Francisco Ledesma - Méndez

Здесь есть возможность читать онлайн «Francisco Ledesma - Méndez» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Триллер, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Méndez: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Méndez»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El inspector Ricardo Méndez, hijo de los barrios bajos de Barcelona, cree más en la verdad de las calles que en la de los tribunales. Arrastrando la nostalgia de su antiguo mudo, helo aquí caminando por las miserias de su ciudad, con su mirada capaz de sondear los resortes de los delitos, la cara oculta de los poderosos y la historia enterrada en la casa de una madame. Veintidós destellos de humor y virtuosismo, veintidós joyas esculpidas por el gran maestro de la novela políciaca española.
¿Acaso es necesario presentar al inspector Méndez

Méndez — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Méndez», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Aquella tarde, pues, Méndez llegó tarde, entre otras cosas, por haber acudido a un entierro, pero este no fue normal. No había ido a despedirse de algún paria del barrio o alguna cortesana vieja, como era su costumbre, sino que había ido al entierro de… ¡un millonario!

– ¿Pero cómo es eso, Méndez? ¿Cómo es que ha ¡do al entierro del dueño de Construcciones Miret, uno de los ricachos de nuestra ciudad capitalista? ¿Qué esperaba? ¿Que regalaran puros al salir del cementerio?

– No es eso -dijo Méndez-. He ido por el vil metal, o sea que a lo mejor yo también soy un capitalista. -A ver, explíqueme eso.

– Quijano, el dueño de Construcciones Miret, a cuyo entierro acabo de asistir, había derribado muchas casas en nuestro viejo barrio y construido edificios nuevos de precios mucho más altos. Yo, como es natural, conocía la historia de todas esas casas, como conozco la historia de toda la Barcelona vieja.

– No veo el vil metal por ninguna parte.

– Bueno, yo había ¡do muchas veces a ver a Quijano para pedirle que hiciera algo por los viejos vecinos, y de esas visitas dedujeron los de la Constructora que éramos amigos. Y ahora que Quijano ha muerto, el jefe de prensa de «Construcciones Miret» me ha pedido que escriba una biografía del finado. Ahí está el metal que le decía.

– ¡Pero si usted, Méndez, no sabe escribir!

– Hay bastante gente famosa que tampoco sabe. Y ese jefe de Prensa imagina que, dándome documentación, conociendo la historia del barrio como la conozco, y habiendo sido amigo del difunto, haré un libro bonito.

– Un libro bonito no lo hará usted nunca. ¿Pero al menos hará un libro?

– Qué coño voy a hacer.

– ¿Ni por el vil metal?

– Ni por el vil metal. Y es que todo parte de un error monumental: mucha gente cree que yo era amigo de Quijano, cuando en realidad era su peor enemigo. Mis visitas eran un pretexto para vigilarle y tenerlo marcado de cerca. Quería atraparle. Quería cazarlo como un conejo.

– ¿Cazar a un millonario? ¿Usted? ¿Pero qué se ha creído, Méndez? ¿De qué podía acusarle?

Méndez dijo sobriamente:

– Siempre sospeché que era un asesino.

– ¡No me diga! Creí que había dejado usted de beber, Méndez. ¿Y qué coño era lo que sospechaba de él?

– Que había hecho asesinar a su esposa.

– Vamos a ver, Méndez: no divague, porque eso no es cierto, pero aunque fuera cierto no lo podría probar nunca. La única realidad es que, en efecto, la esposa del Quijano fue muerta de un balazo por un asesino profesional que luego huyó a Brasil y no ha podido ser localizado. O sea que por ahí no va a sacar nada. Pero es que, además, la esposa de Quijano, doña Lourdes Miret, murió casualmente. A quien querían matar era a él.

– Esa es la versión oficial -dijo Méndez.

– Y es la cierta. Quijano había recibido varias cartas amenazadoras. Todo el que hace dinero rápido tiene muchos enemigos.

– Claro que los tiene, sobre todo si lo hace a tanta velocidad como Quijano. Él era un mierda de escribiente de la Constructora cuando Lourdes Miret, que acababa de heredar la empresa, se enamoró de él. A partir de ahí, a partir de su matrimonio, Quijano se convirtió en el amo, y como tenía instinto y la moral no le importaba, hizo dinero rápido. No es tan extraño ver tipos como él.

– Razón de más para tener enemigos. Y queda en pie lo de las cartas.

Méndez añadió, más sombrío cada vez:

– Se las hizo enviar él mismo.

– ¿Pero qué dice? ¿Y por qué?

– Para tener una coartada.

– No sé qué cojones querría probar con eso, Méndez. ¿Qué pretendía Quijano?

– Que todos creyéramos que iban a matarle a él.

– Y es lo único que se puede creer -gruñó el jefe-. Lo único. Contra Lourdes Miret nadie tenía nada. Lo que pasa es que, cuando vio que iban a disparar contra su marido, se puso delante. Estaba locamente enamorada de él.

– Eso es cierto -dijo Méndez-. Pero también se puede creer que Quijano la puso delante en el momento decisivo. Y que supo hacerlo bien.

El jefe alzó los brazos al cielo.

– ¡Méndeeeeez!…

– Vamos a ver: reflexione. Quijano tenía contratada una pareja de gorilas para protegerlo a raíz de lo de las cartas.

– Razón de más para creerle.

– Pero observe qué casualidad: nunca estaba solo, y de pronto, una tarde de verano, una de esas tardes muertas y tórridas en las que hasta los gorilas se duermen, va con su mujer, despistando a todo el mundo, a una casa que los dos tenían en la provincia de Tarragona. La soledad absoluta.

– Yo lo entiendo. Quijano se quejó más de una vez de que la vigilancia no le dejaba tener ninguna intimidad con su mujer. Y la mujer se quejaba más que él. Yo siempre he creído que la escapatoria a la casita de Tarragona fue idea de ella.

– Y en ese sitio los atrapó el asesino…

– Es natural. Estaba al acecho.

– Sí, sí… -reconoció Méndez-. Todo cuadra, incluso la idea de que la mujer tratara de defenderle con su cuerpo. O sea que es verdad que nunca podré probar nada.

– Entonces buenas tardes, Méndez. ¿O tiene algún otro entierro?

– Para mañana tengo uno formidable, pero hoy ya no. A lo que iba, jefe: no sé si usted ha pensado en lo que Quijano ganaba con esa muerte. En primer lugar, él no quería a su mujer. Se había casado por interés, había dado un braguetazo más grande que la Sagrada Familia. Pero no tenía plenos poderes en la empresa: Lourdes Miret conservaba la firma y por lo tanto él no le podía ocultar nada ni construirse la vida a su modo, con todo el dinero que tenía. También el único hermano de ella tenía una parte en la Constructora y lo vigilaba todo. La parte de Lourdes Miret y su hermano, una vez juntas, doblaban la de Quijano. Este sabía que estaba a su merced. Un sólo problema con su mujer le podía costar muy caro.

– Sobre eso ya investigamos. Lo que dice es verdad, Méndez. ¿Pero y qué? Lo que dice pasa en muchísimos negocios de nuestra puñetera ciudad capitalista.

– Con la muerte de su mujer, Quijano tuvo ya un setenta por ciento y fue el amo absoluto.

– Lógico. Sólo faltaba que le hicieran amo a usted, Méndez.

– Quijano podía disfrutar de su par de jóvenes queridas…

– ¡Méeendez!… ¿Pero no dice que nunca podía tener intimidad? ¿Y además, quién le ha contado eso?

– Uno de los escoltas, de compañero a compañero. Pero es un secreto personal. Usted sabe que esos profesionales no hablan nunca.

El jefe hizo un gesto de definitiva impaciencia. Ya tenía bastante, no necesitaba complicar su vida dándole la vuelta a un expediente cerrado y que además afectaba a dos personas ya muertas. Al carajo con todas aquellas ideas imbéciles. Señaló la puerta.

– Mejor que vuelva a su mesa, Méndez, y deje de joder al prójimo. La historia que me cuenta es tan normal que no merece ni comentarios: marido trepador, mujer rica y tonta, dinero fácil, chicas jovencitas sin que en la familia lo sepan. ¿Y qué? ¿Detrás de una historia tan normal tiene que haber siempre un crimen? Vamos, lárguese.

Méndez se largó con la cabeza hundida. Fue a abrir, pero entonces su superior pensó que quizá había sido demasiado brusco con él. Le hizo un gesto.

– Bueno -dijo-, de todos modos le agradezco su preocupación por el asunto. Pero Quijano ya está muerto y hay que olvidarlo. Por cierto, ¿de qué ha muerto?

– Un ataque al corazón.

– Es raro, ¿no? Mucha gente muere del corazón, pero Quijano estaba bien. Sólo corrió peligro cuando le penetró una esquirla de la bala que había matado a su mujer. Razón definitiva para creer que estaba diciendo la verdad.

– En efecto, era una razón definitiva. Tanto que he llegado a pensar en un riesgo aceptado, aunque mínimo, y en un perfecto cálculo hecho por un buen profesional: tal distancia, tal trayectoria de la bala, tal volumen de la mujer y en consecuencia tal calibre del proyectil. Todo perfecto. Operaron a Quijano, le extrajeron la pequeña esquirla de plomo… ¡y hala, a vivir! Un crimen perfecto y encima con un final romántico. No se puede pedir más.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Méndez»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Méndez» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Francisco Ledesma - El pecado o algo parecido
Francisco Ledesma
Francisco Pérez Fernández - Mentes criminales
Francisco Pérez Fernández
Jorge Fernández Menéndez - La noche de Iguala
Jorge Fernández Menéndez
Francesc Gimeno Menéndez - Sociolingüística
Francesc Gimeno Menéndez
David Fernández Fernández - Diario de un ludópata
David Fernández Fernández
Francisco J. Rodríguez Hernández - Una economía que fue aplicada
Francisco J. Rodríguez Hernández
Francisco José Fernández García - Historias malditas y ocultas de la historia
Francisco José Fernández García
Отзывы о книге «Méndez»

Обсуждение, отзывы о книге «Méndez» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x