Caryl Férey - Zulú

Здесь есть возможность читать онлайн «Caryl Férey - Zulú» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Zulú: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Zulú»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Tras una infancia traumática en la que asistió al asesinato de su padre y de su hermano por el mero hecho de ser negros en la Sudáfrica del apartheid, Ali Neuman ha conseguido superar todos los obstáculos hasta convertirse en jefe del Departamento de Policía Criminal de Ciudad del Cabo. Pero si la segregación racial ha desaparecido, se impone otro tipo de apartheid, basado en la miseria, la violencia indiscriminada y el contagio del Sida a gran escala. Tras la aparición del cuerpo sin vida de Nicole Wiese, hija de un famoso jugador de rugby local, Ali Neuman deberá introducirse en el mundo de las bandas mafiosas dedicadas al tráfico de drogas.

Zulú — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Zulú», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Cenaron todos juntos en la terraza de la casa, olvidando que una recaída haría añicos su vida.

La copa de Pinot que Claire se había permitido la había achispado, y Brian abrió otra botella.

– Ahora salgo con una camarera -dijo, a modo de explicación.

– Qué original… ¿Y cómo es?

– Ni idea.

– ¡Vamos, hombre! -Claire sonrió-. ¡¿Al menos sabrás cómo se llama?!

– Mira -protestó él-, ¡si ya me cuesta acordarme de mi propio nombre!

Esta vez Claire soltó una carcajada, que era de lo que se trataba.

– Ya, bueno, el caso es que entre tú y Ali, que nos oculta a su dulcinea -prosiguió la mujer-, sigo siendo la única chica aquí.

– Sí -asintió Brian-, eso también me lo reprochaba Ruby cuando comíamos fuera de casa.

Ali sonrió con ellos, para no quedar mal, pero las grietas de su refugio se agrandaban. Nunca les había presentado a Maia a sus amigos. Ningún blanco iba jamás a los townships: por eso mismo la había elegido Ali. Y de todas formas, ¿qué les iba a decir? ¡¿Que había recogido a esa pobre chica de la calle, como una bolsa de basura reventada por los perros, que no sabía leer ni escribir, que apenas sabía pintar en trozos de madera, que mantenía a una mujer para poder acariciarla cuanto quisiera, para aplacar sus pulsiones de hombre o lo que quedaba de ellas, que Maia le servía de fachada, de tapadera social, de tarjeta postal?! No se la presentaría nunca. Jamás.

Pasó una sombra en el crepúsculo. Neuman se levantó para quitar la mesa y se quedó un momento bajo los árboles, hasta que se tranquilizó.

Brian lo observaba desde lejos, bromeando para disimular, pero no se dejaba engañar, Ali estaba raro últimamente…

En el jardín, era la hora del gato: dos gatos sin raza, atigrados, que fingían devorarse el uno al otro. Los niños, con los pijamas puestos, los observaban, contentos y excitados; los adultos terminaron de quitar la mesa, lo que marcaba para ellos la hora de irse a la cama, pero aún no se querían acostar.

– ¡Tío Brian! ¡¿Luchamos?! ¡Anda, sí! ¡Tío Brian!

– Yo no lucho con gárgolas.

– ¡Soy Darth Vader! -gritó Tom, agitando en círculos un trozo de plástico.

Eve, feliz, también sabía gesticular lo suyo.

– Ya está bien de tricloretileno -les aconsejó Brian.

Los niños no entendían ni la mitad de lo que decía, pero les bastaba con los sonidos de las palabras. Pronto pasaron de brazos en brazos antes de seguir a su madre al interior de la casa. El jardín quedó sumido en la calma, al caer la noche. Dan encendió las velas de los faroles mientras Neuman abría la carpeta con el caso que se traían entre manos. No tardaron en olvidar que era una noche agradable.

Nicole Wiese había tomado por la tangente, y era fácil comprenderla -con dieciocho años que tenía, quería ver la vida, no su envoltorio, por brillante que fuera-. Judith Botha le servía de coartada y, de vez en cuando, le prestaba su apartamento. El equipo científico lo había registrado a conciencia, pero no había encontrado más huellas que las de las dos chicas y las de Deblink. Las preguntas a los vecinos no habían aportado respuestas interesantes, así como tampoco se había encontrado ninguna pista en la Universidad de Observatory: Nicole no ponía los pies allí más que para hacer algún que otro papeleo de vez en cuando, lo que confirmaba lo que había dicho su amiga Judith.

Epkeen había seguido la pista de los juguetes eróticos: al no encontrar el rastro de la venta vía Internet en su habitación (de todas maneras, Nicole no se habría arriesgado a que le entregaran la mercancía a domicilio), había recorrido todos los sex shops de la ciudad y había dado con la tienda que le había vendido el material; habían sido varias compras, escalonadas en las últimas tres semanas. A la dependienta a la que había interrogado le gustaba darle a la lengua y tenía buena memoria para las caras: Nicole no había ido a la tienda acompañada de ningún chico. Epkeen había pasado también por el videoclub: Por el culo, Cita en mi coño, Fist-fucking in the rain, Nicole no había alquilado ninguna película el sábado por la noche, pero sí varias esas últimas semanas. El empleado al que había interrogado recordaba a la joven estudiante (le había pedido el carné de identidad), pero estaba sola…

Por suerte, Fletcher había logrado más resultados.

– He comprobado las llamadas y las cuentas de Nicole -dijo, consultando su cuaderno de investigación-: tenemos una lista de números que, por ahora, no han dado nada. En cuanto al dinero, Nicole tenía gastos regulares que cubrían de sobra su tren de vida, bastante modesto si tenemos en cuenta el nivel social de su familia. Las compras realizadas con tarjeta de crédito son de ropa en las tiendas del centro, material escolar y copas en distintos bares de Observatory. La última vez que la utilizó fue el miércoles por la noche, en el Sundance: sesenta rands.

– Un bar de estudiantes -precisó Epkeen.

– El miércoles -prosiguió Fletcher-, es decir, cuando Nicole pasó toda la noche fuera, no fue a dormir al apartamento… He buscado en los hoteles de la ciudad pero su nombre no figura en ningún registro. No sabemos, pues, dónde durmió esa noche, ni con quién, pero tenemos el rastro de una retirada de fondos el día del asesinato, a las ocho de la tarde: mil rands, en el cajero automático de Muizenberg, en el lado sur de la península… Mil rands -continuó-: mucho dinero para una chica de su edad, sobre todo porque siempre sacaba pequeñas cantidades.

– ¿Hay trapicheo en el Sundance? -quiso saber Neuman.

– Ni siquiera de cocaína -contestó Dan.

– Es extraño…

– ¿Por qué?

– Nicole estaba totalmente colocada cuando la mataron -dijo.

Tembo acababa de entregarle el primer informe de la autopsia. Nicole Wiese había muerto hacia la una de la madrugada, en el Jardín Botánico. La habían asesinado a golpes con un martillo o un objeto similar -maza, barra de hierro-: treinta y dos puntos de impacto, concentrados esencialmente en el rostro y en el cráneo. Lesiones, hematomas y fracturas múltiples, entre ellas el húmero derecho y tres dedos. Hundimiento del cráneo. No se habían encontrado fragmentos de piel bajo las uñas, ni semen en la vagina. Contrariamente a las declaraciones apresuradas de su padre, no se había confirmado que hubiera habido violación, ni tampoco había habido penetración anal. Lo único seguro era que la joven no era virgen en el momento del crimen. Por otro lado se le había encontrado sal marina en la piel» granos de arena en el cabello y unos extraños arañazos en brazos y tórax, provocados por alambre oxidado. Las marcas eran recientes.

– Pudo arañarse al cruzar un cercado -aventuró Epkeen.

– El acceso al Jardín Botánico es libre, no hay ningún cercado -puntualizó Neuman.

Pero lo más sorprendente provenía de los análisis toxicológicos: el laboratorio había revelado la presencia de una mezcla de plantas cuya absorción se remontaba a varios días antes (los análisis aún no habían concluido) y sobre todo de un cóctel constituido por marihuana, una base de metanfetaminas y otra sustancia química que aún no había sido identificada…

– Metanfetaminas -repitió Epkeen.

– La base del tik -confirmó Neuman.

La nueva droga que hacía estragos entre la juventud de Ciudad del Cabo.

– Según Tembo, el producto fue inhalado poco antes del asesinato -prosiguió Neuman-. Probablemente Nicole estuviera aturdida cuando la agredieron. El asesino pudo quizá utilizar la droga para abusar de ella, o llevarla al Jardín Botánico sin que opusiera resistencia…

La noticia los dejó un momento perplejos. Fabricada a partir de la efedrina, la metanfetamina podía fumarse, inhalarse o inyectarse por vía intravenosa. En forma de cristales (crystal meth), el tik costaba una sexta parte del precio de la cocaína, para un efecto diez veces más potente. Fumar o inyectarse metanfetamina producía un subidón rápido: estimulante físico, ilusión de ser invencible, sentimiento de poder, dominio de sí, energía, volubilidad excesiva, euforia sexual… A medio plazo, los efectos se invertían: cansancio intenso, descoordinación de los movimientos, nerviosismo incontrolable, paranoia, alucinaciones visuales y auditivas, llagas e irritación de la epidermis, delirio (sensación de hormigueo en la piel, como el producido por insectos), somnolencia extrema, náuseas, vómitos, diarrea, visión borrosa, aturdimiento, dolores en el pecho… Sumamente adictivo, el tik llevaba a la depresión o a psicosis cercanas a la esquizofrenia, con daños irreversibles en las células cerebrales. La paranoia además podía provocar pensamientos asesinos o suicidas, y en algunos casos los síntomas sicóticos persistían hasta meses después de la desintoxicación…

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Zulú»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Zulú» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Caryl Férey - Plus jamais seul
Caryl Férey
Caryl Férey - Plutôt crever
Caryl Férey
Caryl Férey - Utu
Caryl Férey
Caryl Férey - Mapuche
Caryl Férey
Caryl Férey - Haka
Caryl Férey
Caryl Férey - Condor
Caryl Férey
Отзывы о книге «Zulú»

Обсуждение, отзывы о книге «Zulú» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x