En el 2015 publiqué El cine peruano en tiempos digitales (Bedoya, 2015) 3. Este libro, de alguna manera, sigue las pautas de aquel, en la medida en que observa un conjunto de películas que encarnan los cambios estilísticos que se han producido en el período. Mejor, pretende ofrecer una mirada más abarcadora, tratando de describir lo que ha ocurrido en el cine de la región. Pero, a diferencia del libro sobre el cine peruano, aquí no se distingue a las películas por sus formas de producción, ni se detallan los entornos institucionales y legales existentes en cada uno de los países productores. En ese campo, las diferencias son enormes. Políticas estatales de estímulo a la producción han permitido que las cinematografías de Colombia y Chile, por ejemplo, hayan adquirido una visibilidad notable. No ocurre lo mismo con otros países. Dada esa diversidad, el acercamiento a las películas mencionadas en este trabajo está centrado en el examen de las singularidades de sus estilos y escrituras, sin diferenciarlas por su envergadura de producción, formato, soporte, duración, o por la amplitud de su distribución y difusión 4.
El panorama descrito es, por cierto, muy cambiante. Lo que era novedoso e influyente en los años 2001 al 2005, ya no lo es tanto hoy. Tal vez la ruta seguida por el cine argentino es la más clara al respecto. Luego del efecto de revelación que tuvo el llamado Nuevo Cine Argentino, con su minimalismo programático y su austeridad convertida en exigencia de estilo, se pasa a otro modelo. Algunos de sus realizadores más emblemáticos –Israel Adrián Caetano, Pablo Trapero, entre otros–, acaso sin perder sus visiones personales y su capacidad narrativa o expositiva, se acogen a formas distintas, dentro de un esquema de relato industrial (Bernini, 2018, pp. 9-21).
A pesar de todos los cambios estilísticos, algo se mantiene invariable: el cine de la región es invisible en su propio territorio. Las películas, con escasas excepciones, no circulan entre los países latinoamericanos, salvo que lleven el sello de una distribuidora estadounidense. Los festivales locales son los espacios, fugaces y elitistas, que permiten conocer algunos títulos, sobre todo los que han sido arropados por algunos fondos internacionales de producción, como Ibermedia, o por los festivales internacionales europeos, en especial por los más prestigiosos.
La selección de las películas tratadas en este trabajo ha tenido en consideración dos factores: el haber sido exhibidas a partir del año 2000, y el dar cuenta de los asuntos tratados en cada uno de los capítulos. En algunos casos, los textos refieren el conjunto de películas realizadas por un director en el período. En otros casos, se elige solo un título de su filmografía. Sin duda, en esa selección de nombres y títulos obra un factor subjetivo de preferencias y afinidades; pero este trabajo no es de crítica cinematográfica, aunque sea inevitable que un acento de aprobación o de distancia se esboce en el tratamiento de las películas. Las omisiones y exclusiones son de mi cargo. Dejo para un próximo trabajo el estudio de algunas modalidades importantes del cine de la región que no se tratan aquí de modo directo: los cines regionales –alejados de los centros de producción capitalinos tradicionales– surgidos en diferentes países, los cines indígenas, algunas vertientes del documental, y las modalidades vinculadas con el videoarte o con las instalaciones artísticas, con el videojuego y con la historieta.
Agradezco la colaboración de Norma Rivera, la Filmoteca de la Pontificia Universidad Católica del Perú, José Luis Riddout, Emilio Bustamante, Isaac León Frías, Nicolás Carrasco, Rodrigo Bedoya Forno, José Carlos Cabrejo, Ana Carolina Quiñonez Salpietro, Natalia Ames, Jorge García, Samantha Chau Adrianzén, Enrique Silva Orrego, Fiorella Moretti, Giovanna Pollarolo, Mónica Villarroel, Alex Doll, Helen Sánchez Pajuelo, Cynthia Vich, Sarah Barrow, Ricardo Bedoya Forno, Xennia Forno Castro Pozo. Extiendo el reconocimiento a Christine Delfour y Emmanuel Vincenot, profesores de la Université Paris-Est Marne-la-Vallée, que me invitaron a pasar, en 2016, cuarenta días conversando en el campus, dictando charlas y tratando algunos de los asuntos que son materia de este libro. También, a los organizadores de festivales y eventos cinematográficos locales que permiten mantener el vínculo del cinéfilo peruano con el cine de interés que se hace en el mundo: Festival de Cine de Lima PUCP, Festival internacional de cine Lima Independiente (cuya última edición fue en 2018), Transcinema Festival Internacional de Cine, Festival Iberoamericano de Cine Digital, Festival de cine Al Este, Semana del Cine de la Universidad de Lima, entre otros.
Un recuerdo para Federico de Cárdenas (1943-2018).
Capítulo 1
Discursos del “yo”: intimidades en la no ficción
Descubrir subjetividades, activar las memorias, confrontar las experiencias de la “posmemoria” (Hirsch, 2002, p. 22), documentar el largo trabajo del duelo, interrogar a las familias y exponer intimidades. Esas son algunas de las vías elegidas por una franja importante del cine latinoamericano desde inicios del siglo xxi. Los llamados “cineastas del yo”, autores de “documentales en primera persona”, o “cineastas de la subjetividad”, se abocan a filtrar la “realidad” en el tamiz de su mirada interior, elaborando narraciones de acento confesional, sea en clave de memorias, de autorretratos, de viajes interiores, de crónicas familiares o de pesquisas inacabadas que siguen las huellas de un pariente muerto o con paradero desconocido. Empleando los recursos de la cámara viajera, de la voz over , de la entonación íntima o lírica, del recurso epistolar, entre otros, organizan narraciones subjetivas a la manera de un juego de Lego, construyéndolas de a pocos, desmontándolas o dejándolas inconclusas.
En todos los casos, con independencia de los modos de la apelación documental, o de las formas de exposición de la identidad, siempre a caballo de la propuesta ficcional y el apunte ensayístico, esta modalidad de la no ficción encuentra precedentes en las obras de Jonas Mekas, Jean-Luc Godard, Marcel Hanoun, Naomi Kawase, Agnès Varda, David Perlov, Chantal Akerman, Alain Cavalier, Johan van der Keuken, Sophie Calle, Emmanuel Carrère, Vincent Dieutre, Ross McElwee, Chris Marker, Mariana Otero, entre otros 1.
Si bien esos antecedentes se remontan a décadas previas, la presencia de las narrativas cinematográficas de la subjetividad se refuerza desde finales de los años noventa. No sorprende que esa irrupción coincida con la vigencia del régimen de una posmodernidad que cuestiona los grandes relatos del proyecto moderno, tal como lo postuló Jean François Lyotard (2006).
La emergencia de este verdadero boom de un “cine en primera persona” se explica en parte por la preeminencia que se ha dotado (desde la historia, la sociología, las ciencias humanas en general y por supuesto también desde las artes, sobre todo las literarias y cinematográficas) a las expresiones subjetivas que reivindican la memoria. (Lagos Labbé, 2012, pp. 12-22)
Otro entorno que permite explicar el auge de estas indagaciones por la intimidad de los cineastas es el creado por la hibridación del cine con otras prácticas artísticas desde la aparición del vídeo como instrumento de registro de imágenes y sonidos. Ello se potencia con la irrupción de las técnicas digitales y su veloz difusión a bajos costos. Raymond Bellour (1989) señala los trabajos en vídeo de Jean-Luc Godard ( Scénario du film “Passion” , 1982) y de Bill Viola ( The Space Between The Teeth , 1976), entre otros, como antecedentes del autorretrato audiovisual (p. 9) 2.
Hay que tener en cuenta también los giros u orientaciones que Josep M. Català ha observado en el documental contemporáneo, apuntando sus “giros”, tanto el subjetivo como el reflexivo, entre otros. En entrevista con Christian León, Català (2015) explica su punto de vista:
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