El entramado gubernamental-profesional caracterizado por la articulación de intereses y acciones estimula la creación de instituciones y organismos específicos reforzando una sincronización. Esta concordancia permite la construcción de una relación entre el Estado y la profesión médica que a su vez posibilita el fortalecimiento simultáneo de cada uno (González Leandri, 2000). De esta forma, el Estado encuentra en el colectivo médico a un grupo profesional capaz de articularse de manera muy sólida con las políticas públicas consideradas necesarias para orientar, paliar y controlar los problemas de los sectores populares.
En la ciudad, los médicos higienistas, casi perfilados como una burocracia especializada, dialogando y compitiendo con otros actores en el ámbito político y religioso o legal, van a jugar un rol decisivo en la modernización del espacio urbano y las redes de asistencia, reforma y control social (Armus, 2002). En su práctica utilizarán estrategias como la persuasión y la educación, apuntando a divulgar entre la población un código higiénico que a mediano plazo logra una tremenda aceptación e impacto en la vida cotidiana.
En este entramado, una de las visiones que adquiere densidad es la que comprende a lo social como algo natural regido por leyes develadas y ocultas. Esta construcción empieza a enmarcar aquello que se intenta conocer y que en esos años comienza a llamarse sociedad , a la vez que orienta no solo la explicación, sino también nuevas formas de intervenir y de hacer sobre ese nuevo universo. La medicina va delineando las problemáticas sociales en las cuales intervenir.
En el caso de la obstetricia, esta noción se relaciona con la reivindicación de las intervenciones preventivas que los médicos asumen para sí en torno a la preservación de la comunidad. Se reconocen y explicitan las dimensiones sociales de ciertas enfermedades y la necesidad de unir atención médica con asistencia social, a la vez que se define un programa de acción de diversas agencias estatales y de numerosas organizaciones privadas en torno a la protección de la infancia, donde la mujer ocupa el lugar de agente y destinataria (Barrancos, 2008). Aparece una actitud exigente y autoritaria mediante la cual el Estado norma la conducta de las madres y donde se destaca el carácter imperativo e insoslayable que se les adjudica a las responsabilidades maternas.
Los médicos van a exigir un encuadre jurídico y político en torno a la maternidad más adecuado a sus propósitos, que son presentados como los fines de la sociedad y la nación. Al afirmar su autoridad en todos los aspectos del cuidado infantil, desde el inicio de su concepción, se lleva adelante un proceso de intervención profesional en la familia (Del Río Fortuna, 2007). En este marco, la regulación de la sexualidad y reproducción femeninas hicieron de los cuerpos de las mujeres unos objetos clave para la intervención sobre la cotidianeidad de la población.
En este sentido, autores como Jacques Donzelot (1990) han hecho referencia a estos procesos en términos de intromisión . El autor interpreta la intromisión pública en la familia como una política deliberada que permite a través de la observación, especialmente de las conductas familiares de la clase obrera, la implementación de estrategias de reorganización de la vida familiar a partir de los imperativos socioeconómicos (Dallorso, 2009). Donzelot le otorga a la medicina higienista un rol destacado, que opera no tanto mediante la moralización, sino a través de la normalización. Para el autor, la familia se encuentra en una aparente controversia, ya que, por un lado, las normas higienistas brindan a la vez mayor autonomía a la mujer-madre con respecto al poder patriarcal pero, por otro, aparece “cercada” por un conjunto de profesionales, concluyendo en un resultado paradójico de que el patriarcalismo familiar solo será destruido al precio de un patriarcado de Estado (Donzelot, 1990).
En estas transformaciones de las relaciones familiares, la posición de la madre se modifica. A partir del impulso que los médicos higienistas desarrollan para el cumplimiento de sus pautas, ellos le proporcionan a la madre un estatuto social como su aliada, asistente y ejecutora práctica, modificando su autoridad civil. Asimismo, la promoción de la mujer como madre, como educadora, como auxiliar del médico, servirá de punto de apoyo a las principales corrientes feministas del siglo XIX.
Numerosos trabajos –Armus (2001), Belmartino (2005), Checa (2009) y Di Liscia (2005)– señalan que los médicos de la época conforman un grupo fuertemente influido por las ideas del higienismo y la eugenesia con diferentes énfasis, matices y combinaciones. En lo que hace al higienismo, esta perspectiva se constituye en la Argentina durante el último tercio del siglo XIX como un movimiento que, si bien es liderado por profesionales de la medicina, incorpora a intelectuales y políticos. Sus promotores conforman un grupo heterogéneo, con contradicciones internas respecto de concepciones ideológicas y políticas, ya que confluyen en él liberales (tanto los ligados a la filantropía librepensadora como los ortodoxos), socialistas, e incluso ciertas propuestas apoyadas en el catolicismo social. Los une la convicción de la necesidad de la racionalización de las prácticas destinadas a dar respuesta a la cuestión social y la inscripción al positivismo.
Luego de las epidemias de cólera (1867-1868) y de fiebre amarilla (1871) en la ciudad de Buenos Aires, junto con la aparición de brotes infecciosos (escarlatina, disentería, cólera, fiebre amarilla, fiebre tifoidea, peste bubónica, viruela, sarampión, difteria, tuberculosis, sífilis) y de los llamados males sociales urbanos vinculados, la cultura de la higiene aparece con fuerza de la mano de los grupos médicos de la ciudad. En líneas generales, los preceptos del higienismo establecen conjuntos de reglas de comportamiento con fuerte impronta ético-moral (Nari, 2004). A partir de sus pautas, cuestiones consideradas del ámbito privado –como la limpieza, la sexualidad, el modelo de familia, la distribución espacial en el hogar, la maternidad, la alimentación, el ocio, entre otros– se conforman en un terreno de dominio público .
Los médicos higienistas consideran que la salud es una resultante de las condiciones del medio físico y social en que desarrollan su vida las personas. Es una noción que desborda lo biológico y se extiende hacia zonas de lo moral; de modo que las prácticas de las personas también pueden ser higienizadas . La hipótesis higienista de que son las condiciones del medio físico y social las causantes de la enfermedad y de que ellas ponen en peligro la sociedad toda lleva a los protagonistas del movimiento a centrar sus análisis y propuestas en dos lugares: la vivienda y el taller.
De esta forma, junto con la noción de higiene, se va a impulsar y/o reconfigurar el desarrollo y la institucionalización de profesiones como la de asistentes sociales, puericultoras y las propias parteras. La educación, la salud y las instituciones de asistencia social van a ser los pilares de una institucionalidad que se considera apta para dar respuestas acordes con la idea de nación e integración que impulsaban los grupos dirigentes. Desde esa racionalidad de base científica , la administración centralizada y la racionalización de los recursos constituirán los ejes para la institucionalidad de este momento.
Específicamente en relación con la maternidad, los higienistas despliegan acciones que incluyen el control sanitario de las mujeres en edad reproductiva cuyo fin es garantizar, a través de ellas, la salud del niño en su dimensión física, psíquica y moral (Checa, 2009). Estas acciones sanitarias tienden a la prevención de las enfermedades de transmisión social de la primera infancia, incidiendo sobre la lactancia y las enfermedades venéreas mediante el control del embarazo, la legislación de nodrizas, los controles sistemáticos y la divulgación de normas de educación. La madre y la familia se convierten en los agentes tempranos de contención del niño para luego dejar el lugar a la escuela, que toma la vigilancia de la salud, incorporando la revisación médica y el suministro de vacunas, previniendo enfermedades infectocontagiosas, en particular la tuberculosis.
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