personal y la social. Por esta razón, los estudios de la identidad prestan atención simultáneamente a ambas definiciones, a las autodefiniciones y a las definiciones de los demás (Ybema et al ., 2009), de esta manera puede ser sujeto y, al tiempo, ser vista como un proceso activo de trabajo discursivo en relación con otros hablantes. En esta interrelación discursiva “la organización no sólo construye al empleado, sino que el empleado construye la organización” (Gabriel, 1999, p. 190).
Utilizando esta concepción dialogal, Foreman y Whetten (2002) proponen entender la IO como la conjunción de la comparación entre la percepción de la identidad actual de una organización (creencias sobre el carácter existente), con sus expectativas en términos ideales (creencias sobre lo que es deseable, informado por los mismos miembros) y cómo la brecha o congruencia de la identidad resultante (la distancia cognitiva entre la identidad actual e ideal) afecta de manera significativa el nivel de involucramiento de los empleados.
Conversaciones en relación con otros términos
Identidad social
La identidad es entendida como un proceso donde es construida y reconstruida a través de una interacción dinámica en la que la persona es arrojada a una identidad de otros (Karreman y Alvesson, 2001) y busca proyectar una identidad al mundo exterior (Brown, 2001), o adquirir los comportamientos, símbolos y las historias de una identidad (Sims, 2003). Estas interacciones implican un diálogo entre la autoidentidad interior y la social-identidad exterior (Watson, 2009). La identidad social se compone de las proyecciones de los demás hacia uno mismo, las proyecciones del yo hacia los demás y las reacciones a las proyecciones recibidas (Beech, 2008); es un espacio o lugar en donde las personas recurren y se imponen por discursos externos. La autoidentidad es la visión interiorizada del self en donde las personas tratan de mantener una narrativa particular (Watson, 2009).
Para Ybema et al . (2009), la identidad social es una versión de la agencia-estructura dialéctica en acción, es decir, el proceso mediante el cual el agente individual constituye y es constituido por sus derechos sociales en torno a los discursos disponibles para ello y lo que los rodean. Para Gioia et al. (2010), en cambio, las organizaciones son colectivos sociales porque la sociedad las trata como si fuesen personas, asignándoles estatus legal como actores sociales colectivos.
Desde la perspectiva del actor social, la IO es esencialmente un conjunto de notificaciones institucionales que explícitamente articulan la organización y es, a su vez, lo que representa. Lo importante de este punto de vista es que la identidad no reside principalmente en la interpretación de sus miembros, sino en las reivindicaciones institucionales asociadas con la organización (Corley et al. , 2006; Whetten, 2006). Para Ravasi y Schultz (2006) esta concepción de IO tiende a enfatizar la función interpretativa ( sensegiving ) de la identidad, uniendo la construcción de identidad con la necesidad de proveer una guía coherente en cómo los miembros de una organización deben comportarse y como otras organizaciones deben relacionarse con ellos (Whetten, 2006).
Identidad e identificación
Para Kreiner, Hollensensbe y Sheep (2006a) el término identificación se ha entendido en la literatura organizacional a partir de dos significados: en relación a un estado y a un proceso . La identificación como un estado se refiere a la asociación del individuo con un grupo social (una organización, una profesión, etc.). El segundo (como proceso) es el paso de alinear la propia identidad con la de un grupo social. Los autores resaltan que la identidad puede cambiar en este proceso ya que es cíclica y no determina cuándo un individuo se llega a identificar con una entidad en particular.
La construcción de la IO es un proceso crítico del proceso de identificación organizacional en el sentido en que los individuos construyen esa identidad y evalúan la resonancia y concordancia entre la propia conceptualización y sus propias identidades. Junto con ello, y dentro de este proceso, obtienen la posibilidad de poder definirse a sí mismos dentro de la organización (Alvesson y Robertson, 2006; Dutton, Dukerich y Harquail, 1994; Holmer-Nadesan, 1996). Un empleado se identifica con una organización cuando experimenta una concordancia entre su construcción de IO y su propia autoconstrucción (Dutton et al. , 1994), estableciéndose diferentes tipos de identificación a partir de este proceso (Kreiner y Ashforth, 2004). La identificación con la organización aparece cuando las creencias de un individuo sobre lo que es la organización se autorreferencian o se autodefinen consigo mismo (Pratt, 1998).
Para Sluss y Ashforth (2007), la identidad relacional responde a la pregunta: ¿cuál es la naturaleza de nuestra relación?, y la identificación relacional: ¿cuánto tengo internalizada esa identidad como parte de mí mismo ? Usando estos términos, los autores ofrecen un modelo conceptual para integrar el proceso de construcción en el cual confluye lo personal, las relaciones inter-personales y los niveles colectivos basados en los roles.
Identidad personal
A nivel individual, Linstead y Thomas (2002) caracterizan el proceso de formación de la identidad como la gestión de la tensión entre las demandas presentadas frente a las preguntas que continuamente se plantean: ¿qué es lo que quiere la organización de mí? y ¿qué es lo que quiero ser a futuro? La primera pregunta tiene que ver con la propia identidad como actor social dentro del espacio organizacional, mientras que la segunda tiene que ver con la construcción social de una identidad personal. Sin embargo, ambas estan inextricablemente entrelazadas, a la vez que expresan las dos perspectivas dominantes en el estudio de la IO: la construcción social y los puntos de vistas de los actores sociales (Gioia et al ., 2010).
Las identidades personales son negociadas, creadas, amenazadas, reforzadas, reproducidas y revisadas, a través del proceso de construcción como tal, siendo encarnadas en dicha interacción (Alvesson, Ashcraft y Thomas, 2008). Y con respecto a la forma y al fondo, las identidades personales necesariamente recurren a discursos sociales disponibles o a narrativas sobre quién uno puede ser y cómo se debe actuar, por lo que algunos individuos pueden tener un apoyo institucional más fuerte y acceso a ciertos recursos materiales más que otros (Thomas y Davies, 2005).
De esta manera, la identidad individual se compone de los aspectos del self que surgen de las características personales, así como de las categorías sociales con las que el individuo afirma estar vinculado (Tajfel y Turner, 1986). Sin embargo, hay que precisar que los individuos no son meros receptores pasivos de identidades que provienen de entidades sociales. Estos son capaces de reconocer las implicaciones y exigencias de las organizaciones, grupos y otras entidades (Kreiner et al ., 2006b).
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