Hay una disminución de la fuerza tensil y de la resistencia a la fatiga, debido a la pérdida de alineación del cartílago y, a diferencia de lo que sucede en los jóvenes, al comprimirse el cartílago, disminuye considerablemente su grosor. Por lo general, el cartílago viejo responde excesivamente a la deformidad impuesta por la ejecución de las actividades de la vida diaria. En cuanto al envejecimiento del fibrocartílago, es en las articulaciones intervertebrales donde se producen los mayores cambios, disminuye la cantidad de agua y existe un “deshilachamiento” de la parte interna del disco intervertebral, con fibrosis del núcleo pulposo, el cual se hiperpigmenta, se deseca y se hace más friable perdiendo su turgencia, además son frecuentes los desgarros en la parte posterior del anillo, especialmente, en L4L5. Estos cambios predisponen al prolapso de los discos intervertebrales y puede llevar a irritación y compresión de los nervios espinales.
Los factores involucrados en los cambios observados en el músculo esquelético son múltiples y están estrechamente relacionados con el envejecimiento de los otros sistemas, especialmente con el del nervioso, el endocrino y el cardiovascular; también con el estado nutricional, la realización de ejercicio y la disminución del tiempo de reacción La característica más importante es la disminución de la masa muscular (sarcopenia primaria), no se sabe si esta se debe a la pérdida del número y tamaño de las fibras o a un aumento del colágeno. Esta disminución no es homogénea para todos los músculos, por ejemplo, el diafragma no sufre ningún cambio en sus fibras, mientras que los interóseos de las manos se ven considerablemente afectados. Por encima de los 50 años se pierde entre 1 y 2% de masa muscular por año, esta pérdida llega hasta cerca de 30% a los 80 años y es más pronunciada en las mujeres (ver capítulo 51).
La fuerza disminuye un 1% por año después de los 30, tanto la isométrica como la isotónica; después de alcanzar un pico máximo entre los 20 y 30 años ocurre una disminución continua que se acelera al envejecer, no obstante, mantener un programa regular de ejercicio retarda el proceso. Se cree que el deterioro en la ejecución muscular es causado por los cambios en los hábitos dietéticos y por la adopción de un estilo de vida más sedentario que llevan a una disminución de masa muscular por inactividad. Esta disminución de la fuerza se acelera después de los 70 años cuando empieza una rápida atrofia muscular y se postula que este hecho puede deberse a defectos en los mecanismos de excitación y contracción, disminución de las neuronas motoras o a la reducción en el tamaño de la fibras contráctiles; la disminución de la fuerza se asocia con la reducción en varias actividades de la vida diaria, sin embargo, la magnitud de esta disminución depende de muchos factores, especialmente, de las características del individuo relacionadas con el estilo de vida.
El menor número de unidades motrices en los músculos determina también la lentificación de la velocidad de la marcha y la limitada habilidad individual del anciano para responder a los cambios de postura y las condiciones del ambiente. La fuerza es muy importante, sobre todo, en los músculos proximales, ya que, por ejemplo, la disminución de la fuerza del cuádriceps puede ocasionar alteraciones en las AVD físicas (deambulación y traslados) y las alteraciones en la fuerza del hombro o brazo pueden interferir con las AVD instrumentales (usar trasporte público). También es frecuente encontrar reducción de la velocidad en la ejecución de las tareas habituales y cansancio, causados por debilidad muscular. Sin embargo, las actividades de la vida diaria no requieren grandes cantidades de fuerza, por tanto, su disminución no explica por sí sola, la pérdida de movilidad y se ha encontrado que los ancianos que realizan actividad física o ejercicio tienen mayor fuerza que los sedentarios.
Otro aspecto morfológico del envejecimiento es la infiltración lipídica del músculo, tanto por el aumento de los adipocitos, como por la infiltración de fibras musculares que colabora en los hallazgos funcionales de disminución de fuerza, lo que se considera factor fundamental en el desarrollo de obesidad sarcopénica (ver capítulo 51).
El envejecimiento cutáneo se da en dos niveles: intrínseco, degeneración genéticamente determinada y envejecimiento extrínseco, debido a la exposición al medio ambiente, también conocida como foto-envejecimiento.
Hoy se considera que la exposición repetida a insultos medioambientales, particularmente a los rayos ultravioleta del sol (o de cámaras de bronceado) y al humo del cigarrillo son la principal causa de fotoenvejecimiento, también llamado dermatoheliosis. Habitualmente, los cambios intrínsecos al envejecer predisponen a mayor daño de los insultos medioambientales, lo que hace que los ancianos tengan más enfermedades dermatológicas, puesto que la piel con fotoenvejecimiento está crónicamente inflamada.
Los cambios más notables a nivel de la epidermis son el resecamiento y la aspereza, debidos a la pérdida de la humedad, y la turgencia de la piel, con un leve adelgazamiento de la epidermis. El número de melanocitos disminuye con la edad de 8 a 20% por década después de los 30 años, más relevante en áreas expuestas al sol, lo que lleva a una pigmentación irregular especialmente en el dorso de las manos. La respuesta inflamatoria de la piel está retardada por la disminución del número de mastocitos y la mayor resistencia a la degranulación, por lo cual la aparición de eritema y edema y formación de vesículas, después de la exposición a algún agente es más tardía, pero también más severa.
Igualmente, en la dermis existe atrofia por la disminución del número de fibroblastos, mastocitos y red capilar papilar, con disminución de fibras elásticas y producción de colágeno (cerca de 1% por año). Existe regresión y desorganización de los capilares y de los pequeños vasos, que origina palidez y adelgazamiento de la piel, además, las reducciones en el flujo sanguíneo afectan la temperatura de la superficie. El compromiso de la termorregulación en los ancianos, que los predispone a la hipotermia se debe en parte a la reducción de la vasodilatación o de la vasoconstricción de las arteriolas dérmicas, así como a la disminución de la producción de sudor y a la redistribución de la grasa subcutánea.
La reducción de las interdigitaciones entre la dermis y la epidermis hace que las lesiones por trauma mecánico, como las producidas por esparadrapo y tracción brusca, sean más serias y difíciles de curar, puesto que la regeneración del epitelio toma cerca del doble de tiempo (10 o más días) para una persona de 75 años, comparada con una de 25.
Capítulo 11
Envejecimiento cognoscitivo
1. Generalidades
Tal como sucede con el envejecimiento biológico, el envejecimiento cognoscitivo es un proceso particular de cada persona. Diferentes aspectos de la conducta cambian en diversos sentidos y cada persona difiere notablemente de otra, por consiguiente, los patrones de envejecimiento cognoscitivo siguen formas específicas diversas.
Debido a esto, es difícil tratar de generalizar patrones de los cambios que se presentan en la estructura mental al envejecer, lo que sumado a las dificultades que implica su estudio, a causa de los múltiples sesgos que alteran los resultados, hace que se deba hablar más de tendencias que de características definidas.
Cada individuo envejece de acuerdo con cómo ha vivido y conserva en la vejez lo esencial de las características psicológicas de la vida adulta. El retiro laboral, como una fase más dentro del curso de vida, implica para cualquier persona hacer un alto en el camino para analizar y replantear la nueva vida a la que se ve enfrentada, esto hace que determine estrategias para continuar funcionando como desea, pero se encuentra frente a un medio que cambia rápidamente. En este momento sucede el choque generacional, medioambiental y social que genera gran ansiedad y rechazo de ambas partes. Sin embargo, el envejecimiento puede ser aprendizaje y debe ser siempre una experiencia positiva y orientada hacia el futuro, aunque no siempre sucede así. Por ello los problemas de salud mental en los ancianos dependen, en parte, de las características individuales, incluyendo la personalidad, los niveles de función cognoscitiva, de soporte social y de salud física.
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