BUENAVISTA
CAPITAL DEL SEXO
JOSÉ GABRIEL CEBALLOS
Cuento
BUENAVISTA
CAPITAL DEL SEXO
JOSÉ GABRIEL CEBALLOS
PALABRAVA editorial |
COLECCIÓN ROSA de los VIENTOS |
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Portada
Portadilla BUENAVISTA CAPITAL DEL SEXO JOSÉ GABRIEL CEBALLOS PALABRAVA editorial COLECCIÓN ROSA de los VIENTOS
Legales Ceballos, José GabrielBuenavista capital del sexo / José Gabriel Ceballos. - 1a ed. - Santa Fe : Palabrava, 2021.Libro digital, EPUB - (Rosa de los vientos ; 13)Archivo Digital: descarga y onlineISBN 978-987-4156-34-11. Narrativa Argentina. 2. Cuentos. I. Título.CDD A863 Buenavista capital del sexo José Gabriel Ceballos Editorial Palabrava Diagonal Maturo 786 Santa Fe editorialpalabrava@yahoo.com.ar www.editorialpalabrava.com Colección Rosa de los vientos Directora de colección: Patricia Severín Coeditora: Viviana Rosenzwit Diagramación: Álvaro Dorigo y Noelia Melit Diseño de Colección y Tapa: Álvaro Dorigo Santa Fe – www.sugoilab.com Primera edición en formato digital: julio de 2021 Versión: 1.0 Digitalización: Proyecto 451 Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723 ISBN 978-987-4156-34-1
Los inmunes
Schubert
Un detective eficiente
Inusitada mixtura
Buenavista capital del sexo
La telefonista y mi obra
La leyenda de la Princesita Santa
La forastera del Agrio Fonseca
La guerra de los santos
La expiación
Un canotier en la pampa gaucha
Caruso y mi abuelo. Y mi abuela
Gorgonio Balestra, poeta oficial
Cita en el Hotel París
La organizadora
Ceballos, José GabrielBuenavista capital del sexo / José Gabriel Ceballos. - 1a ed. - Santa Fe : Palabrava, 2021.Libro digital, EPUB - (Rosa de los vientos ; 13)Archivo Digital: descarga y onlineISBN 978-987-4156-34-11. Narrativa Argentina. 2. Cuentos. I. Título.CDD A863 |
Buenavista capital del sexo
José Gabriel Ceballos
Editorial Palabrava
Diagonal Maturo 786
Santa Fe
editorialpalabrava@yahoo.com.ar
www.editorialpalabrava.com
Colección Rosa de los vientos
Directora de colección: Patricia Severín
Coeditora: Viviana Rosenzwit
Diagramación: Álvaro Dorigo y Noelia Melit
Diseño de Colección y Tapa: Álvaro Dorigo
Santa Fe – www.sugoilab.com
Primera edición en formato digital: julio de 2021
Versión: 1.0
Digitalización: Proyecto 451
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723
ISBN 978-987-4156-34-1
Desde que disponen de la Difusora Prioral, y aunque ya casi no aparecen, juegan con nuestras mentes como un gato con un ratón acorralado. Cuando oímos los altavoces en medio de la noche la sangre se nos paraliza. Apenas conseguimos dormir. Pese a los ansiolíticos y los somníferos, las vigilias nos devoran la razón, reduciéndonos a unos espectros que por fin nos hundiremos por completo en la muerte o la locura, o en ambas a la vez. Ah, los insomnios… Escrutar el silencio que nos aplasta, a la espera de que resuene el Hola, hola, probando, probando, y luego la maldita presentación: De nuevo en el aire, Difusora Prioral, publicitaria, informativa y cultural…
Anoche habló Adalberto Recabarren, a quien dábamos por difunto. Estaba en las últimas cuando los enfermeros lo retiraron de su casa. Al día siguiente vimos pasar al padre Basilio y nadie dudó de que iba a darle la extremaunción a Recabarren, pues el cura no sale sino para suministrar ese sacramento. Como cada vez que pasa, su figura, impresionante por la combinación de la sotana negra y la máscara antigás que le mandó el obispo, hizo que nuestros corazones temblaran. Pocos no habrán rezado una oración por Recabarren, hombre correcto, intachable, buen padre de familia y honrado comerciante, que comulgaba todos los domingos y crió a sus hijos en el estudio y el respeto, ¿cómo no apiadarse? Sin embargo, anoche los altoparlantes propagaron su voz y nuestra compasión se tornó en el más violento odio.
Habló con una elocuencia que no le conocíamos. No dijo nada que ya no hubiésemos oído. Que somos unas cucarachas, que este encierro es propio de miserables cobardes, etcétera. ¡Pero de qué manera lo dijo! Que nos miremos en los espejos. Y que nos miremos también los unos a los otros, y contemplemos la porquería en que nos ha convertido el terror al virus. Y que pensemos que ésta es la imagen de nosotros que se llevarán al futuro nuestros hijos y nuestros nietos que nos sobrevivan. Cuánta severidad y cuánta convicción… Después, nos enteramos de que muchos estallaban en llanto mientras lo escuchaban. Nada que ver lo de Adalberto Recabarren con las burlas con que nos bombardean los otros inmunes.
Tampoco tiró mierda contra nadie, algo frecuente en los discursos de los demás. La señora Rosalía Saucedo, por ejemplo, reputada por amantísima esposa, relata depravaciones sexuales increíbles a las que su marido la habría sometido durante sus quince años de matrimonio. Él se suicidó tres semanas atrás. Pepete Elizondo proclama que detesta a su padre por despótico y avaro, y que decidió renunciar a su herencia. Increpa al padre con frases durísimas, obscenas algunas. El coronel Duarte se las agarra con el Ejército Argentino. Sin duda, si alguna vez el mundo se normaliza, le quitarán el grado y la mensualidad del retiro. Manga de inútiles, grita el coronel. Que sólo sirven para desfilar, que por cagones se rindieron en Malvinas, grita.
Pero vayamos al principio. Los inmunes surgieron al mes y pico de haber comenzado la cuarentena. Los pioneros fueron el sepulturero más viejo, los dos mendigos del pueblo, una enfermera, algunas chicas del prostíbulo, una lavandera y el recolector de la basura. Por hallarse muy expuestos al virus, se contagiaron, superaron la enfermedad y se inmunizaron mientras la pandemia aún invadía Buenavista. Y no tardaron en formar esa tribu maligna, engendro de Satanás.
El primer indicio de su insolencia lo tuvimos ya la primera noche en que se manifestaron. Hay que aclarar que se manifiestan siempre por las noches. Durante el día, cuando nos ponemos los barbijos y salimos por nuestros menesteres perentorios, a comprar alimentos o algún remedio o a pagar una cuenta que no admite prórroga, ellos permanecen quién sabe dónde, porque en sus domicilios no están. Las veces que fuimos a buscarlos no los encontramos. Pero las noches les pertenecen. En la oscuridad reinan.
Aquella primera noche el impacto fue terrible. Había luna llena. Escuchamos un tambor y nos asomamos estupefactos por las ventanas. El basurero aporreaba el tambor. Los demás iban detrás, lentos, prosopopéyicos. Algunas de las mujeres desarrollaban una extraña coreografía, una especie de danza de sonámbulas. Vestían ropas que les habían sacado a los cadáveres de las víctimas del virus.
Las consecuencias, desde luego, resultaron muy penosas. La señora Eusebia Leguiza sufrió un soponcio al reconocer el traje con el cual se había vestido al cadáver de su esposo. Lo reconoció por la condecoración que el gobierno provincial había otorgado al terrateniente por sus contribuciones al progreso de la ganadería en la región, todavía prendida junto a la solapa izquierda. La madre del flaco Berlingeri, el jefe de los Boy Scouts , enloqueció al reconocer el uniforme respectivo. Hubo ataques de llanto y de furia que se prolongaron hasta el amanecer.
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