John Norman - Los nómadas de Gor

Здесь есть возможность читать онлайн «John Norman - Los nómadas de Gor» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los nómadas de Gor: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los nómadas de Gor»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El terráqueo Tarl Cabot, ahora guerrero de la Contratierra, se aleja de los Montes Sardos llevando la misión de recuperar un misterioso objeto, fundamental para los destinos de los reyes sacerdotes. Los nómadas de Gor, los salvajes y peligrosos pueblos de las Carretas, conservan ese objeto.
Tarl Cabot, solo, intentará rescatarlo.

Los nómadas de Gor — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los nómadas de Gor», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Cuando descendí con mi tarn entre los sorprendidos kataii, aquellos guerreros de piel oscura estuvieron a punto de liquidarme a flechazos. Pero mi chaqueta negra con el emblema de los cuatro cuernos de bosko hizo que me reconocieran como el correo tuchuk que era, y en cuanto aterricé guiaron mis pasos hacia la tarima del Ubar de los kataii. Me permitieron hablar directamente con Hakimba tras dejar bien claro a mi escolta que conocía la identidad de su verdadero Ubar, y que me era imprescindible hablar con él.

Tal como esperaba, los ojos marrones de Hakimba y la expresión de su cara repleta de cicatrices demostraron muy poco interés durante mi explicación de los apuros por los que pasaba el pueblo tuchuk.

Por lo visto, para él no tenía demasiada importancia que los paravaci atacaran el ganado y los carros de los tuchuks mientras la mayoría de sus guerreros estaban comprometidos en la invasión de Turia. Lo que no le parecía bien era que el ataque hubiese tenido lugar durante la celebración del Año del Presagio, pues ése era un período de tregua general entre los Pueblos del Carro. También me pareció que tocaba su fibra sensible cuando le hablé de la presunta complicidad de los paravaci con los turianos, dado el momento del ataque y la manera de llevarlo a cabo. Así, no sólo había tenido lugar durante el Año del Presagio, sino que además daba la impresión de que los paravaci intentaban alejar a los tuchuks de Turia. Pero finalmente, aunque Hakimba no aprobaba la acción de los paravaci y contemplaba con indignación la posibilidad de que hubiesen ayudado a los turianos, no veía en todo ello motivos suficientes para hacer intervenir a sus propios hombres en una lucha que no parecía concernirle directamente.

—Nosotros tenemos nuestros propios carros —dijo Hakimba—. Nuestros carros no son los carros de los tuchuks, ni de los kassars, ni de los paravaci. Si los paravaci atacan nuestros carros, lucharemos, pero no lo haremos hasta entonces.

Hakimba se mantuvo en esta opinión, y cuando volví a subir a la silla de mi tarn, mi corazón estaba lleno de un gran pesar.

—También he oído —añadí—, que los paravaci están matando a los boskos.

—¿Que matan a los boskos? —preguntó con escepticismo.

—Sí. Y luego arrancan las anillas de los morros para venderlos en Turia después de la retirada de los tuchuks.

—Eso está muy mal hecho. No hay que matar a los boskos.

—¿No ayudarás?

—Nosotros tenemos nuestros propios carros —volvió a decir Hakimba—, y lo que haremos será cuidar de ellos.

—¿Que harás si al año siguiente los paravaci y los turianos se vuelven contra los kataii y matan a vuestros boskos?

—Los paravaci —respondió lentamente Hakimba— desearían ser el único pueblo. Sí, les gustaría poseer todos los pastos de la llanura, y todos los boskos.

—Entonces, ¿lucharás?

—Si los paravaci nos atacan, lucharemos —dijo Hakimba para luego levantar la vista hacia donde me encontraba y añadir—: Tenemos nuestros propios carros, y debemos velar por ellos.

Tiré de la correa principal e hice que el tarn se elevara en el aire para encaminarme por los cielos que cubrían la llanura hacia mi millar, el millar con el que debía luchar.

En un punto de mi vuelo avisté el Valle del Presagio, en donde los arúspices seguían haciendo conjeturas sobre sus altares humeantes. No pude evitar reírme amargamente.

Al cabo de unos cuantos ehns llegué a mi millar y confié el tarn a cinco hombres, que cuidarían de él hasta que llegase el carro descubierto, que venía más atrás, siguiendo las huellas de los jinetes.

No había pasado más de un ahn cuando llegó Harold. Con cara de pocos amigos hizo aterrizar a su tarn entre las dos columnas, la de su millar y la mía. No le llevó más que unos segundos entregar el tarn a unos cinco hombres y saltar a lomos de una kaiila. Con gran satisfacción, había comprobado que Harold dominaba bastante bien su tarn. Por lo visto no desperdició el tiempo en los últimos días, los que habían transcurrido desde nuestra escapada del torreón de Saphrar, aprovechándolos para familiarizarse con las correas de la silla y con los hábitos y las respuestas del ave. Pero en ese momento no parecía demasiado contento, y se puso a cabalgar junto a mí sin pronunciar palabra.

De la misma manera que no había obtenido ningún fruto de mi entrevista con los kataii, tampoco él lo había obtenido de la suya con los kassars. Por las mismas razones que Hakimba, Conrad no deseaba reunir a sus fuerzas para defender a las manadas de los tuchuks. Por ello, mientras cabalgábamos juntos, Harold y yo pensábamos que Kamchak nos había enviado a una misión con muy pocas probabilidades de éxito. Sí, aquélla había sido una misión absurda, si se tenía en cuenta el temperamento de los Pueblos del Carro.

Cuando llegamos al campamento principal tuchuk, nuestras kaiilas estaban exhaustas. Centenares de vagones ardían, y entre ellos todavía se luchaba. Encontramos también a millares de boskos muertos sobre los pastos, con el cuello abierto, la sangre descomponiéndose, y los anillos cortados o arrancados.

Los hombres que nos rodeaban gritaban de rabia.

Harold se dirigió con su millar hacia los carros, para enfrentarse a los paravaci allá donde los encontrara. Yo sabía que en poco más de quince o veinte ehns sus fuerzas se dispersarían, perdiendo su poder, y también sabía que el campo abierto era un lugar tan adecuado como cualquier otro para encontrar a los paravaci y luchar contra ellos. Así que me deslicé con mi millar por los contornos de las manadas de boskos, hasta que encontramos a unos dos centenares de paravaci comprometidos en la espantosa tarea de degollar a los boskos de los tuchuks.

Los paravaci, que no llevaban montura, levantaron la vista, sorprendidos, inmovilizando sus quivas y hachas. Los aplastamos en menos de un ehn, mientras gritaban. Pero entonces pudimos ver que millares de guerreros paravaci estaban formados en la cresta de una montaña, dispuestos a actuar como refuerzo. En esos momentos se encontraban montando en sus frescas y bien descansadas kaiilas. Oíamos sus cuernos de bosko, que ordenaban reunir a los millares. El sol producía múltiples destellos en sus armas.

Levanté el brazo y con un grito ordené cargar contra esos paravaci, con la esperanza de alcanzarlos antes de que pudiesen formar para cargar contra nosotros. Nuestros cuernos de bosko atronaron, y mis bravos hombres, aunque cansados y sobre exhaustas kaiilas, no rechistaron ni por un momento: se volvieron y siguieron mis instrucciones para arremeter contra el centro de las fuerzas paravaci.

En un instante nos vimos en medio de una multitud de guerreros furiosos, los guerreros que pertenecían a esos millares a medio formar, desorganizados, los paravaci. Mis hombres golpeaban a diestro y siniestro mientras aullaban el grito de guerra tuchuk. Mi intención no era permanecer en esa cresta durante demasiado tiempo, pues los flancos paravaci de la derecha y de la izquierda, que se estaban reuniendo con gran rapidez, podían cerrarse sobre mis hombres. Por lo tanto, nuestros cuernos tocaron retirada, y mis hombres, como si de uno solo se tratara, retrocedieron hacia las manadas en menos de cuatro ehns, mientras el centro de las fuerzas paravaci se reagrupaba. Sólo un momento más, y los flancos derecho e izquierdo del enemigo habrían caído sobre nosotros. Al no ser así, los dejamos unos frente a otros, y podíamos oír sus juramentos mientras nos deslizábamos lentamente entre los boskos, que nos servían de escudo. Permanecíamos cerca unos de otros para que así no volviese a ser posible que pequeñas partidas de hombres se acercaran a los animales con impunidad. En caso de que enviasen arqueros para matar a los boskos, nosotros desde el interior de la manada, podríamos responder a su fuego o incluso, si así lo deseábamos, hacernos un pasillo entre los boskos para dispersar su ataque.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los nómadas de Gor»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los nómadas de Gor» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los nómadas de Gor»

Обсуждение, отзывы о книге «Los nómadas de Gor» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x